La ilusión se vale cuando la
realidad la toma de la mano
Por Alejandro C. Manjarrez
La Mesa Directiva hizo sonar la campana que
reiniciaba la sesión. En ese momento el diputado presidente procedió a tomar la
protesta de ley al mandatario. Y éste respondió con un enfático y sonoro:
“¡Sí, protesto!”
El nuevo conductor del destino de México se acomodó
la Banda Presidencial. Sabía que necesitaba comunicarse con los testigos del
acto transmitido por todos los medios de comunicación electrónica: “Estoy
consciente de mi responsabilidad republicana”, fue su mensaje corporal.
Los aplausos opacaron las palabras del legislador
que cedió el uso de la palabra a Rodrigo del Campo Santiesteban.
Del Campo acomodó los micrófonos antes de recorrer
con la vista los rostros del millar de testigos y mirar hacia la cámara de
televisión que enfocaba su imagen, señal difundida con el propósito de llevarla
al hogar de millones de mexicanos. Aspiró oxígeno e inició su discurso:
Lo que
escucharán ustedes, ciudadanos de esta nación e invitados de los países amigos,
es la confesión de un hombre que tuvo que ponerse la máscara de la simulación;
un ciudadano que fue obligado a mimetizarse para poder ocupar los cargos
públicos que ejerció antes de llegar a esta alta tribuna de la República, en
calidad de presidente de México...
Las palabras del nuevo presidente se escucharon en
las bocinas colocadas en los despachos del edificio sede de la Cámara de
Diputados. En uno de ellos, dos mujeres mellizas se abrazaron deseándose
suerte:
—La que salga viva —dijo Minerva— terminará lo que
inició nuestro abuelo.
—Hermana —respondió Mireya—, las dos saldremos
vivas; no seas catastrofista.
Sonrientes y tomadas de la mano, las mujeres se
desearon suerte antes de abandonar su escondite provisional. “¡Hagámoslo por
Alexander, el abuelo!, le dijo Minerva a su hermana gemela.
Señoras y
señores legisladores:
Confieso
ante ustedes que me disfracé de corrupto. Confieso que me puse el disfraz de
comerciante del poder. Confieso que mañosamente me introduje en los grupos
económicos donde suele discutirse el destino del País. Confieso que acepté dádivas
y establecí compromisos. Confieso que fui celestino de influyentes y poderosos.
Confieso que serví de cabildero del gobierno ante los miembros de esta
soberanía a quienes, en algunos casos, simulé corromper. Confieso que callé las
injusticias que cometían los gobernantes. Confieso que encubrí a quienes
tuvieron en sus manos el poder manipulándolo para su beneficio personal.
Confieso que cerré los ojos a la corrupción imperante en los mandatos a los que
serví. Confieso que no denuncié las negociaciones entre los delincuentes de
cuello blanco y el poder político. Confieso que fui omiso ante la transgresión
de la ley para abrirme paso en la ruta que me condujo a ocupar este honroso
cargo desde el cual, ahora lo juro por mis padres a quienes debo las convicciones
que nunca he perdido y menos olvidado, serviré a la patria y combatiré sin
descanso a los corruptos, la gran peste de México.
El murmullo de los asistentes obligó al presidente
a suspender la lectura para tomar un sorbo de agua. Minerva aprovechó el impasse
para ingresar al recinto. Mostró su identificación y los guardias la dejaron
pasar. Lo mismo hizo Mireya pero por otra de las puertas de acceso. En ambos
casos se escuchó el “pase usted diputada”. Y como si se transmitieran el
pensamiento, las dos, cada una lejos de la otra, pensaron sin quitar los ojos
de la tribuna: “Qué bueno que te confiesas Rodrigo porque pronto vas a morir”.
Todo lo
que hice me permitió trabajar dentro de las estructuras del gobierno.
