domingo, 3 de junio de 2012

México, película de terror



Por Alejandro C. Manjarrez
Ocurrió lo que hace diez años parecía imposible.
Por un lado la Iglesia católica, el Ejército y la Presidencia de la República cayeron de la gracia de la sociedad. Ya no son las “instituciones” temidas, respetadas o admiradas. Una debido al lastre que formó la pederastia. Otro por la deslealtad de varios de sus oficiales de alto rango y la brutalidad de algunos elementos de tropa. Y la tercera porque desde que Felipe Calderón llegó al poder lo hizo muy cuestionado por la manipulación electoral que utilizó (las huestes de Elba Esther y el voto útil de los gobernadores priistas que ayudándolo compraron su impunidad), y más tarde por su decisión de emprender la “guerra” (a estas alturas prácticamente perdida), lucha que lleva ya sesenta mil muertos y 10 mil desaparecidos, la mayoría de estos crímenes sin denuncia judicial y, obvio, sin averiguación previa.
Por otra parte aumentó la influencia o poder financiero del crimen organizado cuyos tentáculos se mueven en las entrañas de los cuerpos policiacos, además de controlar a banqueros y empresarios que miden la ética y la moral pública con las utilidades; o sea a partir del monto de las comisiones e “inversiones” producto del lavado de dinero.
Si lo anterior le parece poco, entonces agréguele algunos de los movimientos reivindicatorios como el de Javier Sicilia, por ejemplo, y también la sorpresiva influencia de las redes sociales, suceso que puyó a los jóvenes (varios millones) incentivándolos a luchar contra los medios de comunicación y “su candidato”, fenómeno éste que atrajo a grupos de presión inconformes, varios de ellos con el corazón perredista, y además a las simpatías y solidaridad de gente de varios sectores de la sociedad, grupos que en su mayoría coinciden en la crítica hacia los políticos.
Insisto: los mexicanos fuimos sorprendidos por las actitudes de la Iglesia y, al mismo tiempo, decepcionados del comportamiento de las fuerzas armadas, de nuestro lenguaraz mandatario, del fenómeno de las redes sociales y por la influencia corruptora del crimen organizado.
Diría el clásico: el horno no está para bollos.
Todo ello más la pobreza que agobia a sesenta millones de mexicanos, quizá muchos dispuestos a la leva que los convertiría en sicarios (es más probable morir de hambre que a balazos), ha puesto a México en la frontera del caos o del terror que, de persistir para concretarse, este fenómeno convocaría a los creadores de Hollywood y de Europa, cineastas cansados de contar viejas historias como la Cristiada.
¿O usted creé que alguno de los candidatos tiene los elementos, prestigio y equipo para enfrentar con éxito semejante problema, mismo que –según dicen los expertos en finanzas– ya empezó a devaluar el peso mexicano?
A lo peor coincide conmigo en que no. La razón: tres de ellos se han dedicado a fertilizar el terreno de la diatriba, la desilusión y la desconfianza. Para comprobarlo basta leer o escuchar sus arengas, discursos en los que prevalece la falta de ingenio, el exceso de ocurrencias chambonas y la abundancia de tonterías y llamados que han ido polarizando a la sociedad.
Uno de los efectos de esa polarización precisamente, podría verse y pronto en el resultado de las diferencias exacerbadas dentro del sector de jóvenes universitarios, algunos empeñados en su lucha por democratizar los medios y el resto decididos a meter cizaña en contra de Enrique Peña Nieto, nada más. Otro surgirá sin duda en el seno de los cárteles cuyas estrategias coinciden con ese efecto social provocado por mercadólogos extranjeros y adoptado por los estrategas en marketing que prestan sus servicios a dos que tres de los candidatos.
Esta película de terror es la que tendrá que ver y sufrir el ganador de la contienda presidencial. Y hacerlo con la agravante de que los medios de comunicación han perdido prestigio e influencia entre la sociedad, lo cual, curiosamente, podría llegar a contradecir la teoría de Giovanni Sartori, autor Del homo videns, libro que, dice el sociólogo y politólogo italiano, describe cómo responde “la sociedad teledirigida”.
Bueno, aún falta ver el segundo debate para confirmar o rectificar lo que acaba usted de leer. Empero si la regla es la misma que utilizaron en Puebla dos de los candidatos a senadores, la retórica parroquial persistirá, no para restar puntos al adversario, sino en perjuicio de la política mexicana urgida de inteligencia y honestidad intelectuales.
Nota: la imagen que ilustra esta columna también ilustra el peligro para México. la película de terror. Es lo que pienso.
Twitter: @replicaalex