Llegar a la rectoría
de una universidad pública es sin duda un gran honor. Y ocupar la de la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla conlleva un enorme compromiso tanto
en lo académico como en lo cultural, social y político. De ahí que resulte interesante
conocer desde las motivaciones hasta el pensamiento de quienes tienen el
privilegio de ocupar ese cargo. Más aún: saber lo que pensaban antes, cuando
tenían los ojos puestos en la rectoría pero no rechistaban para evitar grillas
y envidias.
La suerte del
periodista hoy me da la oportunidad de ofrecer al lector la entrevista del
maestro Alfonso Esparza Ortiz, misma que fue publicada por la revista Réplica en el 2007, cuando el hoy
rector fungía como tesorero de la BUAP.
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Cada vez que ingreso al Carolino me pregunto: ¿Qué habría
hecho y dicho Voltaire si hubiese podido conocer este espléndido edificio? ¿Qué
pudo haber pensado Ignacio Ramírez cuando visitó (intuyo que lo hizo) el
entonces Colegio Imperial del Espíritu Santo, época que produjo intelectuales
de la talla de José María Lafragua, Manuel Carpio y Fernando y Manuel Orozco y
Berra? ¿Cuál habrá sido la impresión de Ignacio Manuel Altamirano (alumno del
Nigromante) el día que recibió las llaves de la rectoría del Colegio? ¿Y cómo
habrán reaccionado los miembros de la Academia de Letrán cuya formación
intelectual lindaba entre la razón científica y la fe dogmática, al encontrarse
frente a las arcadas y enormes pasillos abovedados de la hoy Universidad
Autónoma de Puebla?
Son dudas cuyas respuestas podrían inferirse y por ello
resultar arriesgadas. Esto porque tanto Voltaire como Ramírez y Altamirano,
estaban en las antípodas de la intención religiosa que indujo a los jesuitas a
construir lo que entonces llamaron: Colegio de la Compañía de Jesús de San
Jerónimo (9 de mayo de 1578).
Como lo digo, no hay respuestas precisas pero sí actitudes
conocidas. La crítica de Voltaire, por ejemplo, quien nunca se cansó de
reclamar a los jesuitas el que le hayan enseñado teología a espaldas de la
ciencia y de la naturaleza. La rebeldía del Nigromante cuyos inteligentes
razonamientos estuvieron siempre en contra del dogma religioso. La vocación de
Altamirano ajena al sistema educativo que adoptó la religión como eje del
desarrollo humano. Y las sorpresas científicas de los primeros académicos de
México, todos ligados al credo de Nicea, novedades y descubrimientos que a
varios de ellos seguramente les hizo dudar.
Sea como haya sido, el Carolino abrió sus puertas para
atraer a sus aulas lo que fue la luz que acabó con las tinieblas de la mente.
Se convirtió así en la sede del pensamiento universal que, paradójicamente,
impulsó la Compañía de Jesús a pesar de que —lo sabían o lo intuyeron— estaban construyendo el camino que con los
años le permitió al hombre entender para rechazar el fanatismo y la ignorancia.
Con estas ideas revoloteando en mi
cerebro, esperé en la recepción de la oficina de Alfonso Esparza Ortiz,
tesorero de la Universidad Autónoma de Puebla. Las organicé para resumirlas en
lo que fue la primera pregunta de esta entrevista. Y ya frente a él se la lancé
sin más preámbulo que el tiempo de su apretada agenda:
—Alfonso, te imagino
de joven recorriendo los pasillos de esta universidad construida por los
jesuitas. Percibo que te sientes orgulloso de ser parte de una de sus etapas,
quizás la que mejoró el rumbo. Así lo siento. Y creo que como muchos
universitarios tú también estás comprometido con ella: ¿Cuál es tu concepción
de la universidad?
—Lo que dices es muy cierto: estoy orgulloso de ser parte
de esta universidad. Llevo veinticuatro años en ella. Me inicié como
catedrático —que es mi plaza de base— y tengo ya diez años en el área
administrativa a la cual entré como contralor y ahora que funjo como tesorero.
Y además estoy motivado porque formo parte del grupo que comparte la visión de
una institución fuerte y comprometida con su entorno, con grandes estándares de
calidad y con la vocación de servir al alumnado, así como formar buenos
profesionistas que permitan que el país progrese, que se vuelva más
competitivo. Trabajamos para que la universidad ocupe su lugar en el liderazgo
latinoamericano.
— ¿Se puede desde tu cargo? —lo interrumpí.
—Siempre hay forma de hacer algo aunque parezca que no existe relación entre la
academia y la administración financiera. Pero estoy seguro que sí la hay y
mucha. Lo que siempre busca mi equipo de trabajo es seguir con precisión las
instrucciones del rector; canalizar los recursos hacia las funciones
sustantivas de la institución: la docencia, la investigación y la cultura. Y
eso es muy gratificante, además de emotivo.
Hizo una pausa, respondió la llamada de su teléfono móvil.
