La duda,
uno de los nombres de la inteligencia.
Jorge
Luis Borges
Por Alejandro C. Manjarrez
Antes
los mandatarios coordinaban las campañas de los candidatos de su partido.
Antes
los candidatos decían que eran honestos para convencer a los electores.
Antes
los ciudadanos votaban por quienes, en un digamos que adelanto de sus promesas,
se ponían con su cuerno.
Antes
ganaba la elección aquel que tuviera el mejor coordinador electoral (léase
alquimista) y un equipo de expertos en el manejo de las urnas.
Antes
el partido en el gobierno cuidaba las formas para promover, impulsar, ayudar y
hacer ganar a sus candidatos: sacaba de la nómina oficial al escogido y lo
mandaba a hacer talacha en el
distrito o municipio por el que habría de contender.
Antes
los partidos postulaban a militantes con capacidad de convocatoria personal.
Antes
los políticos tenían mística de servicio y compartían parte de su riqueza con
el pueblo que pretendían representar.
Antes
bastaba una sonrisa o palmada del candidato para que
el recipiendario se sintiera satisfecho y hasta animado a votar por él.
Antes
ganaba la elección el candidato que, además de ser popular y previsor, contara
con una estructura electoral tan eficiente como mañosa.
Han cambiado las cosas gracias a que la
democracia tiene un nuevo marco jurídico que acabó con las viejas costumbres para,
tal vez sin haber sido la intención de los legisladores, modernizar las mañas
electorales.
Hecha
la ley, hecha la trampa
Ahora
el mandatario en funciones prepara e instruye al equipo que habrá de coordinar
y manejar las campañas de sus candidatos.
Ahora
basta que el candidato sea rico para sentirse con derecho a representar o
gobernar a la sociedad, no importa si el origen de su fortuna es lícito o
producto de la corrupción.
Ahora
los candidatos contienden por el distrito o municipio donde cayeron los
programas sociales, los mismos que manejó el gobierno con intenciones
electorales etiquetadas éstas para promover las imágenes públicas de sus gallos.
Y lo peor: ellos, los elegidos, lo presumen y se arrogan dichas promociones
gubernamentales.
Ahora
puede ganar la elección el candidato que cuente, no
con un coordinador electoral, sino con varios preparados ex profeso dentro del
gobierno. La alquimia actual incluye el manejo del padrón y la distribución de
los responsables de casilla. Todo ello, en el mejor de los casos, apoyándose en
el soslayo del órgano vigilante y responsable del proceso.
Ahora,
para resultar ungidos, los candidatos tienen que formarse en las entrañas del
ogro filantrópico. La talacha electorera
se hace desde las oficinas de gobierno y con recursos oficiales.
Ahora
son postulados aquellos cuya capacidad de convocatoria y compromiso supuestamente
social, se constriñe al personal de las oficinas públicas afines al proyecto
del poder Ejecutivo.
Ahora
los ungidos como candidatos tienen una bien definida obsecuencia: su vocación
es de servicio sí, pero dirigido a quien o quienes manejan su vida pública y en
un descuido hasta sus actividades personales.
Ahora
el votante en potencia no espera la palmada o el papacho.
Lo que quiere es que la buena disposición del aspirante o candidato se
manifieste en especie: material de construcción, dinero, despensas, tractores, fertilizantes,
becas y otros de los beneficios derivados de los presupuestos federal, estatal
y a veces hasta del municipal.
El
reto ciudadano
Ya lo sabe el lector pero es importante
subrayarlo: ahora gana la elección el candidato que tiene el apoyo de los
cuadros que se formaron en el gobierno, estructura que así como levanta muertos,
puede modificar la tendencia de la votación antes de que despunte el sol del
día siguiente, depende del lugar y distancia donde se encuentren ubicados los
comités distritales electorales.
¿Quiere usted un ejemplo del ahora?
Pues ahí está el del gobernador de Baja
California, el único denunciado por esta práctica que es el PAN nuestro de cada
día y la PRImera que sale a relucir.
Para concluir mis reflexiones que son
producto de la observación, transcribo uno de los mensajes duros que circulan
en las redes sociales:
“El ladrón
vulgar te roba: el dinero, el reloj, la cadena, el celular, el auto. El
político te roba: la felicidad, la salud, la vivienda, la educación, el futuro,
la pensión, la diversión, el trabajo. El primer ladrón te elige a ti… Y al
segundo lo eliges tú.”
Así que cuidado
mis valedores: cierren sus oídos al canto
de las sirenas. No permitan que los manipulen. Voten valiéndose de la
inteligencia que, depende su creencia, Dios o la naturaleza les dio. Escojan al
candidato no corrupto. Y no fallen porque una vez depositado el sufragio, ya no
se admiten reclamaciones.
@replicaalex