Por
Alejandro C. Manjarrez
Hace
tres lustros llegó a Puebla un joven político en cuyo “morral” traía varios
proyectos; a saber: conocer el oficio metiéndose en las mismísimas entrañas del
ogro filantrópico, en su versión pueblerina; formar un equipo que compartiera
con él sus prioridades; darse a conocer en toda la entidad con la intención de
convocar voluntades que a la larga habrían de ayudarlo a cumplir sus objetivos;
estudiar el comportamiento de sus adversarios, correligionarios o no, para
después convencerlos e invitarlos a formar parte de su causa; conocer in situ
las demandas sociales y los problemas endémicos; ampliar su currículo
adicionándole cargos de elección popular; y finalmente llegar a ocupar la gubernatura,
anhelo que funcionaría como la etapa intermedia del proyecto que incluye el
máximo cargo de la República.
Al
mismo tiempo, o sea hace quince años, aparecieron por ahí los políticos que
tendrían que recibir la estafeta de sus maestros, los viejos líderes
partidistas. Algunos, tal vez, con el deseo de imitar a sus paradigmas tanto en
el ejercicio público como en la forma de resolver su problema económico
personal y familiar. Digamos que actuaron por inercia esperanzados en recibir
el espaldarazo del líder político en funciones de gobernante, o incluso con la
esperanza de lograr un cargo de trascendencia apoyándose en la
recomendación-imposición del dirigente nacional del partido.
El
del “morral” construyó su propio futuro.
Los
demás se acogieron a la benevolencia, simpatía o complicidad de sus padrinos,
unos asociados con el poder, otros usufructuarios del mismo, y los menos con la
mira puesta en la preparación como fórmula para triunfar en lo que fuere.
Así
llegamos a estos días donde las huestes del PRI se enfrentarán a las huestes
del gobernador que, ya lo dije, construyó su liderazgo valiéndose del manual
que pudo haber tenido el visto bueno de Maquiavelo, Hobbes, Adam Smith, John
Locke y Juan Jacobo Rousseau. O en su versión moderna de Duverger, Noam Chomsky
y Sartori. No levante la ceja, respetado lector. El columnista se basa en la
formación harvariana que incluye el estudio, la prueba-error en el trabajo de
campo y desde luego la asesoría de especialistas en áreas cuyo sustento o
esencia se ha formado con las teorías de los pensadores que mencioné de refilón.
Uno,
el del “morral”, depende de sí mismo (ahora más que nunca).
Y
los otros obedecen a distintos factores como son la disciplina, instrucción
jerárquica, apoyo (el que sea), aprobación, organización, simpatía y palomeo
del grupúsculo que a su vez recibe línea del Presidente de México (más cabrón
que bonito).
El
del “morral” cuenta con su propia estructura, la que derrotó al “Precioso”, el
individuo que se preciaba de manejar la política poblana a su antojo y en
beneficio de su familia y cuates.
Los
priistas se fragmentaron porque cada cual trabajó para su santo (no había línea
o instrucción superior), divisiones o ambiciones que fisuraron su estructura.
El
del “morral” contrató a la inteligencia que en algunos casos y en ciertas
especialidades lo supera. Quizá se inspiró en John F. Kennedy cuyo consejo ahí
quedó para la posteridad: “Un
hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar
gente más inteligente que él”. (El de Atlacomulco hizo lo mismo)
Los
otros se rodearon de tipos que han convertido la lisonja (el arma de los
pendejos) en su modus vivendi y también en su tarjeta de presentación.
Concluyo
este llamémosle contexto con el siguiente “pronóstico reservado”:
Tendremos
en Puebla la elección más peleada en su historia moderna. Una clase política
dispersa y confundida contra el grupo que limpió los goznes para abrir las
puertas y abordar el futuro con la “ciencia política” (de alguna forma hay que
llamar a la estrategia del poder), estrategia que podría servirles en su
propósito de derrotar a quienes tienen el oficio que en estos tiempos choca
contra la técnica.
El
“morral” se ha abierto para mostrarnos sus cartas.
Y
en la abultada “talega” del PRI sólo aparece uno que cuenta con las
características enunciadas en el primer párrafo. De ello y de él hablaré en la
próxima entrega, con el efecto Elba Esther incluido, obvio (SNTE, Panal y demás
yerbas).
Twitter: @replicaalex