Para el escritor hay una cuestión
de honor intelectual en no
escribir nada susceptible de
prueba, sin poseer antes ésta.
José Ortega y Gasset
Por Alejandro C. Manjarrez
El poder de la sotana, así se llama la novela que me ha exigido el tiempo que dedicaba a
escribir lo cotidiano en forma de columna. Me refiero a revisarla y corregir lo
ya corregido, lo cual resulta común en este tipo de trabajo cuya trascendencia
(personal o literaria) es como el verdugo mental que —por citar un ejemplo
intemporal— obligaba a sor Juana Inés
de la Cruz a cortarse el cabello si no cumplía con sus propias expectativas. Por
ello me he visto parco y a veces sosegado o ausente en el reto de escribir y
compartir con usted, amable lector, mis opiniones sobre la política y los
políticos.
Ahora me complace informarle que ya concluí con la última
lectura del libro que no volveré a leer hasta después de algunos años,
recomendación que le escuché a Gabriel García Márquez. No vaya a ser que una
vez impresa y publicada mi novela quiera yo cambiar aquello que se me escapó u
olvidé o se me ocurra, algo que podría pasar y no porque sea perfeccionista
sino debido a que —vuelvo a citar a
García Márquez—, la creación
intelectual es el más misterioso y solitario de los oficios humanos.
La novela histórica en comento estará en circulación la
última semana del próximo mes de marzo. Por si le interesa le informo que
pronto diré cómo y dónde adquirirla. Pero si le va en gusto —como decía mi abuelo—, le tomo su pedido. No vaya a ser que
se agote la primera edición. (Es obvio que esto de que se acaben todos los
ejemplares es la chacota que alimenta mi optimismo).
Se preguntará usted: ¿y de qué diablos trata la novela de
Alejandro?
Cito la presentación del editor para ponerlo al tanto de la
temática:
El libro fue inspirado en los actos, acciones y
costumbres consideradas como secreto de Estado debido a su trascendencia
política y religiosa.
En el primer cuarto del siglo xx, el Clero adoptó al diablo que —sugiere el poeta Ramón
López Velarde— es dueño de los veneros de petróleo. De ahí que el arzobispo
José Mora y del Río decidiera luchar con las armas para derrotar a Plutarco
Elías Calles, representante del poder civil, entonces en proceso de legitimarse
como tal.
El sexo, combinado con el espionaje y contraespionaje de
las partes en conflicto, es el hilo conductor de la narración basada en hechos
reales.
México, Estados Unidos, la Iglesia, el crimen, la música,
el genio, la locura y el amor, se entreveran para dejar la huella que
trascendió al tiempo.
En esta historia novelada aparecen varios de los héroes
anónimos que usaron su inteligencia para aguar la fiesta al gobierno del vecino
país del norte, a la sazón condescendiente con el poder económico de sus
connacionales y el entreguismo de la jerarquía católica mexicana.
La vida de los personajes creados por el novelista,
coincide con la existencia de algunos de esos héroes ignorados que convivieron
con los protagonistas del México que surge después de la Revolución. Unos y otros
se relacionan. Y en este encuentro aparece la verdad que no está en la historia
oficial.
Los vaticinios aquí plasmados —dice Manjarrez— se
sustentan en hechos reales, sucesos que sin duda volverán a repetirse debido a
que el desconocimiento de la historia propicia su reincidencia.
La conspiración que detalla la novela lo llevará de la
mano hasta ubicarlo ante la cruda actualidad mexicana, días dominados por la
nota sangrienta que, por desventura, podría llegar a enlutar la vida de la
República.
Trescientas noventa páginas muestran los laberintos de
las ambiciones expansionistas que chocaron con la inteligencia nacionalista de
los mexicanos defensores de la soberanía del país valiéndose, como ya se dijo,
de la inteligencia y el espionaje de Estado.
Dicho lo anterior amenazo con regresar a la cotidianidad de
la columna política cuyo sustento se explica en el epígrafe de esta entrega.
Twitter: @replicaalex