Por Alejandro C. Manjarrez
Según dicho del propio gobernador Rafael Moreno Valle, la única fobia política que tiene, es hacia los traidores y quienes acostumbran jugar sucio o no cumplir los acuerdos signados o de a bigote. Así me lo dijo el día que lo entrevisté para la revista Réplica. Aún era senador de la República y su equipo andaba de parranda: Fernando Manzanilla Prieto, dándole consistencia a sus negocios; Marcelo García Almaguer, echándole los kilos a los business regios; José Cabalán Macari Álvaro, dejándose ver en el jet set político; Pablo Kaufmann, iluminándose con la luz del mundo financiero; y Roberto Moya Clemente, sacudiéndose con el cepillo de la academia aquellos viejos polvos burocráticos.
Con el coraje reflejado en su rostro, Moreno Valle no quiso dejar dudas respecto a su animosidad contra Mario Marín Torres. Por ello dijo con la contundencia que le conocemos:
“Cuando yo he dado mi palabra, la he cumplido. Y cuando se me ha dado no ha sido cumplida. Esa es la causa de muchas acciones que he emprendido. Esa es mi fobia. Todo lo demás es parte del juego…”
En otra entrevista, la que le hizo Blanca Lilia Ibarra, misma que está publicada en su libro Expresiones, entre lo público y lo privado, el hoy mandatario respondió que él no era traidor al PRI. “Para mí la traición se hizo a los ciudadanos por parte de algunos priistas, que yo no estuve dispuesto a defender –dijo–. Estoy convencido de que le serví en su momento al PRI, la prueba es que siendo precandidato (al gobierno) yo no me fui del PRI; al contrario, me sumé, fui institucional, fui leal con el partido. Ahí estuvo la prueba de fuego, pero todo tiene límites. Una cosa es la lealtad y otra cosa es la traición a tus principios, a tus valores, que eso no es negociable. Tomé la decisión correcta porque la circunstancia lo ameritaba (affaire Cacho-Marín-Kamel). La prueba es que gané el Senado”.
Vienen a cuento estas citas porque las considero necesarias para ubicar lo que parece ser un prudente cambio de actitud en el gobernante poblano, a partir de que no tiene fobias y que repudia la traición. Incluya aquello de que cumple su palabra y que es institucional mientras la otra parte, sus correligionarios, no atenten contra sus principios y valores. Además de que defiende las causas justas y, valga la expresión, que no le busca mangas al chaleco.
¿Y qué pensará el presidente municipal Eduardo Rivera?
Si le hiciéramos la pregunta seguramente avalaría lo que acaba usted de leer. Esto porque –supongo– Moreno Valle y él ya fumaron la pipa de la paz para no haya traiciones y que la lealtad sea el eje de la relación entre ambos. La razón es simple: los tiempos por venir, que por cierto llegarán cargados de borrascas políticas, les han obligado a unir esfuerzos en vez de dividir sus fuerzas.
Gritos y sombrerazos
Por ese necesario entendimiento y obligado cambio de actitudes –ésta es mi impresión–, el mandatario y el alcalde se pusieron de acuerdo para festejar las Fiestas Patrias y el Grito de Independencia. Finalmente los dos son políticos que algunas veces han caminado a contrapelo y otras transitado por terrenos lisos, llanos y floridos. De ahí que pudieron haber pactado para no leerse la buenaventura, ni gastar su pólvora en infiernitos, ni usar los servicios de chamanes para que, debido a sus trabajitos, uno o el otro se tropiece, falle, fracase o se equivoque. Más vale un mal trato que un buen pleito, dicen los abogados.
¿Y qué piensa Eduardo Rivera Pérez de la obvia y publicitada incompatibilidad de caracteres?
Igual que en el caso de Moreno Valle, acudo a mi archivo y cito lo que manifestó en la entrevista que le hice, también para la revista Réplica:
“Lo he dicho: nuestros estilos son diferentes. Tenemos nuestras discrepancias. Decir que no las hay sería un absurdo. Si en las mejores familias existen, si en la relación con alguna persona se dan, sonaría falso decir que no las hemos tenido. Las hay. Somos personas distintas. Tenemos responsabilidades diferentes; sin embargo, lo que puedo decir es que entre el gobernador y el presidente municipal siempre ha existido la capacidad de los acuerdos y el diálogo, la aptitud para desarrollar el trabajo en conjunto…”
Y así fue: esa capacidad para el diálogo y el acuerdo se tradujo en una conveniente aunque extraña decisión: habrá Grito en el zócalo y desde el Palacio Municipal. Pero también el gobierno del estado dará una gran fiesta allá en Los Fuertes: hartos cohetes y fuegos artificiales mezclándose con los fuegos fatuos surgidos del cementerio de los héroes.
Tendremos pues un interesante “enroque histórico”, ya que el apartheid que se manifestó en la Puebla del siglo XVI ahora dará un interesante giro: la fiesta de los barrios superará al festejo de la ciudad.
Twitter: @replicaalex