Por Alejandro C. Manjarrez
¡Tengo miedo, tengo miedo! Es el grito
silencioso que reverbera entre las paredes de las oficinas públicas de Puebla.
Y sí, los funcionarios de primer nivel
temen decir algo que moleste a su obligado paradigma. Por ello se volvieron
autistas y desconfiados, además de prudentes, por no decir timoratos.
¡Tengo miedo, tengo miedo! Replican en
confianza los comunicadores y columnistas cuya voz y pluma dibujan los cuadros
más espléndidos del “cadáver exquisito”, creado con las diferentes expresiones
de la burocracia estatal.
Tiemblan ante la posibilidad de formar
parte del infierno ése que describen y ponderan los hombres cercanísimos al
gobernador poblano.
¡Tengo miedo, tengo miedo! Se dicen mirándose
al espejo los académicos de la universidad pública cooptados por el gran
inquisidor del, por ahora, virrey angelopolitano.
La paranoia los apresó. Se les doblan
las corvas al suponer que el pasado, antes motivo de orgullo, pueda revertírseles
para que sean acusados de “guerrilleros ideológicos”, si no es que de funcionarios
corruptos.
¡Tengo miedo, tengo miedo! Sueltan a los
cuatro vientos los empresarios de casa que sufrieron el estiaje unilateralmente
decretado por el dueño del presupuesto gubernamental cuyo operador es un vil
racista financiero.
Presienten que el periodo de los tres
años que faltan, podría prolongarse debido a la mini gubernatura diseñada por
el poder político que, aquí entre nos, se ha despachado con la cuchara grande.
¡Tengo miedo, tengo miedo! Es el grito
ahogado de los priistas cautivados por el canto de las sirenas, caricias
verbales que los indujeron a dar el chaquetazo para congraciarse con los
chaqueteros.
¡Tengo miedo, tengo miedo! Son las cuatro
palabras del nuevo estridentismo poblano, frases cuyo eco reproduce cada uno de
los cuatro gigantes que vigilan el Valle de Cuetlaxcoapan (lugar donde las
víboras cambian de piel), ahora surcado por las naves que transportan al nuevo
Quetzalcóatl.
(¿O no será Tezcatlipoca?)
En este grito, queja, alarido o
exclamación se resumen los tres años del gobierno que unos, los menos,
festejarán echando a volar las campanas de Catedral, y que otros, los más,
aplaudirán debido a que inicia la cuenta regresiva. Lo curioso es que esas voces
de pánico podrían acompañarse de otras, las que provendrán del diafragma de
quienes vivirán en el “paraíso” hasta que el PRI-gobierno empiece a operar para
adquirir el prestigio que obliga el ejercicio del poder republicano. Y entonces
el ¡tengo miedo, tengo miedo!, rebotará entre el cielo y el averno poblanos donde
moran aquellos que hicieron negocios con el dinero del pueblo; y los que se
sometieron al dictado del poderoso en turno; y los que dieron por bueno todo,
hasta las flatulencias verbales de su Jefe, el gran legislador.
Tengo miedo, tengo miedo… musitarán los
que traicionaron sus principios, le voltearon la espalda a la ética pública, se
entregaron al inquisidor, vomitaron elogios en líneas ágata, se empinaron para
mostrar el culo, callaron asustados ante la posibilidad del celularazo o del
cese fulminante, sonrieron en vez de reclamar las ofensas del poder, aplaudieron
al despotismo no ilustrado, guardaron silencio ante las componendas políticas,
y sudaron las calenturas del Gran Tatiaxca.
A final de cuentas el tengo miedo
prevalecerá hasta que las cuentas cuadren, incluidas las que conforman los PPS,
esquema financiero cuyo ropaje burocrático ha tratado de ocultar la deuda
pública y/o endeudamiento voraz y desenfrenado.
¿Y la inteligencia crítica de la BUAP,
el único contrapeso a los excesos del poder?
Ésa no tiene miedo y, así lo dicta la
historia, pronto se hará escuchar, siempre y cuando, que conste, no tema al
Torquemada del poder Ejecutivo.
@replicaalex