Por Alejandro C. Manjarrez
Andrés Manuel López Obrador citó a Santa Anna con la intención de alborotar a los miembros del círculo rojo y no para hacer una semblanza histórica del “quince uñas”, apodo que le endilgaron a quien fue presidente de México once veces, nada más. Lo que hizo el Peje fue abrir el camino para después hablar sobre los excesos en el gasto de promoción personal del candidato del PRI-Verde Ecologista. Con esta referencia subió a la agenda política nacional el tema Televisa-Peña Nieto y, en consecuencia, abrió los espacios mediáticos para ser escuchado, entrevistado, criticado y satanizado.
Dejo de lado los dimes y diretes que detonó el comentado debate y las trampas del tabasqueño. Esto para poder centrarme en una de sus consecuencias, quizá la menos vista, no por lejana sino porque forma parte de la tradición política, costumbre que ahora, gracias a López Obrador, insisto, está a punto de reventar.
Espejito, espejito
Los presupuestos de comunicación social que manejan los políticos, en especial los gobernadores, han sido elaborados no para mostrarle al pueblo la obra de gobierno, sino para promocionar a nivel nacional la imagen del gobernante en turno. De ahí que no sea arriesgando afirmar que los responsables de manejar el dinero público, dieron un extraordinario brinco al pasado para, quizá sin pensarlo, adoptar el estilo puesto en boga por Joseph Goebbels, pero ahora a través de la pantalla de cristal.
No sé ni me interesa quién gane la elección presidencial. Da lo mismo Chana que Juana. Lo importante es que en este rubro México cambiará para bien debido, precisamente, a la jalada de cobija que provocaron los comentarios de señor López Obrador. Puede ser, incluso, que regresemos a los tiempos en que el oficio político se anteponía a las actitudes megalómanas que bien pueden equipararse al estilo Cenicienta, mismo que parafraseo y recuerdo al lector con uno de los pasajes del cuento: “pantallita, pantallita, ¿dime quién es el más bonito y el más visto del país?”
La maña
En el decálogo de Goebbels se lee el principio que se llama de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular –dijo el cabrón– adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa...”
Eso ocurrió hace tres cuartos de siglo cuando no había televisión ni existían las redes sociales que han expandido la información haciéndola inmediata. Hoy canta otro gallo, el de la sociedad que ya no se traga la propaganda política sustentada en ideas repetidas y presentadas una y otra vez desde diferentes ángulos mediáticos, convergiendo siempre sobre el mismo concepto; es decir, en el mensaje que puede ser la “maravillosa y extraordinaria eficacia” del gobernante. En estos tiempos es más difícil (por no decir imposible) que una mentira repetida hasta el hartazgo acabe convirtiéndose en verdad. En fin, gústenos o no, debido a la aportación del discurso lopezobradoriano, la maña propagandística se ha convertido en una acción de altísimo riesgo político.
La lana de las ovejas
El gobierno del estado de Puebla decidió privilegiar el presupuesto del ramo para “invertirlo” en los medios de comunicación electrónicos, en especial la televisión nacional. Vimos así cómo Televisa y TV Azteca se volvieron parte de la vida pública y personal del gobernante poblano: concesiones por aquí, obsequios por allá, contratos y pactos acullá. Y a través de la pantalla de cristal (ahora líquido o de plasma) se difundieron las “poblanerías” de nuestro mandatario, entre ellas la del 5 de Mayo, que por su espectacularidad se llevó las palmas del respetable VIP.
Estaría bien si hubiese habido coperacha de los hombres del dinero. Pero resulta mal si partimos de que la lana que se aplicó fue la del pueblo que, por cierto, ya no es el hato de ovejas pastoreadas por los empleados del “hacendado de horca y cuchillo”.
Chivo brincado, chivo pagado
Es probable que Enrique Peña Nieto libre las consecuencias del golpe a los bajos asestado por el padre de Morena. Dependerá de las acciones y respuestas de su cuarto de guerra. De lo que seguramente nunca podrá librase es del sambenito que le clavó su adversario izquierdoso al catalogarlo como producto de Televisa, circunstancia que sin duda cambiará la relación entre las televisoras y el poder político (ojo Rafael Moreno Valle). Vaya, ni siquiera funcionará la famosa talega del dinero que no deja huella; la razón: nadie se traga ya aquello de las menciones gratuitas a equis o zeta personaje de la vida política del país. Menos aún la gratuidad de las entrevistas a modo realizadas por comunicadores cuya audiencia es el mercado objetivo de los políticos.
Por todo ello, de hoy en adelante habrá que agregar a la famosa frase “chivo brincado, chivo pagado”, las palabras “comprobado” y “justificado”. Al final de cuentas el dinero es del pueblo, no de los mercenarios ni de sus víctimas a modo.
Twitter: @replicaalex