domingo, 19 de enero de 2014

La cadena Moreno Valle



Por Alejandro C. Manjarrez

El pasado día 15 (día del III informe de Gobierno) ocurrió en Puebla lo que, tal vez, no volverá a repetirse en décadas y puede ser que hasta centurias: un ex gobernador maduro (Melquiades Morales Flores) apapachó a otro ex gobernador anciano (Rafael Moreno Valle) frente a quien fue política y genéticamente prohijado por ambos (Rafael Moreno Valle Rosas), los tres producto de la cadena de un poder injertado en la democracia mexicana.

La escena cuasi familiar me indujo a reproducir algunas líneas de mi libro: La Puebla variopinta, conspiración del poder, obra en proceso de impresión. Antes de hacerlo aclaro que esta parte del texto fue armada con los diálogos que me confió uno de los protagonistas, así como con las historias que escuché, algunas de ellas en voz de otro ex gobernador, Gonzalo Bautista O’Farril.
1969-1972
—Te tengo dos buenas noticias —le dijo el general y gobernador Moreno Valle a Melquiades Morales Flores, entonces su ex secretario privado—. Una: tu juventud te permitirá aspirar a ocupar la silla que hoy me pertenece; dependerás de tu trabajo y disciplina. Yo ya puse mi granito de arena para ayudarte a construir tu propio destino.
La sorpresa dejó mudo a Melquiades, silencio que el comprensivo doctor rompió al agregar:
—Toma este dinero para que lo repartas entre los diputados. A cada uno entrégale quince mil pesos; diles que se trata del apoyo que tú gestionaste para que se recuperen de los gastos que efectuaron durante su campaña. Esta acción te ayudará a mejorar tu relación con ellos. Ahora la segunda buena nueva: he decidido que tú seas el líder del Congreso.
Las palabras del gobernador sorprendieron a su colaborador. Al percibir la reacción el médico y general le hizo un gesto amistoso con la intención de obligarlo a hablar. Melquiades sólo alcanzó a articular un “gracias” entrecortado por el nudo de emociones atoradas en su garganta. En ese momento no lo supo. Empero, pasado el tiempo, entendió que así había iniciado el curso intensivo que incluyó el manejo de la emotividad, por cierto una de sus cualidades, la que más le ayudó para convencer a quienes ejercían el poder.
Tres meses después de aquel encuentro volvieron a reunirse el gobernador de Puebla y el ya Presidente de la Gran Comisión del Congreso local. Ese día el general y doctor Moreno Valle, le comunicó a Melquiades lo que ninguno de los dos pensó que ocurriría. El primero había cumplido tres años en el cargo y el segundo tenía tres meses en la diputación.
—Diputado —dijo el mandatario con un tono de voz triste—, aquí tienes mi renuncia. Hazla del conocimiento de tus compañeros. Es tu deber. Además toma nota que ahora sí deberás cuidarte solo ya que mañana abandono Puebla.
—Con todo respeto, señor Gobernador, no le acepto la renuncia —se arriesgó Melquiades impulsado por su lealtad—. Somos un estado libre y soberano y los poderes están con Usted sin importar de donde venga la orden.
—No, no. Espera —corrigió el general—. Aprecio tu gesto pero recuerda que soy un militar que obedece al presidente de México (Luis Echeverría). Además estoy enfermo. Así que anda ve y cumple con tu deber. No te preocupes por mí porque al fin podré disfrutar a mi nieto (Rafita) que pronto cumplirá cuatro años de edad.
Con la congoja clavada entre pecho y espalda, Melquiades tuvo que obedecer la instrucción y comunicar al Pleno del Congreso la renuncia de su hacedor. Más tarde dio posesión del cargo de gobernador interino al abogado Mario Mellado García. Y tres semanas después a Gonzalo Bautista O’Farril, el sustituto.
Pasaron varios meses y se repitió la historia: Melquiades recibió de Bautista la renuncia al cargo y enseguida tomó la protesta de ley a Guillermo Morales Blúmenkron, el cuarto gobernador de aquel accidentado sexenio en el que resultó determinante la participación de los universitarios y del periodismo local.
En tres años, la carrera política de Morales Flores se había enriquecido con muchas experiencias de tipo personal y público. Forjó su carácter entre los sustos y las decisiones políticas centrales. También supo que el poder es efímero y que por ello, cuando se ostenta, hay que formar, orientar e impulsar a quienes algún día corresponderán el favor, cuando menos con afecto. Esto permitió a Melquiades mantenerse vigente durante casi medio siglo, tiempo que hizo las veces de fragua. Nunca olvidó al General a quien siempre, de una u otra forma, le manifestó su agradecimiento, respeto y lealtad.
En alguna de las visitas amistosas de Melquiades al doctor Moreno Valle, encontró a su ex jefe físicamente repuesto y con el orgullo militar intacto. Lo admiró aún más. Seguramente se enterneció al verlo actuar en su condición de abuelo de Rafita… el heredero de la dinastía familiar. Como ocurre con los apegos y las ilusiones generacionales, el general Moreno Valle pudo haberle dicho a Morales Flores, que su nieto sería la prolongación de sus ideales, la consolidación de su proyecto político truncado por el resabio presidencial exacerbado por los errores de sus subordinados, fallas que, quizás por la enfermedad que padecía, no pudieron ser corregidas y solventadas.
Curso intensivo
La carrera pública de Melquiades Morales Flores, estuvo entrelazada con la de Rafael Moreno Valle Rosas. El abuelo fue el vínculo y el maestro que le enseñó que en política hay que sembrar para el futuro impulsando a jóvenes en cuyos valores esté presente la obligación de ser recíprocos con sus mentores políticos. Eso creo.
Tres décadas después, Melquiades encontró la oportunidad de corresponder a los favores. Lo hizo dándole cobertura política al nieto del General: complacido le brindó su calor político para, en primer término, mostrarle los vericuetos del poder, incluidos los efectos de las infidencias y traiciones entre pares. Pero…
Hasta aquí la cita.
El resto de la historia es harto conocida. Me refiero a cómo Melquiades hizo de lado su experiencia electoral al grado perder ante su adversario el nieto del General precisamente la elección de senador, hecho que ubicó a Rafael Moreno Valle Rosas en el umbral de la gubernatura.
Pero eso es historia.
En nuestro controvertido presente está la participación e influencia de Fernando Manzanilla Prieto en la vida pública de Rafael. De ahí que su decisión de abandonar el barco que ayudó a construir haya producido una severa crisis existencial en el mandatario poblano. De ello y un poco más tratará mi próxima columna.


@replicaalex