Alguien le recordaba su compromiso vespertino. Él lo confirmó. Colgó y después
de disculparse por haber contestado el celular, sin perder el hilo continuó con
su respuesta.
—En efecto, es un compromiso trabajar aquí en este espacio,
estar ante la oportunidad de ser parte de su historia y compartir las buenas
vibras del Carolino. Es una sensación muy gratificante. Las catacumbas, los
patios, los pasillos, el Barroco, la Biblioteca Lafragua y el Paraninfo te
hacen sentir la obligación que te heredaron quienes forman parte de la historia
de este recinto, que también es la historia de México. Es un gran compromiso
ser parte de esta universidad.
(Alfonso Esparza fue víctima de la poliomelitis, etapa a la
que hace referencia después de la siguiente pregunta y respuesta. Me adelanto a
mencionarlo porque así como la enfermedad produjo desazón también convocó la
solidaridad familiar. Las palabras de Esparza revelan el esfuerzo y la tozudez
que le permitió eliminar las secuelas del mal que hoy prácticamente ya no
existe).
—
¿Tu mejor recuerdo cuando
niño?
—El juego, siempre me ha gustado jugar fútbol. Es lo
primero que me viene a la memoria. Respecto a lo que hablábamos acerca de los
monumentos históricos, me vino a la mente los partidos de básquetbol en la
cancha de San Pedro, ahora Museo de Arte Virreinal y en aquellos días la mejor
cancha que había en Puebla. Jugar ahí era un reto y un privilegio. Estar ahí te
hacía sentir orgulloso. Y te alentaba escuchar los gritos del público que
abarrotaba las gradas. Lo recuerdo con gusto…
—
¿Y el peor momento de tu vida?
—A los tres años tuve polio. Es una etapa de mi vida que se
me quedó grabada. Me caía con frecuencia. Tenía problemas en la pierna
izquierda y en el brazo. No era nada agradable. Cada tercer día iba a las terapias
y durante mucho tiempo tuve que usar zapatos especiales. La libré gracias al
esfuerzo y dedicación de mi madre. Su amor y esmero me permitió recuperarme y
jugar básquetbol, por ejemplo.
—
¿Qué piensas de la mujer?
—Es lo mejor de la vida. Para mí la mujer representa el
sentir en todos los aspectos y lo que se necesita para lograr algo. Alguien
dijo que es la mejor creación de la naturaleza. Estoy de acuerdo.
—El tipo de trabajo que tú ejerces, o sea el de
tesorero, se vincula con el poder, ya sea para ir a tocar puertas y conseguir
recursos o bien para negociar algún tipo de circunstancia. ¿Qué es lo que
piensas del poder, cómo lo visualizas?
—Te enceguece si no sabes cómo manejarlo. Necesitas ponerte
los anteojos de la prudencia y la modestia para poder caminar por la vida sin
que te invada la soberbia y el autoritarismo. Un poder se debe ejercer en
beneficio de los demás. Yo he podido valorarlo gracias a mi necesidad y
obligación de tener que tocar puertas para conseguir los recursos que le
corresponden a la universidad. Este tipo de acciones te permite valorar la
enorme diferencia que hay entre tener el poder y ejercerlo. Te das cuenta que
la importancia la tiene el puesto, que eso es lo que te da el poder. Mientras
lo tienes eres el tesorero de la universidad. Y cuando viene el relevo cambia
todo, incluidas algunas amistades que no fueron tus amigos sino los amigos del
poder.
—Si tuvieras en tus
manos la oportunidad de diseñar un proyecto de beneficio colectivo para los
estudiantes, ¿Cuál sería tu propuesta?
—Algo que les resultara productivo. No hacer programas de
asistencia, que a la larga los lleva a ser más dependientes, sino diseñar y
establecer programas innovadores donde estén realmente comprometidos, donde
apliquen lo que están aprendiendo. Programas que generen nuevas oportunidades.
—Suponiendo que te lo
pidiera, ¿qué le aconsejarías al Gobernador del Estado?
—Yo creo que él es un ejemplo de cómo se debe ejercer el
poder sin cederlo. Es una combinación de liderazgo y de poder bien ejercido. (Mario)
Marín siempre está cerca de la gente, sigue hablándoles como lo hacía antes de
ser gobernador. No es el tipo que se rodeó de veinte guaruras y que nadie se le
puede acercar. No. Él busca a las personas, se les acerca sin protocolos. Su
contacto es natural, sincero; igual que el afecto paternal que brinda a los
niños cuando los carga, cuando él se les acerca, cuando les hace preguntas,
cuando les lleva los beneficios que le permite su cargo de gobernador. ¿Qué le
aconsejaría? Simplemente le diría que siga siendo así, como ha sido siempre
para que la gente lo siga viendo no como el gobernador lejano sino como el
amigo en el poder que se preocupa por sus gobernados, que trabaja para los
demás, en especial para los pobres que son muchos.
—
¿Cuál es tu proyecto a futuro?
