Por Alejandro C. Manjarrez
Dejemos por el momento la egregia y mediática figura de Rafael Moreno Valle, el gobernador más visto en este mes de enero. Y centrémonos en lo que parece ser una crisis política y moral que propiciará el naufragio de las instituciones de Puebla y del país, ámbito del cual se escapó el rector de la BUAP.
Pero antes de entrar en materia, permítame el lector citar una de las reflexiones que Octavio Paz plasmó en El laberinto de la soledad:
“La oratoria se ha convertido en el género literario predilecto de la gente próspera. Más que un estilo es una marca, un distintivo de clase. Al lado de la oratoria y sus flores de plástico, triunfa y se propaga la sintaxis bárbara en los diarios, las inepcias de los programas de televisión americana doblados al español por gente ignorante tanto del inglés como el castellano, la diaria deshora de las palabras en altavoces y radios, la cursilería empalagosa de la publicidad –toda esa asfixiante retórica a un tiempo nauseabunda y azucarada de gente satisfecha y aletargada por el mucho comer. Sentados sobre México, los nuevos señores y sus cortesanos parásitos se relamen ante gigantescos platos de basura florida. Cuando una sociedad se corrompe, lo primero que se gangrena es el lenguaje. La crítica de la sociedad, en consecuencia, comienza con la gramática y con el restablecimiento de los significados…”
Vemos pues que las palabras de Paz parecen haberse escrito con la idea de enmarcar lo que está ocurriendo en gran parte del territorio nacional. O peor si consideramos que no obstante el tiempo trascurrido (sesenta años), las cosas siguen igual que antes. De ahí que tengamos varios políticos y candidatos (o aspirantes a serlo) enredados en su palabrería rústica, hueca y en algunos casos tecnocrática; personajes de la vida pública cuya cultura se limita a dos libros utilitarios, cuando mucho; gobernantes empeñados en trascender no por su obra y respeto al mandato popular y a la máxima Ley, sino por lo espectacular de sus iniciativas personales y de gobierno; y pactos, convenios y alianzas –afianzadas o rotas– que muestran el deterioro de la democracia y los brutales atentados contra la inteligencia del pueblo.
En este enredo de intereses y pasiones resulta alentador que Enrique Agüera Ibáñez haya declinado a la postulación por la candidatura al Senado de la República. No importan los motivos de su decisión. Lo que interesa son los efectos que propiciará el hecho, ya que el rector concluirá la gestión para la que fue electo. Y lo hará con las siguientes ventajas:
*La Universidad Autónoma de Puebla seguirá autogobernándose (trascendió que con la salida de Agüera el gobernador podría controlar la vida universitaria). No habrá mano negra pues, y menos aun extraña o ajena en la sucesión que viene. Prevalecerá la convivencia política y académica que ha mantenido en paz a la BUAP. Con ello se evita el regreso de la inestabilidad cuyo espectro ahí está, detrás de las intenciones de control gubernamental.
*Continuará el desarrollo de la Institución considerada en México como la principal impulsora de la cultura y con posibilidades de serlo en el área de la tecnología, la ciencia y, por ende, de las patentes, esquema éste que detonó las economías de China y la India, por ejemplo. Por ello, supongo, la creación e impulso de la Ciudad de la Ciencia y el Conocimiento.
*Se afianzará el empuje que el rector y su equipo han dado a la vida académica y financiera para que en algunas de sus áreas la Universidad poblana sea considerada como una de las mejores de América Latina, galardones que, según se ha publicado, cuentan con el reconocimiento y aval de sus pares.
Ahora veamos cómo contrasta la realidad política auspiciada por la falta de interés cultural o el exceso del pragmatismo, actitud donde está ausente el talento que propicia la cultura, precisamente. O parafraseando a Paz, el espacio saturado de la demagogia impregnada de los barbarismos que retratan de cuerpo entero a varios de los aspirantes a cargos de elección popular, con los cuales iba a departir y competir Enrique Agüera.
La formación de casi todos los aspirantes dista mucho de ser la mejor para comprender los problemas de México. Algunos se han hecho bajo el calor de la política chicharronera: su carrera pertenece al padrino que los impuso, formó, financió, impulsó e incluso los hizo ricos y socios de negocios turbios. Otros, los menos, son producto de lo que eufemísticamente se llama “cultura del esfuerzo”, empuje que por obvias razones los mantuvo lejos de las lecturas formativas. Entre ellos hay alguno que, aunque usted no lo crea, prometió convocar a una consulta pública para ver si se derogaba la Ley del Talión. En fin.
En ese ambiente estuvo a punto de, valga la expresión, caer el rector de la BUAP para alejarse de su alma máter y todo lo que representa la vida académica. Y así, intuyo que preocupado, quedar en las manos de quienes antes de llegar al poder lo consideraron un poderoso enemigo al cual había que eliminar, primero desprestigiándolo y después...
Como ve, se salvó Enrique Agüera… y también la Universidad.
Twitter: @replicaalex