Por Alejandro C. Manjarrez
Leí que publicó el Globo (Brasil) sobre Marcos Camacho, alias Marcola (dicen que fue una entrevista ficticia), y coincidí en lo toral de ese “invento”: el problema del narcotráfico parece no tener solución ya que el gobierno –el que sea– se enfrenta a una empresa multinacional cuyo capital suma miles de millones de dólares, organización que se nutre de la pobreza cuyo crecimiento es exponencial.
Después de analizar la fantasía que le endilgan a Camacho, yo también eché a volar la imaginación para, a través de Herminio Benito Cruz y Tlacuilo, gobernador novelado, sugerir la forma de resolver el problema a pesar de que, como supuestamente lo dice el capo, la propia idea de solución sea un error, como el que forma parte de mi novela: Corrupción, divino tesoro.
Resumo, pues, el episodio de mi invención:
Víctima del insomnio, Herminio se refugia en su despacho. Lo único que escucha es el croar de los sapos que parecen festejar el chaparrón que durante esa noche cayó del cielo horadado por una impresionante tormenta eléctrica. Consulta su reloj: son las 2 de la mañana. Busca en el librero algún libro y lo que encuentra es el diario de su asesora, la más hermosa e inteligente de sus colaboradoras. En ese momento se acuerda de que María de la Hoz lo había olvidado y que él mañosamente lo escondió entre los libros con la intención de hacerle una broma y, si acaso no lo reclamaba, leerlo a hurtadillas para descubrir los secretos de su bella María. Nunca imaginó que lo leído esa noche le prolongaría la vigilia y la angustia hasta el último día de su gobierno, gracias al asedio del crimen organizado.
He aquí el texto de María de la Hoz leído por el gobernador, lista de ideas basada en la anáfora:
¿Cómo acabar con el narcotráfico?
Se requiere de muchos miles de millones de dólares para invertirlos con honestidad e inteligencia en programas elaborados por especialistas honestos, visionarios, preparados, éticos e inteligentes.
Se requiere de un gobernante fuera de serie cuya voluntad política rebase con mucho a las tradiciones políticas.
Se requiere de propiciar el crecimiento económico junto con la revolución educativa, la culturización de la sociedad, la urbanización inteligente y armónica de las zonas rurales, el impulso alimentario para que todos coman y puedan discernir, la equidad fiscal (que paguen impuestos por ingresos acumulados los grandes empresarios), y la justa distribución de la riqueza.
Se requiere también de un presidente intransigente en la aplicación de la ley y a la vez tan honorable que cuente con el apoyo de quienes serían sus primeros objetivos para moralizar a la sociedad; léase: sindicatos corruptos, gobernantes de los dos niveles de gobierno en todo el país, burocracia corrompida, miembros del poder Judicial (que es uno de los reductos de la corrupción institucionalizada) y legisladores marionetas.
Se requiere asimismo de una reforma radical a las leyes penales para que los castigos produzcan temor en todos los delincuentes y que éstos transmitan esa aprensión a las nuevas generaciones que por carecer de buenos ejemplos no le tienen miedo a nada, ni siquiera a la muerte prematura; inclusive la prefieren a la pobreza que es el destino que, como van las cosas, les depararía la honestidad.
Se requiere acabar con los políticos mentirosos y corruptos dándoles castigos generacionalmente ejemplares.
Se requiere de un moderno y eficaz sistema de comunicaciones e inteligencia así como de policías municipales, estatales y federales preparados, honestos y muy bien remunerados.
Se requiere frenar y acabar con el fenómeno que se multiplica todos los días debido a que esta nueva clase social se educa entre la ignorancia: se diploma en las cárceles, se recibe en los barrios, adquiere su doctorado en la escuela del crimen y hace posgrados en las células criminales que operan en otras naciones.
Se requiere cooptar para que colaboren con la ley, a los familiares de los delincuentes, incluidas sus amantes.
Se requiere entender el nuevo lenguaje, la otra lengua que se acompaña con las fanfarrias del infierno que Dante concibió.
Se requiere cambiar los métodos de combate al crimen organizado haciéndolos más ágiles y garantes de la integridad física de los policías, personal que suele trabajar asustado por la muerte que les espera a la vuelta de la esquina.
Se requiere armar y concientizar a la sociedad para que ella misma adopte su sistema preventivo, de respuesta inmediata y de protección contra los delincuentes.
Se requiere de un estado de ánimo nacional que entienda que la crueldad de los delincuentes debe combatirse sin compasión ni limitantes humanitarias.
Se requiere que las fuerzas del orden sean respetadas por la sociedad para que los criminales también las respeten y les teman.
Se requiere de una nueva ley que castigue con rigor a los policías que traicionan el código de conducta y la confianza de la sociedad.
Se requiere investigar, perseguir y capturar a los servidores públicos que hayan sido engullidos por el negocio de la droga, que estén asociados con el crimen organizado, que ayuden a los capos o que laven dinero del narcotráfico.
Se requiere encontrar salidas en el mundo que ha sido construido por el crimen organizado, espacios que han succionado a las autoridades que sin darse cuenta ya están contaminadas con ese virus que se desarrolla en la mierda social.
Se requiere acabar con los centros penitenciarios donde la ley es la impuesta por los reos; construir otros penales gobernados, diseñados y equipados para que los delincuentes purguen sus condenas sin privilegios. Debe impedirse que dentro de ellos circule el dinero sucio u otro tipo de moneda con valor intrínseco.
Para todo ello se requiere de una enorme cantidad de recursos a fin de poder cumplir con todos estos requisitos cuyo destino, si no hay dinero suficiente, será quedar aplastados por las buenas intenciones que distingue a las buenas conciencias y divierte a los malos, hombres y mujeres que han hecho del crimen su espacio lúdico.
Se requiere, pues, que el Estado acabe con toda la mierda que a punto está de ahogar a la sociedad.
Hasta aquí la cita novelesca.
Ahora bien, si usted lector está de acuerdo con esto que es un problema generacional, coménteselo al Secretario General de Gobierno y también a su jefe, el Gobernador. Les va a dar el insomnio.
Twitter: @replicaalex