A estas
confesiones agrego otra, la última: mi compromiso, mi deuda me obliga a
rescatar los principios que por supervivencia burocrática tuve que ocultar
haciéndome pasar como uno más de los eficaces operadores políticos y
financieros del poder que institucionalizó la corrupción.
Tuve que hacerlo. De lo contrario me
habría visto obligado a prescindir de mi intención y dar por concluida mi
carrera política. Hubiese dejado trunco el propósito de mejorar y crear las
condiciones para hacer de México un mejor país a partir de la verdad...
Sé que la verdad es uno de los valores ausentes
en el sector público. Por este lamentable abandono se han cometido miles de
crímenes y se ha tolerado a la delincuencia organizada.
También sé que la mentira sustentó los
proyectos políticos de quienes gobernaron al Estado mexicano. Ante lo
irremediable, señores y señoras diputados, senadores, representantes del poder
Judicial y miembros de la sociedad civil, los conmino a borrar el pasado
(excepto cuando haya que aplicar la ley) y a poner las bases para que en
nuestra nación la verdad sea el eje del comportamiento de los servidores
públicos, el punto de partida de los tres niveles de gobierno y los poderes de
la Nación.
Juan
Hidalgo, que vigilaba desde uno de los palcos, vio a Minerva ocupar su curul.
La había observado desde que entró al recinto y, como le ocurrió cuantas veces
se topó con ella, nuevamente quedó cautivado por la cadencia y movimientos que
daban a su belleza un extrañó señorío. “Vaya hembra”, se dijo una vez más antes
de volver los ojos a la tribuna.
Por ello les propongo legislar para que
la mentira y la manipulación de la verdad se conviertan en un delito que por su
penalidad no alcance fianza. En sus manos está el dar un viraje hacia el
encuentro con la verdad y hacer de este principio el eje rector de nuestro
sistema jurídico y político.
He leído y revisado documentos que han
pasado por el escritorio presidencial en los cuales se detalla directa o
indirectamente las distintas formas de corrupción. Mis predecesores los
conocieron y guardaron silencio con la idea de mantener el statu quo, la calma chicha, la ausencia de
la verdad. Ninguno se atrevió a combatir sin reservas ese cáncer social porque,
arguyeron, hubiesen tenido que suspender las garantías individuales para
enjuiciar a todos los funcionarios públicos corruptos y también a sus
cómplices; e incluso, dependiendo de los daños que hubiese causado su
comportamiento, establecer la pena de muerte, únicamente para aquellos
servidores que hubieran traicionado al pueblo que les brindó su confianza y
puso en sus manos su destino.
—Jefe, estoy borracha o hay en el recinto dos
diputadas gemelas —dijo por el radio Lupe—. La primera ingresó hace tres
minutos y la otra acaba de entrar por otro de los accesos…
— ¿Estás segura? —preguntó Hidalgo al tiempo que
usaba los binoculares para ubicar a la segunda diputada.
—Lo estoy porque nunca olvido los rostros, y menos
los bellos como el de la diputada Wood —confirmó Lupe.
— ¡Ya! Ya la ubiqué —dijo Hidalgo—. En efecto
parece un clon de la diputada Minerva. Opera de inmediato el plan Halcón 1. Que
aborden a las dos, pero sin que haya escándalo. ¡Muévete! ¡Muévanse!
¡Anúlenlas! ¡Una está en la fila eme, junto al pasillo 2 oriente, y la otra en
la ele, pasillo 4, lado poniente! —fue la orden que escucharon los guardias a través
de su “chícharo”.
Tres hombres y dos mujeres se levantaron de las
curules que se les había asignado. Lupe y otra agente se dirigieron al lugar
donde estaba Mireya mientras que los otros rodeaban a Minerva. Todos los
movimientos se hicieron como si se tratase de algo casual…
El problema, señoras y señores, amigos
y colaboradores, es que no alcanzarían los seis años para enjuiciar a todos los
criminales.
