sábado, 13 de febrero de 2016

General y doctor Rafael Moreno Valle



El fallecimiento del doctor y general Rafael Moreno Valle, controvertido ex gobernador de Puebla, me indujo a compartir con los lectores estas líneas que corresponden al capítulo 12 de mi libro La Puebla variopinta, conspiración del poder.
Alejandro C. Manjarrez
La soberbia nunca baja de donde sube,
porque siempre cae de donde subió.
Francisco de Quevedo

Conocí al general y doctor en el Hospital Mocel. Lo vi entrar al elevador custodiado por dos ayudantes. Su semblante reflejaba el mal que —años más tarde me lo confió el doctor Gonzalo Bautista O’Farril— se derivó de una alergia a los caballos. Tenía pocos días de haber abandonado el gobierno del estado de Puebla.
Lo volví a ver un lustro después. El encuentro ocurrió durante una consulta familiar. Su actitud y amabilidad lo mostraban como cualquier médico preocupado por su paciente. Entre otras cosas platicamos de su relación profesional con María Izaguirre, esposa de Adolfo Ruiz Cortines (corrió la versión de que ella lo había recomendado con su marido para que lo nombrara candidato a senador, lo cual ocurrió en 1958). Salió a colación la amistad entre don Adolfo y Froylán C. Manjarrez, el periodista y constituyente que ayudó a Ruiz Cortines en alguno de sus trabajos. También hablamos de Héctor Manjarrez, su colega doctor y maestro en la escuela médico militar, uno de los dos médicos cuya participación revolucionaria les permitió obtener el grado de general de división. Otro de los temas fue Luis C. Manjarrez, su antecesor en el Senado de la República. Cuando quise hablar de su gubernatura simplemente eludió el tema. Pasado el tiempo, aquella su actitud me confirmó que el general y doctor Moreno Valle, no tenía un buen recuerdo de la etapa en que fue gobernador.
Y cómo habría de tenerlo si a semanas de haber tomado posesión, el 15 de febrero de 1969, ocurrió la matanza de campesinos en el pueblo de Huehuetlán El Chico, allá en la mixteca poblana, historia de la que el periodista Manuel Sánchez Pontón fue redactor, reportero y de paso protagonista. Pensar en ello debe haberlo molestado, el hecho primero y después las repercusiones en la prensa, publicaciones que enturbiaron su vida pública e incluso la privada. Esto debido a la información ininterrumpida que publicó Manuel Sánchez Pontón, testimonios que seguramente operaron como el taladro que perfora algún hueso sin anestesia de por medio.
Resumo pues lo que sus experiencias personales grabaron en la mente de Sánchez Pontón, datos que por repetidos y publicados pasaron a ser la única referencia que refleja los hechos ocurridos durante el mandato del general y doctor:
Los habitantes de ese lugar impidieron que tomara posesión Luis Sánchez. La reacción de los pobladores molestó al gobierno y de alguna manera afectó al general Eusebio González Saldaña, jefe de la 25 zona militar. De ahí que éste y el inspector general de policía, coronel Joaquín Vázquez Huerta, decidieran usar la fuerza bruta amparándose en las instrucciones del gobernador relativas a “resolver el problema”. El resultado: 18 muertos.
Un año después, el 30 de enero de 1970, ocurrió una nueva masacre en la población de Monte de Chila, en la sierra norte de Puebla. Hubo problemas por la tenencia de la tierra y se produjo el enfrentamiento encabezado por los ganaderos, acción en la que murieron cuatro decenas de campesinos.
La gota que derramó el vaso fue la agresión contra el periodista Manuel Sánchez Pontón, director del diario La Opinión. Éste había informado sobre los hechos en su diario y en el periódico Excélsior, del que era corresponsal. Manolete, como se le conocía en el medio, tuvo oportunidad de reportear el crimen debido a que uno de los agentes de la Dirección Federal de Seguridad lo introdujo en el lugar de los hechos escondiéndolo en el asiento trasero de su auto, debajo de algunas cobijas. Fue el único reportero que vio lo que el gobierno federal decidió que se conociera y publicara.
Debido a la intensa difusión periodística de esas tragedias que en Echeverría y colaboradores produjeron caras largas y gestos duros (o por aquello de las venganzas políticas, tal vez de alegría), el 8 de septiembre de 1970 Sánchez Pontón fue agredido al salir de su domicilio. Cuenta el periodista que diez policías intentaron matarlo; que eran agentes de la corporación comandada por Vázquez Huerta; que lo golpearon con macanas de fierro hasta que quedó sin sentido; que al suponerlo muerto, los agresores se retiraron del lugar. Pero Manolete sobrevivió para una vez dado de alta emprender la intensa campaña nacional en contra de Moreno Valle, misma que realizó ante las autoridades, el presidente de México Luis Echeverría y en varios de los congresos nacionales e internacionales de prensa a los que fue para hablar de su caso y denunciar al gobernador Moreno Valle. Lo señaló como autor intelectual de la salvaje agresión que por poco lo manda al otro mundo.
Tiempo después de aquellos tragos amargos, el General dejó el cargo para el que había sido electo: en los tres años que duró al frente del gobierno se alejó de los grupos sociales que habían iniciado su proceso de fortalecimiento en el que la prensa tuvo un papel fundamental.
El hueco dejado por Moreno Valle no fue fácil de llenar. Bautista O’Farril fracasó como sucesor y, finalmente, Carlos I. Betancourt concluyó el sexenio…


*Fragmento del capítulo 12 de mi libro: La Puebla variopinta, conspiración del poder