miércoles, 3 de julio de 2013

Caso Malpica



Por Alejandro C. Manjarrez
“La vergüenza del gobierno”. Así denominé la columna (Sin censura) publicada en Síntesis el 14 de febrero de 1993. En aquella entrega describí el trompicado trayecto del entonces rector de la Buap, Óscar Samuel Malpica Uribe, líneas que hoy le comparto con el deseo de que no se tergiverse la verdad sobre este controvertido académico y político asesinado en el umbral de su casa la noche del martes pasado. Los datos que leerá son tan veraces como el hecho de que este columnista fue testigo presencial a petición expresa de Samuel. E incluso, en algunas ocasiones, intermediario para tratar de resolver la problemática universitaria auspiciada por los grupos en pugna.
He aquí parte de la historia:
“El despacho del entonces director de Tránsito, René Meza Cabrera, sirvió de escenario para montar algunas de las obras políticas que (padecía) Puebla. Por ejemplo: el asunto de la Buap, incluida la estrategia del rectorazo, la entronización de José Doger Corte y, obviamente, el prolegómeno de los interinatos rectorales.
Antes de ponerse a funcionar el plan de vialidad universitaria concebido por los cerebros de la citada Dirección, Óscar Samuel Malpica Uribe tuvo la oportunidad de aclarar su posición con Alberto Jiménez Morales, quien por aquellos días ejercía a plenitud su poder tras el trono. La plática inicial se llevó a cabo en un conocido hotel de la Angelópolis. Allí, Malpica explicó sus razones. Y de buen talante don Alberto se ofreció a intermediar para que el gobernador entregara de inmediato el subsidio retenido por sus pistolas (después supe que por instrucciones de Manuel Bartlett, a la sazón secretario de Educación Pública). Asimismo, se comprometió a ordenar a la prensa semioficial la suspensión de críticas contra el satanizado rector. Como condición se le pidió a Samuel su aquiescencia para convocar a la clase política universitaria a lo que sería una junta conciliatoria.
“Las primeras conversaciones marcharon más o menos bien hasta el día en que se debió verificar la reunión de avenencia. Previamente alertado por su avanzada sobre la presencia de algunos porros, el rector fue tajante al rechazar ese tipo de concertaciones y pláticas con —así los definió él— interlocutores descalificados profesional y moralmente. En ese momento se dio cuenta que detrás de la acción se escondía un perverso proyecto cuyo objetivo era desarticular a la Buap atomizando sus fuerzas políticas y académicas a fin de poder restarle prestigio y presencia ante la sociedad y, desde luego, frente al estudiantado. De igual manera comprendió que los jóvenes universitarios eran el único apoyo con que contaría. Y en ellos decidió cifrar su trabajo y esperanza.
Pero ya se había iniciado la operación del plan en contra de la Universidad crítica y popular, inclusive (José) Doger contaba con la autorización y la bendición de René Meza Cabrera, para iniciar su precampaña y llegar cincho al proceso de elección de rector. La amistad de José con el director de Tránsito (ahora notario público) y los buenos oficios que demostró como informante del gobierno piñaolayista, le permitieron granjearse la voluntad del asesor y, por ende, alcanzar la rectoría…
“Una vez descubierta la asonada contra la Buap, Malpica emprendió lo que fue el último esfuerzo político destinado a conservar la dignidad universitaria (esa fue su inspiración. Sólo tenía 32 años). Se manifestó ante el casi tapiado Palacio de Gobierno (en su patio estaba un batallón de policías fuertemente armados) seguido por más de 20 mil estudiantes. Sus consejeros y acompañantes le insistían en tomarlo arguyéndole que en el hecho caerían varias víctimas y junto con ellas el gobierno de Piña Olaya. Pero el rector se negó porque según me lo dijo no quería cargar sobre su conciencia la muerte de algún estudiante…”
Hasta aquí la cita.
Malpica Uribe fue encarcelado. Primero el gobierno convenció a su esposa para que lo demandara por agresión física (hecho falso) y ya adentro del penal le fincaron el delito de peculado, mismo que no existía por dos razones: no era servidor público y él nunca dispuso de ningún dinero que no fuera parte de su salario. El motivo  fue el encono de Piña Olaya, coraje que lo orilló a manipular las leyes poblanas para mantener en la cárcel a Samuel: estaba enojado por la denuncia que éste presentó ante la Cámara de Diputados federal pidiéndole a los legisladores juicio político en contra del gobernador, precisamente. Un año más tarde fue liberado gracias a que sus abogados le ganaron la partida al gobierno represor. Y Malpica recuperó su plaza y los salarios que le retuvieron a pesar de que fue un preso de conciencia.
Diez años después, lapso que Samuel ocupó para señalar lo que a su juicio estaba mal, lo matan igual que a otros universitarios asesinados por sicarios del gobierno. Por esta digamos que constante, urge que se aclare el homicidio y que se aprenda al autor o autores para que queden incólumes quienes ejercen el poder político cuya fama, hay que subrayarlo, ha quedado en entredicho debido a que sus amanuenses y panegiristas convirtieron el crimen en un acto político.

@replicaalex