Hoy el panorama es peor que el de hace
tres décadas. México padece el poder de las mafias del narcotráfico; su
territorio está prácticamente controlado por sicarios y narcotraficantes cuya
riqueza les permite comprar conciencias, maniatar autoridades y comprometer
gobernantes. En este caso la pena de muerte no resolvería el problema debido a
que esos delincuentes viven retándola; saben que su destino está tan bien
definido que ninguno de ellos podría asegurar que llegará a viejo. La ejecución
prescrita por la ley sería una medida drástica sí, pero no resolvería el
problema.
Lo que funciona es la unidad popular
contra cualquier tipo de delincuencia. De ahí que mi convocatoria, que baso en
la verdad, incluya y convoque a los poderes de la Unión para que diseñen el
plan rector que habrá de servir a todas las instancias y niveles de gobierno.
Se trata de emprender la campaña más intensa y larga de la historia cuyo
objetivo sea eliminar al crimen organizado y, al mismo tiempo, establecer los
mecanismos para impedir que sigan existiendo las células del delito así como
las condiciones para que éste prevalezca y prolifere:
Una de
ellas, la urgente, es la reforma educativa transexenal.
Otra, el trabajo suficiente y bien
pagado, intención que exige un programa de productividad y competitividad.
La tercera acción consistirá en
profesionalizar a los cuerpos policiacos y apoyarlos en su labor para que tenga
éxito nuestro programa de investigación preventiva universal manejado por
representantes del gobierno y la sociedad.
La cuarta se basa en promover la
cultura para que el pueblo cuente con alternativas de desarrollo personal y
familiar.
La propuesta general incluye modificar
los códigos para que el Estado tenga facultades e incaute dinero, acciones,
bienes inmuebles, obras de arte, cuentas de cheques, empresas y propiedades de
quienes sean confesos del delito de delincuencia organizada, incluidos el
lavado de dinero y la corrupción de los funcionarios públicos. Si ustedes,
señores y señoras legisladores, así lo legislan, la riqueza proveniente del
delito tendría que aplicarse a los programas sociales del Estado.
A partir de hoy la transparencia será
la columna del gran edificio que es el Estado mexicano.
Con base en ello informo a la sociedad
que en este momento los aeropuertos y las carreteras están controlados y
vigiladas por el ejército. Se trata de impedir que escapen a la acción de la
justicia más de doscientos funcionarios a los que se les comprobaron delitos de
corrupción, omisión y connivencia con los delincuentes y asesinos que han
puesto a México en el peor de los escenarios de su historia: hace tres meses
inició sus labores de investigación y consignación de expedientes, el cuerpo de
inteligencia cuyos integrantes son profesionistas de alto perfil y comprobada
honestidad.
Cuando
Minerva y Mireya Wodd Armendáriz trataron de reaccionar, los agentes ya las
habían inmovilizado, a la primera con una inyección que prácticamente la
paralizó: lo único que pudo mover fueron sus enormes ojos grises que parecían
protestar por la violación de su fuero. Y a la segunda le aplicaron una
descarga eléctrica en el estómago. La distancia entre ambas acciones permitió
al personal de Juan Hidalgo mantener la discreción. Sacaron a Mireya del
recinto con el pretexto de que había sufrido un ataque nervioso. Lo mismo
ocurrió con Minerva. No hubo ningún movimiento que llamara la atención gracias
a que los diputados vecinos se mantuvieron en sus asientos para, les habían
dicho, no interrumpir al señor presidente.
Se reformará el esquema de seguridad
nacional para que los mexicanos se sientan seguros y confíen en las medidas
preventivas que permitan el fortalecimiento de la paz social. Esta soberanía
recibirá la iniciativa correspondiente.
De acuerdo con los ministros y jueces
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, propondré cambios a la Ley
Orgánica del poder Judicial. La intención es agilizar los procesos de
impartición de justicia y eliminar ficciones jurídicas que propicien
interpretaciones violatorias de los derechos de las personas.
