En abono a lo
escrito por:
Rodolfo Rivera,
Arturo Luna y Rodolfo Ruiz.
Por Alejandro C. Manjarrez
Al final de la quinta etapa de su
gobierno, Melquiades Morales Flores llamó a los miembros de su equipo de la
Secretaría de Finanzas y Desarrollo Social para decirles e instruirlos: “El
próximo será un año electoral. Tenemos que hacer muchas obras. De ello depende
que nuestro partido gane elecciones”.
La petición política se topó con un
problema serio: se había adelantado, gastado y comprometido el presupuesto del
último año de aquel sexenio. “Ya no hay dinero, Gobernador”, le dijo el
Secretario explicándole las razones. Al escuchar tan desalentador informe, sin
pensarlo mucho, Melquiades escogió la vía del endeudamiento que el tiempo y las
malas lenguas convirtieron en “hoyo financiero”.
Viene a cuento el dato para establecer
que la derrama económica suele dar la tranquilidad social y financiera que
abona el prestigio político del gobernante y su administración. Si no hay obra
pública, el dinero escasea, la planta laboral decae, merma la capacidad
económica de las familias, aumenta la pobreza y surge el malestar en contra del
Estado. Cuando esto sucede es porque los economistas orgánicos decidieron poner
los caballos detrás de la carreta, en este caso la política.
Dos ejemplos para contrastar:
Uno: influido por sus asesores de lujo,
Enrique Peña Nieto aceptó que se restringiera el gasto público hasta que Luis
Videgaray le dijera cuándo y cómo soltarlo, decisión ésta que ocurrió poco
antes del proceso electoral que incumplió con las expectativas que se había
trazado el PRI. No quiso iniciar su gobierno con bombos y platillos, “música”
que hubiese producido la derrama económica en cuestión. Además decidió
compartir el poder con sus “enemigos” (Pacto por México), factor que adicionado
a la atonía financiera produjo la merma de prestigio que afectó a su instituto
político. Por esas dos causas el PRI dejará de gobernar a 5 millones de
mexicanos a pesar de tener el control del dinero público y de varios de los
congresos estatales. No se requiere de mucha inteligencia para caer en cuenta que
justas o no las estrategias, éstas afectaron al partido del Presidente de
México. Los caballos no jalaron la carreta y Peña Nieto dejó pasar la primera oportunidad
que le permitiría mejorar su imagen lastimada por la falta de legitimidad
endilgada por sus adversarios políticos.
El otro: a pesar de tener formación de
economista, Rafael Moreno Valle decidió privilegiar la política (o sea poner
los caballos delante de la carreta) con la intención de ganar las elecciones.
Él y sus asesores encontraron la forma de realizar obras notables (por su
espectacularidad) así como acciones de beneficio colectivo. No hubo debilidad en
la distribución y manejo del gasto público. Tampoco regateó el impulso a
diversas acciones políticas como las que mezclaron el agua y el aceite con el
atole y el champurrado. En gran medida ello produjo lo que podríamos llamar la
hegemonía de la política variopinta cuya concepción pudo haber nacido en la
época del melquiadismo, cuando el político-político aceptó las sugerencias del economista-político,
o sea de Rafael Moreno Valle, época en que éste tuvo la oportunidad de conocer
la olla y medirle el agua a los camotes.
Si a lo anterior le agregamos la
experiencia electoral del gobernador poblano, más un PRI deteriorado y varios
priistas haciéndole al Tartufo, llegaremos a comprender lo que en Puebla fue la
gran derrota del PRI: Rafael y su equipo lo deshicieron dejándolo en calidad de
caricatura cantinflesca.
El método que según yo utilizó Moreno
Valle, concentra las “enseñanzas” y los consejos de tres libracos: El arte de la guerra de Sun Tzu y las 48 leyes del poder de Robert Greene. Mencioné
tres porque considero al otro Arte de la
guerra, en este caso el de Maquiavelo, mismo que abrevio con uno de sus
conceptos: “el mejor régimen político y social se derrumba, como las habitaciones
de un magnífico y regio palacio, resplandeciente de oro y pedrerías, cuando carecen
de techo o de defensa contra la lluvia”. En este caso esa “lluvia” podría ser
los fenómenos naturales de la política, algunos de los cuales (con “techo” o
protección incluida) fueron referidos por Rivera, Luna y Ruiz, los periodistas
que menciono en el epígrafe.
Al entender las particularidades de ese
“arte”, Rafael Moreno Valle prevaleció no obstante la terrible caída de Elba
Esther Gordillo y el triunfo de Enrique Peña Nieto. Estaba (y está) preparado
para esas y otras eventualidades conocidas o inesperadas. Conoce a su “enemigo”
y se conoce a sí mismo. Es un “general” en cuya mentalidad la derrota no existe
o si ésta llegara a presentarse la toma como otra oportunidad para conservar,
vigorizar y seguir su ruta hacia el máximo poder. Diría el chino filósofo y
guerrero referido arriba: “ha usado la mente propia y también la ajena para
enfrentar la fuerza bruta personificada en los políticos sin imaginación. Sus
planes fueron tan oscuros como la noche pero con la luz de la luna y las
estrellas que sus adversarios no quisieron ver, dándole la oportunidad de atacarlos
como un rayo después de haber puesto en práctica acciones desconcertantes, como
pudieron ser los pre destapes anunciados hasta el hartazgo.
Concluyo:
Rafael Moreno Valle ha tenido la
habilidad de construirse la gran panoplia que le permitirá rechazar y escudarse
de aquellos ataques que le lancen sus adversarios y enemigos políticos. ¿Cuánto
tiempo? El suficiente como para llegar al 2018 como una de las alternativas del
PAN y puede ser que hasta de los partidos patiño que acompañan a Gustavo
Madero, los cuales en un descuido formarían parte de la estrategia que adopte
el próximo dirigente nacional (el que resulte ungido), cuya misión será
recuperar el poder y proteger a su partido de las tormentas que sin duda
organizará Morena.
Es cuanto…
@replicaalex