Por Alejandro C. Manjarrez
Hace casi 500 días lancé a los cuatro vientos las siguientes preguntas:
¿Qué pasó con la sensibilidad política de Rafael Moreno Valle Rosas? ¿Por qué decidió aceptar los malos consejos de su equipo de comunicación o de sus amigos dueños de medios?
Después concluí que nunca escucharíamos las respuestas en la voz del mandatario pero —dije— podremos intuirlas.
A esas dudas adicioné tres más; a saber:
¿Por qué considerar enemigos a los periodistas? ¿Por qué tratar de vengarse de la prensa que durante la campaña le resultó incómoda o parcial? ¿Por qué jugar sucio en perjuicio de quienes no piensan igual?
Es obvio que no hubo respuesta. Y según parece nos quedaremos con las ganas de escuchar la voz del gobernador refiriéndose a ese talante que, para desventura de su gobierno, ha propiciado la atención crítica de un buen número de medios nacionales, quizá los que fueron incluidos en la lista ésa que invade de negro las relaciones prensa-gobierno. Baste mencionar las recién publicadas y promocionadas en las redes sociales:
En sus “Asteriscos”, Enrique Aranda, del periódico Excélsior, escribe: “En medio de una ríspida confrontación con el panismo local, y aun cuando ¡su fiesta, su fiesta…! no era precisamente ahí, el elbista gobernador de Puebla Rafael Moreno Valle tuvo el buen tino de asistir la noche del 15 de Septiembre —como indican protocolo y tradición— a la sede del ayuntamiento capitalino para ahí, acompañado por el edil Eduardo Rivera Pérez, dar el tradicional Grito…y salir luego, “literalmente, corriendo”, a la zona de Los Fuertes, donde lo esperaba una gran verbena organizada para él, por quienes con él trabajan…”
SDP Noticias acentúa lo que se ha difundido hasta el hartazgo: la actitud de Rafael Moreno Valle, “un gobernante que se da aires de grandeza”. Asimismo señala que el munícipe Eduardo Rivera ha sido bloqueado por el gobernador a quien algunos panistas llaman envidioso, excluyente y despreciativo.
En las páginas de Reforma se habló de las pifias, las fallas y los errores históricos del festejo de Independencia en Los Fuertes, el espacio que cuenta con su zona VIP para que la gente bonita no se revuelva con la chusma (esto último es acotación del columnista).
En un extenso artículo, la revista Proceso critica de manera general e incide en la política de comunicación social que, dice, ha marginado, espiado, investigado y perseguido a importantes comunicadores poblanos. (Hubo una refutación oficial).
El autor de la columna Astillero (La Jornada), comenta el caso de las víctimas del “levantón gubernamental” que, dice, “fueron liberadas muchas horas después bajo ninguna acusación jurídicamente sustentable y sin pagar una discutible multa impuesta en función de nada”. Y resalta el forcejeo político entre Rafael Moreno Valle (“el gordillista que antes fue cuadro distinguido del PRI y luego se volvió panista”) y el alcalde Eduardo Rivera Pérez. Agrega que “el gobernador RMV, dedicado al negocio y a la pose, al mejor estilo de EPN ha hecho cesiones muy importantes a las televisoras nacionales en busca de construirse una imagen de precandidato presidencial de 2018”.
Las reacciones a la llamémosle política de comunicación social (la verdad es que el área sigue a pie juntillas las instrucciones del mandatario), se deben a dos circunstancias, digamos que específicas. Una de ellas: haber ganado la elección “sin el apoyo de la prensa escrita”, triunfo que generó la idea de que también sin esa prensa Moreno Valle podría gobernar. Y la otra: contra esa opinión no hay ningún valiente que se atreva a diferir, actitud que se deriva del estilo del mandatario, carácter que por cierto lo ha hecho temible.
Y aquí aprovecho lo de temible para agregar lo que, después de varias pláticas y algunas entrevistas, este columnista supone como una de las razones —tal vez la más importante— para que Moreno Valle nos mire por encima de su hombro:
Sus subordinados lo definen como un conquistador imbatible para quien lo primero es alcanzar el objetivo trazado sin reparar en los pequeños o grandes escollos. Si para ello es necesario dejar en el camino a sus generales, lo hace con la sonrisa que suele acompañar a la promesa. Claro que hay excepciones: se manifiestan en el momento en que el subordinado le falla o lo traiciona. Es cuando se vuelve implacable para aplicar represalias que van desde la ley del hielo hasta el castigo o persecución legales. ¡Y guay de aquel que se pase de tueste!
Así las cosas, la lógica política nos indica que tenemos un gobernador que hará historia. El problema para él está en que hasta ayer tenía más negativos que positivos, sobre todo con los medios de comunicación que son los que al final del día generan la imagen de los políticos. E incluyo a los electrónicos cuya noticia, hay que decirlo, suele partir de lo publicado o investigado por la prensa escrita.
Twitter: @replicaalex