La banca nacional se someterá a
controles estrictos, tanto nacionales como internacionales. Las instancias
respectivas se coordinarán con las organizaciones no gubernamentales con el fin
de evitar que el lavado de dinero forme parte de los negocios financieros que
han permitido la proliferación de enormes monumentos inmobiliarios a la
corrupción.
Señores legisladores: ministros,
magistrados y jueces del poder Judicial; gobernadores y presidentes
municipales; ciudadanos:
Ratifico la postura del gobierno que
presido sobre no mirar hacia atrás excepto cuando de castigar delitos se trate.
Ahora permítanme algunos comentarios
personales, historias para muchos de ustedes desconocidas:
Hace poco más de dos décadas mis padres
cayeron víctimas de los sicarios del poder económico que resultó afectado por
la política energética del gobierno mexicano. Eran tiempos de rencillas y
venganzas irracionales. El ciclo de vida de esos y otros criminales, la mayoría
fallecidos de muerte natural y en condiciones de privilegio, exhibe lo que es
una constancia irrefutable de que en México la impunidad formó parte de
acuerdos violatorios al estado de derecho.
En los años que trascurrieron después
del asesinato de mis progenitores, tuve el apoyo del cardenal Miguel Torres de
Santa Cruz y Asbaje, aquí presente. Con su sabiduría él me indujo a adoptar el
consejo de Lucas. El santo católico dijo en su parábola: ‘Ninguno que empuñe el
arado y luego mire hacia atrás es bueno para el Reino de Dios”.
Entonces lo escuché con amor filial y
grabé cada una de sus palabras en mi inteligencia laica.
Los
senadores que rodeaban al cardenal voltearon a verlo curiosos y sorprendidos
por la referencia personal que había hecho Rodrigo. El cardenal se mantuvo
impávido. Las huellas de su edad le generaban respeto y admiración. Por sus
años era un anciano. Pero por sus actitudes parecía un hombre con el vigor de
la juventud.
Ahora me baso en mi obligación
republicana para ante ustedes ratificar que como este no es un reino y menos un
mandato divino, sólo miraremos hacia atrás cuando se trate de perseguir delitos
no prescritos. Con su apoyo podré construir la palanca para impulsar el cambio
que permitirá que en México ya no exista la impunidad…
Don Jesús Reyes Heroles dijo que hay
que aprender a salir limpios de los asuntos sucios y, si es preciso, lavarse
con agua sucia. Muchos de los forman parte del mandato que protesté cumplir,
han seguido el consejo del político mexicano. A varios de ellos les asigné la
responsabilidad de coordinar las acciones cuyo objetivo es mejorar el prestigio
del gobierno y por ende de México. Les anticipo que pasaremos por un proceso
paradójico ya que vamos a utilizar la riqueza mal habida para quitar las
manchas y recuperar el prestigio de la institución republicana.
Para todo
ello necesito su apoyo y espero su comprensión.
¡Viva la
Patria. Viva México…!
Hasta aquí la fábula que forma parte de mi novela El poder de la sotana (Ed.
Cruman, abril de 2014). La he insertado para mostrar al lector lo que
podría ser el punto de partida de una nueva época nacional donde la verdad sea
el antídoto eficaz contra la corrupción y la impunidad. Sin embargo, hay un
problema: el dinosaurio todavía sigue medio dormido y dando de coletazos. Me refiero al dinosaurio que escapó del cuento de Augusto Monterroso para ubicarse en nuestro
territorio reciclándose con las costumbres de la política mexicana, incluido,
obvio, el adn del conquistador
español, legado cuya presencia en Amerindia fue acompañada por la corrupción
que entonces existía.
Lo comprobamos durante en mandato de Vicente Fox
Quesada. Lo ratificamos en el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Y con lo
ocurrido en lo que va del régimen de Enrique Peña Nieto, confirmamos que ningún
presidente se ha librado de los vicios del sistema político mexicano, lastre
cuyo origen aparece detallado en la extensa bibliografía sobre la corrupción
institucionalizada.