La verdad se corrompe tanto con
la mentira como con el silencio.
Cicerón
Por Alejandro C. Manjarrez
El fin de 2017 y el inicio de este año me indujo a buscar
las razones del “éxito” de Rafael Moreno Valle, el político cuya heterodoxia lo
ha convertido en el ajonjolí de todos los moles, incluido el presidencial.
Encontré que unos ponderan su supuesta honestidad; otros lo señalan como el
avatar de Maximino Ávila Camacho; no pocos lo tachan de mentiroso; un grupo
considerable de ciudadanos lo ven como la calamidad que dejó a Puebla con
deudas, rezagos e injusticias; y no falta quienes le endilguen el epíteto de
traidor. Lo curioso es que en todos los espacios sociales se le considera algo
parecido a un mago político. Esto último porque se ha valido de supercherías
(ficciones jurídicas) para atrapar al pueblo con la red de sus intereses
personales, ahora muy bien custodiados por el mini gobernador que también forma
parte y además se encarga de aceitar los engranes de ese gran tejido
político-burocrático.
Al meditar sobre las razones y los porqués del fenómeno
enunciado, recordé al famoso Diógenes cuya búsqueda de la honestidad no tuvo un
final feliz. Sí, me refiero a quien recorría las calles de Atenas alumbrando su
camino con una lámpara encendida en la mano. “Busco un hombre honesto”,
respondía cuando lo cuestionaban por iluminar el día soleado.
Aquel ciudadano griego, dicen, fue un sabio cuya
inteligencia rivalizaba con sus votos de pobreza. En Corinto —por citar uno de
los pasajes de su vida— Diógenes enfrentó en un encuentro casual al poderoso
Alejandro Magno. Éste lo abordó presentándose con cierta presunción y harta
petulancia. Y aquel, sin inmutarse, respondió agresivo.
—¿Ah sí? Pues yo soy Diógenes el perro.
—¿Por
qué te llaman Diógenes el perro? —condescendió Alejandro.
—Porque
alabo a los que me dan, ladro a los que no me dan y a los malos les muerdo
—reviró el sabio iluminando su rostro con su a veces ofensiva sonrisa
sardónica.
—Pídeme
lo que quieras —dijo el gobernante tratando de ocultar su enojo por la agresiva
reacción de Diógenes.
El
hombre de Sinope no lo meditó mucho y espetó enérgico:
—¡Quítate
de donde estás porque me tapas el sol!
—¿Acaso
no me temes? —cuestionó enérgico Alejandro Magno sin poder ocultar su molestia.
—Gran
señor, ¿te consideras un buen o un mal hombre? —reviró laxo aquel vagabundo
griego.
—¡Me
considero un buen hombre! —se defendió Alejandro.
—Entonces...
¿por qué habría de temerte? —replicó Diógenes.
A
esas alturas de la conversación entre el arrogante Alejandro y el harapiento pensador,
los guardias reaccionaron como suelen hacerlo nuestros modernos guaruras.
Creció el murmullo y antes de que algo grave ocurriera, Magno alzó la voz
dirigiéndose a ellos y a sus corifeos:
—¡Silencio...!
¿Sabéis qué os digo a todos? —hizo un impasse para recorrer con la vista sus
rostros antes de soltar su ironía—: Que si no fuera Alejandro, me gustaría ser
Diógenes —sentenció.
He
traído a cuento la anécdota con la intención de establecer que la honestidad es
una actitud muy difícil de encontrar. Lo mismo que la ética y la verdad. Estos
tres valores suelen estar ausentes en el ámbito público donde los
eufemísticamente llamados servidores suelen despreciarlos u omitirlos o, en el
mejor de los casos, tergiversarlos para poder incluirlos en su discurso.
En
Puebla, como lo apunto al inicio de estas líneas, tenemos una espléndida
muestra de esa llamémosla contradicción. Un hombre que, como el profeta Oseas,
prometió cosas e hizo exactamente lo contrario. Fue (o es) algo así como…
El
ilusionista del cerro de Loreto
Rafael Moreno Valle no es, por cierto, un hombre bíblico o
paradigma de la honestidad. Menos aún un filódofo. Sólo es un ser humano cuya
fama pública se debe a la auto propaganda a su favor, incluidas las notas subidas
a las redes y los sesudos análisis de ciertos politólogos orgánicos y las
distintas (a veces coincidentes) versiones resumidas en Twitter. De ahí que resulte
obligado hacer algunas preguntas; a saber:
¿Cómo es posible que importantes comunicadores omitan los
hechos que todos los poblanos conocemos, actos, circunstancias y despropósitos
profusamente comentados en Internet? ¿Será que les pagan por alabar, para que no
“muerdan”, diría Diógenes?
Ello confirma —repito lo que comentó algún columnista del siglo
pasado— que por cada político amigo que hace el periodista, se pierde una tecla
de la máquina de escribir (hoy ordenador). Y lo peor para esta mi cavilación,
misma que carece de originalidad, fue la duda sobre la ética y la honestidad de
ciertos comunicadores y columnistas. Me pregunté y lo sigo haciendo:
¿No le parece extraño que omitan el gran pasivo que dejó en
las finanzas públicas; que soslayen cómo fue que Moreno Valle manejó la
conformación de los poderes; que se olviden del control ejercido sobre los
partidos políticos; que minimicen su “gran proyecto transexenal” basado en la
nominación de dos sucesores, uno de ellos (Tony) ya nombrado y la otra (su
esposa Martha) a punto de ser ungida candidata?
Por si fuera poco lo enunciado, agrego a esos olvidos
mediáticos (concertados o no) el hito que significa nombrar presidente
municipal de la capital del estado a uno de sus empleados, designación que
trastocó las leyes en la materia y desde luego la ética pública. También
destacan las acciones del gobierno destinadas a castigar a la prensa crítica. Y
qué decir de la persecución de líderes y/o dirigentes inconformes con su
política, la morenovallista...
En fin
Son
circunstancias que me recordaron la lámpara de Diógenes, misma que permanece
“encendida”. Y así estará hasta que alguien descubra al hombre honesto en
funciones de político, lo cual conlleva el siguiente problema: para ser honesto
primero hay que ser ético ya que sin esta norma —parafraseo a Albert Camus— el
hombre seguirá siendo una bestia soltada a este mundo.
Además,
con el fin de validar los valores enunciados, habría que agregar la verdad para
que la honestidad y la ética dejen de ser dos de los vocablos vanos en el
discurso político tradicional, como el del ex gobernador de Puebla,
precisamente.
Partiendo
de lo dicho cabe preguntarse: ¿Rafael Moreno Valle es servidor público ético,
honesto y veraz?…
Usted,
lector cómplice, sabe la respuesta. Igual que la conocen aquellos que forman
parte de su grupo íntimo encabezado por su cónyuge Martha Erika Alonso quien, a
su vez, resulta la principal beneficiaria de la heterodoxia y, por qué no, hasta
de las crisis existenciales de su marido.
@replicaalex