El fallecimiento del doctor
y general Rafael Moreno Valle, controvertido ex gobernador de Puebla, me
indujo a compartir con los lectores estas líneas que corresponden al capítulo
12 de mi libro La Puebla variopinta,
conspiración del poder.
Alejandro C. Manjarrez
La soberbia nunca baja de donde sube,
porque siempre cae de donde subió.
Francisco de Quevedo
Conocí al general y doctor en el Hospital Mocel. Lo vi
entrar al elevador custodiado por dos ayudantes. Su semblante reflejaba el mal
que —años más tarde me lo confió el doctor Gonzalo Bautista O’Farril— se derivó
de una alergia a los caballos. Tenía pocos días de haber abandonado el gobierno
del estado de Puebla.
Lo volví a ver un lustro después. El encuentro ocurrió
durante una consulta familiar. Su actitud y amabilidad lo mostraban como
cualquier médico preocupado por su paciente. Entre otras cosas platicamos de su
relación profesional con María Izaguirre, esposa de Adolfo Ruiz Cortines
(corrió la versión de que ella lo había recomendado con su marido para que lo
nombrara candidato a senador, lo cual ocurrió en 1958). Salió a colación la
amistad entre don Adolfo y Froylán C. Manjarrez, el periodista y constituyente
que ayudó a Ruiz Cortines en alguno de sus trabajos. También hablamos de Héctor
Manjarrez, su colega doctor y maestro en la escuela médico militar, uno de los
dos médicos cuya participación revolucionaria les permitió obtener el grado de
general de división. Otro de los temas fue Luis C. Manjarrez, su antecesor en
el Senado de la República. Cuando quise hablar de su gubernatura simplemente
eludió el tema. Pasado el tiempo, aquella su actitud me confirmó que el general
y doctor Moreno Valle, no tenía un buen recuerdo de la etapa en que fue
gobernador.
Y cómo habría de tenerlo si a semanas de haber tomado posesión, el 15 de febrero de 1969,
ocurrió la matanza de campesinos en el pueblo de Huehuetlán El Chico, allá en
la mixteca poblana, historia de la que el periodista Manuel Sánchez Pontón fue
redactor, reportero y de paso protagonista. Pensar en ello debe haberlo
molestado, el hecho primero y después las repercusiones en la prensa,
publicaciones que enturbiaron su vida pública e incluso la privada. Esto debido
a la información ininterrumpida que publicó Manuel Sánchez Pontón, testimonios
que seguramente operaron como el taladro que perfora algún hueso sin anestesia
de por medio.
Resumo pues lo que sus
experiencias personales grabaron en la mente de Sánchez Pontón, datos que por
repetidos y publicados pasaron a ser la única referencia que refleja los hechos
ocurridos durante el mandato del general y doctor:
Los habitantes de ese lugar
impidieron que tomara posesión Luis Sánchez. La reacción de los pobladores
molestó al gobierno y de alguna manera afectó al general Eusebio González
Saldaña, jefe de la 25 zona militar. De ahí que éste y el inspector general de
policía, coronel Joaquín Vázquez Huerta, decidieran usar la fuerza bruta
amparándose en las instrucciones del gobernador relativas a “resolver el
problema”. El resultado: 18 muertos.
Un año después, el 30 de
enero de 1970, ocurrió una nueva masacre en la población de Monte de Chila, en
la sierra norte de Puebla. Hubo problemas por la tenencia de la tierra y se
produjo el enfrentamiento encabezado por los ganaderos, acción en la que
murieron cuatro decenas de campesinos.
La gota que derramó el vaso
fue la agresión contra el periodista Manuel Sánchez Pontón, director del diario
La Opinión. Éste había informado
sobre los hechos en su diario y en el periódico Excélsior, del que era corresponsal. Manolete, como se le conocía
en el medio, tuvo oportunidad de reportear el crimen debido a que uno de los
agentes de la Dirección Federal de Seguridad lo introdujo en el lugar de los
hechos escondiéndolo en el asiento trasero de su auto, debajo de algunas
cobijas. Fue el único reportero que vio lo que el gobierno federal decidió que
se conociera y publicara.
Debido a la intensa
difusión periodística de esas tragedias que en Echeverría y colaboradores
produjeron caras largas y gestos duros (o por aquello de las venganzas
políticas, tal vez de alegría), el 8 de septiembre de 1970 Sánchez Pontón fue
agredido al salir de su domicilio. Cuenta el periodista que diez policías
intentaron matarlo; que eran agentes de la corporación comandada por Vázquez
Huerta; que lo golpearon con macanas de fierro hasta que quedó sin sentido; que
al suponerlo muerto, los agresores se retiraron del lugar. Pero Manolete
sobrevivió para una vez dado de alta emprender la intensa campaña nacional en
contra de Moreno Valle, misma que realizó ante las autoridades, el presidente
de México Luis Echeverría y en varios de los congresos nacionales e internacionales
de prensa a los que fue para hablar de su caso y denunciar al gobernador Moreno
Valle. Lo señaló como autor intelectual de la salvaje agresión que por poco lo
manda al otro mundo.
Tiempo después de aquellos
tragos amargos, el General dejó el cargo para el que había sido electo: en los
tres años que duró al frente del gobierno se alejó de los grupos sociales que
habían iniciado su proceso de fortalecimiento en el que la prensa tuvo un papel
fundamental.
El hueco dejado por Moreno
Valle no fue fácil de llenar. Bautista O’Farril fracasó como sucesor y,
finalmente, Carlos I. Betancourt concluyó el sexenio…
*Fragmento del capítulo 12
de mi libro: La Puebla variopinta,
conspiración del poder