La política saca a flote lo peor del ser humano
Mario Vargas Llosa
Por
Alejandro C. Manjarrez
Después
de leer las distintas opiniones sobre el supuesto arreglo de la elección por la
gubernatura de Puebla, esperaba escuchar un discurso pulgón tanto el pronunciado por Blanca Alcalá como en voz de Manlio
Fabio Beltrones. Esta posibilidad me recordó la figura de Carlos Fuentes parado
en el segundo nivel de la Biblioteca Palafoxiana y me vino a la cabeza el
siguiente pensamiento: “Si a pesar de lo que vio Fuentes quedó convencido de
que Puebla vivía sus mejores momentos, es obvio que al gobierno poblano le fue
fácil armar el escenario político que legitimara lo que sería el nacimiento del
cacicazgo de Rafael Moreno Valle”.
(Recordemos
que Fuentes había criticado con dureza intelectual al entonces candidato
Enrique Peña Nieto: “Yo no pido que sepan quién es Platón o que haya leído la
Suma teológica de Santo Tomás. Quiero que (los candidatos) sean inteligentes,
que entiendan la realidad del país, que entiendan lo que está pasando, que
entiendan al mundo”. Antes de estas palabras Carlos opinó que Peña no tenía
derecho “a ser presidente de México a partir de la ignorancia”)
Como
quedé insatisfecho con mi reflexión me puse a buscar en los escritos de Fuentes
alguna idea que medio atemperara aquella su actitud de complacencia con el
poder en Puebla. Fue en la página 140 de su libro En esto creo, donde encontré las líneas que medio justifican la
razón del autoritarismo demostrado por el mandatario durante los últimos cinco
años, lapso utilizado por él para poner en práctica sus ideas. He aquí lo que
escribió Fuentes refiriéndose a la escenificación kafkiana de la relación entre
el individuo y el poder:
“El
individuo en Kafka es un parásito, escribe Hopenhayn, que quisiera dejar de
serlo pero que, a pesar suyo, revela el mundo de parásitos que el sistema
requiere para ejercer el poder. El ‘héroe’ kafkiano sólo quiere ser acogido por
el poder. Pero al someterse al poder, rasga sin quererlo la máscara del poder.
El ‘héroe’ kafkiano, gracias a su torpeza, no a su inteligencia, revela el
fondo arbitrario del poder…”
Mientras
le daba vueltas a la idea de Fuentes buscándole la relación con los
panegiristas de Moreno Valle y los escarabajos
víctimas del poder, los mismos que juntos le “dan poder al poder”, apareció en
la escena pública el registro de Blanca Alcalá Ruiz como candidata del PRI a la
gubernatura de Puebla. Y escuché lo que —según algunos sesudos análisis— era poco
menos que imposible: a una candidata quitándose el sambenito de comparsa de
Tony Gali (títere de Moreno Valle, dijo Beltrones), y a un presidente del PRI
también empeñado en borrar la impresión que, entre otros, escribió Ricardo
Alemán en su publicitada columna de El
Universal.
Vi
cómo los “escarabajos” se transformaban en seres humanos para dedicarle a Rafael
Moreno Valle lo que éste nunca, creo, imaginó escuchar a los cuatro vientos,
palabras repercutidas con la persistencia de las redes sociales. Por ejemplo:
que es un tipo soberbio, corrupto, déspota y megalómano. Y que Tony Gali,
virtual candidato del PAN y de los partidos aliados, es su títere.
Kafkiano,
¿verdad?
Antes
de ese barullo político-mediático, el que esto escribe preguntó a Manuel
Bartlett su opinión sobre la política electoral en Puebla. El ex gobernador y
senador dijo que para Moreno Valle, Blanca representaba una sucesión aterciopelada.
Más o menos lo mismo opinaron muchos de los observadores de la política local.
Lo escrito por Alemán tenía en ese momento la solidez que da la coincidencia de
las opiniones basadas en la “desproporción que existe entre el poder real y el
relato del poder”.
La
arengas de la candidata y del presidente del CEN del PRI, emocionaron a los
16 mil priistas presentes en el acto (número por cierto coincidente con la
cantidad de indígenas que en 1531 se dieron a la tarea de construir Puebla). De
esas miles de gargantas brotaron, al unísono, los gritos que, intuyo, deben haber
incendiado las entrañas, las vísceras del mandatario que el pasado domingo
sufrió el golpe existencial que, seguramente, abolló para siempre su estructura
emocional:
¡Fuera!
¡Fuera! ¡Que se vayan pero que regresen lo robado!
Kafkiano,
¿qué no?
@replicaalex