—Llevo más o menos el paso de acuerdo a lo que planeé en su
momento. El ejercicio de mi profesión me ha permitido llegar a este puesto. Y
aunque el trabajo de tesorero es muy absorbente, sigue funcionando mi despacho
contable y de auditorías. Ello gracias a que cuento con el apoyo y colaboración
de gente muy honesta y capaz. Lo han sabido llevar, eficacia que me ha
permitido estar de tiempo completo aquí mientras el despacho sigue creciendo.
En unos quince años me veo retirado dedicándome a leer, a escuchar buena música
y escribiendo.
— ¿Tus
memorias?
–Si son interesantes, ¿por qué no?
—
¿Qué lecturas te gustan o prefieres?
—Entre las que me apasionan está el género de la novela.
Otra es la del aprendizaje porque hay que estar al día. Pero las que realmente
disfruto son las que tratan sobre la metafísica, las que determinan que todo en
la vida es producto del poder de la mente. El deseo y la determinación de hacer
cosas te llevan a superarte en todos aspectos. Ahora, por cierto, se habla
mucho de la ley de la atracción. Lo que piensas —dicen— lo atraes. Y hay razón.
Por eso tienes que ser positivo y optimista para eliminar barreras y sortear o
brincar las trampas que te pone el pesimismo.
—Durante muchos años
Puebla tuvo un gran prestigio cultural y de repente, en alguna de sus etapas
políticas, bajó de nivel, cayó estrepitosamente. ¿Tú cómo percibes la cultura
en Puebla?
—Hace falta darle un mejor impulso. Y la universidad está en eso. Contamos
con la visión cultural del rector, acciones que necesariamente mejorarán la
oferta cultural. Ahí está la construcción del Complejo Cultural, que es una
obra que el rector pensó y proyectó precisamente para fomentar las actividades
culturales. La idea es que en algunos años acuda la sociedad a ese Complejo Cultural,
que lo aproveche cualquiera de los sectores socioeconómicos. Pronto estará
lista la infraestructura que necesita Puebla. ¿Qué considero que hace falta?,
preguntaste. Pues oportunidades como el asistir a un buen concierto, a una
buena ópera, o simplemente a un recital. Mejorar la cultura propiciará que la
gente reencuentre, disfrute y desarrolle aún más su espíritu lúdico; que se
difundan las artes y que se promuevan eventos de corte internacional. En la
medida en que haya más ofertas, los poblanos y los visitantes tendremos
oportunidad de disfrutar la vida cultural de Puebla: semanas culturales en las
que participarán otras universidades. Eso va más allá de un auditorio. Es un
complejo cultural con escuelas de arte y exposiciones permanentes. Falta poco
para que tengamos la oportunidad de acudir a algún concierto o a una obra de
teatro o al ballet o incluso a una exposición o juegos florales. En fin, lo que
ocurra en ese espacio poblano incrementará el nivel cultural de la población.
—De la política ¿qué
opinas?
—Es un arte, una ciencia: es muchas cosas y creo que es lo
más complicado de ejercer a plenitud. Es una actividad donde se combinan muchas
cosas, muchos elementos naturales, personales y de formación que es lo que
forma a los buenos políticos. No se trata sólo de un cargo de elección popular.
El ser político funciona en todos los ámbitos. Nuestros papás hacían política
cuando querían convencernos de algo. Por ello Aristóteles dijo que el hombre es
un animal político.
—
¿El personaje que más admiras?
—Pavarotti. Y no estoy influenciado con su muerte. Sus
conciertos siempre me han emocionado. Es el tipo de música que me gusta
escuchar.
—¿Y tu paradigma?
—Abundan los buenos ejemplos a seguir. Los promotores de la
paz son buenos paradigmas. Igual que los premios Nobel. O quienes impulsan la
ecología. Al Gore podría ser uno de ellos.
Y ya que cité a Pavarotti, debo recordar que el tipo era muy buena onda,
muy abierto, muy campechano y sin delirios de grandeza.
—La música ¿te gusta?
—Me gusta la música de todo tipo. Crecí con la música de
los Beatles de los Bee Jees y de Santana. Hasta la fecha me gusta escucharla.
—Y la familia, ¿cuál
es tu opinión de la familia?
—Es el principal gran valor de todo ser humano. Vengo de
una familia unida. Fue un buen ejemplo. Siempre hemos convivido. Somos cinco
hermanos y todos nos buscamos con frecuencia para reunirnos y platicar. Siempre
he procurado que mis hijos y mi esposa tengan buenos ejemplos. Con mi esposa
hicimos una buena combinación. A los hijos los veo sanos, contentos y eso es
lo más importante: cuando tus hijos
trabajan y estudian en aquello que los ha de formar tienes la seguridad que van
a ser personas de bien.
—
¿Algo que quieras agregar?
Agradecerte. No me esperaba este tipo de entrevista. Fue
diferente. También debo decir que siempre trato de mezclar el trabajo con la
familia. Es una forma de involucrarlos conmigo e involucrarme con ellos. Hago
el esfuerzo para, sin abandonar mis responsabilidades laborales, darme la
oportunidad de disfrutar a la familia, que es lo más importante.
@replicaalex
acmanjarrez@hotmail.com