Por Alejandro C. Manjarrez
Mario Marín dejó herida de muerte a la clase política de Puebla.
Llegó Rafael Moreno Valle al poder y, sin recato ni remordimiento alguno, decidió darles el “tiro de gracia” a los grandes y también a los pequeños dinosaurios, a unos cooptándolos para su causa, y a otros denunciándolos o poniéndolos en el umbral de la picota, acción operada también para beneficio del nuevo gobernador.
Todo indicaba que el priismo poblano estaba acabado, incluidos los militantes cuya capacidad de convocatoria podría haber hecho alguna mella al gobierno variopinto. Nadie se movió ni dijo algo en contra de la nueva administración. Parecían víctimas del pánico a sufrir la purga política que suele disfrazarse con la denuncia judicial. Pocos, los que conservaron la esperanza, medio levantaron su voz confiados en que, como ocurrió meses después, llegaría el milagro electoral” que hizo candidato ganador a Enrique Peña Nieto, circunstancia que produjo otro “milagro”: la reconstrucción o reinvento de los priistas que, cual ave fénix, de sus propias cenizas pues, resurgieron para emprender el nuevo vuelo.
Priistas con futuro
Lo que acaba de leer se deriva de lo que vi el viernes pasado en la comida que organizó e-consulta para festejar sus 10 años de existencia, priistas con rostros sonrientes y actitudes optimistas que avalan lo del fenómeno “ave fénix”, expresiones que me obligaron a reflexionar sobre aquellos que por serlo y en serio, tienen su futuro político asegurado. He aquí algunos ejemplos:
Alberto Jiménez Merino: su ortodoxia, prestigio, profesión, especialidad y priismo bien definido, lo han mantenido cerca del círculo del poder republicano. Seguramente lo veremos en la administración pública nacional hasta que se le presente otra oportunidad electoral. La Fundación Isidro Fabela lo ubicó cerca del nuevo Presidente de México.
Alejandro Armenta Mier: él definió su futuro sin las presiones personales que, por ejemplo, adoptó Javier López Zavala, su amigo y ex cómplice en la búsqueda de la gubernatura. Tiene a su favor su irrefutable priismo combinado con la experiencia que obtuvo en la administración pública. Fue marinista sí, pero más que por vocación por institucionalidad. Y en esos trotes percibió el sabor amargo de la derrota que propicia el desprestigio convertido en escándalo mediático y por ende en estrategia electoral. Bueno, a ello habría que agregar (si fuese cierta) la supuesta traición política-electoral negociada por el Precioso, precisamente para obtener impunidad.
Pablo Fernández del Campo: cerró sus oídos al canto de las sirenas y decidió ser priista de horario completo, sin la máscara que usaron algunos de sus correligionarios para, al mismo tiempo, quedar bien con el poder variopinto y simular su priismo a ultranza. Pablo perdió la última elección; sin embargo, más que un lastre, esa derrota será su plus político.
Enrique Doger Guerrero: llega al Congreso de la Unión con el mérito de ser el único priista que pudo ganar la elección en una ciudad panista de tradición y querencia. Por su cercanía con el gobernador de Puebla –amistad que data desde que ambos combatieron y criticaron las actitudes de Mario Marín, actos que al final del día desprestigiaron al ex gobernador–, podría ser el enlace político legislativo idóneo entre el gobierno de Enrique Peña Nieto y la administración de Rafael Moreno Valle. Esto si el próximo año no resulta postulado para la candidatura al municipio que ya gobernó.
Rocío García Olmedo: curiosamente fue la primera en recibir la credencial de la Cámara de Diputados (la número uno). Igual que Doger, Rocío ganó la elección en un distrito (Atlixco) que se hizo panista, en este caso para repudiar al cacicazgo de Eleazar Camarillo Ochoa, dominio que por décadas sufrieron sus habitantes. Ello además de luchar contra el “fuego amigo” que a toda costa quiso hacerla perder. Su capacidad jurídica la hará indispensable para las negociaciones políticas y de género. Lo del número uno es porque –así se lo comenté a manera de broma– llevaba años haciendo la cola para llegar al Congreso de la Unión.
En otro segmento están los priistas-chabelianos: la senadora Blanca Alcalá Ruiz y el diputado Carlos Sánchez Romero, éste último coordinador de la diputación poblana; ambos comprometidos con el proyecto de Jorge Estefan Chidiac. De ahí que lo que hagan o digan o dejen de hacer y decir llevará el sello del actual secretario de Finanzas de CEN del PRI cuyo futuro, el que él busque, está prácticamente asegurado.
Futuro con el sello del PRI
En unos meses Puebla tendrá un proceso electoral sui géneris en su historia política: se elegirán por cuatro años y ocho meses, 217 alcaldes y 42 diputados locales. En el 2017 este grupo participará en la sucesión del gobernador que por única vez será de un año ocho meses, así como en la siguiente que se empatará con las elecciones federales. De ahí la importancia que tendrán los priistas mencionados quienes, seguramente, se convertirán en el mayor escollo para el proyecto del gobernador Rafael Moreno Valle, esquema en el cual están incluidos sus principales operadores, Fernando Manzanilla Prieto el principal, intención que comentaré en otra entrega.
Twitter: @replicaalex