Por
Alejandro C. Manjarrez
“Mal
y de malas”, debería ser la respuesta oficial de la autoridad municipal
panista. Incluso la leyenda que encabece
o sirva de epígrafe a los comunicados oficiales. La razón: no han dado resultado
los planes de poder y trascendencia política sustentados en los valores morales que enarbola el
munícipe poblano.
Contra
lo que dicen los críticos del alcalde Eduardo
Rivera Pérez (“llegó a su nivel de incompetencia”), yo creo que los
fracasos o tropezones no son culpa de él ni del “Principio de Peter”, sino de
las circunstancias aderezadas con los
errores que pudo haber cometido al delegar algunas de sus facultades y
obligaciones políticas. Bueno, tal vez menospreció a los poblanos porque adoptó
la actitud definida en la simpleza del siguiente comentario: se sintió la mamá
de los pollitos, lo cual le ha ganado algunos dolores de cabeza y en consecuencia los famosos negativos que
define la ciencia demoscópica. Vaya un ejemplo:
La
seguridad se le salió de control porque, quizá, falló el funcionario a quien delegó la obligación de lograr que el
cuerpo policiaco sea eficiente, honesto y efectivo. Debido a ello, los
policías municipales (algunos) roban a los ciudadanos en vez de protegerlos.
Ahí está el caso de la patrulla asignada a la Libertad, cuyos efectivos se
trasladaron (con todo y vehículo) a otra delegación para, de acuerdo con su
malsana costumbre, buscar “clientes” qué
robar. Lo paradójico es que a estos tipos les salió el tiro por la culata
porque asaltaron a dos jóvenes que, para desventura de los policías, resultaron familiares de alguno de los
importantes funcionarios del gobierno morenovallista. “Había que mocharse
con la cuota de arriba”, justificó el uniformado de más alta jerarquía arrestado
por la policía estatal. Como el caso se publicó en la prensa local, nos
enteramos que la detención ocurrió media
hora después de cometido el atraco, o sea en un tiempo récord que debería
figurar en los anales de la justicia poblana.
Además de esa variable de la
corrupción en el municipio (los giros negros es otro tema),
hay otras realidades que abonan el mal fario apuntado arriba. Me refiero a las que han rebasado a su
alcalde no obstante su festinada capacidad administrativa y habilidad en
políticas públicas. Vea usted:
Lalo tiene bien puesto el sello del
Yunque, la “organización reservada” (que no secreta) como
la definió Manuel Díaz Cid. Es la
etiqueta que algún día lo ayudó y que hoy medio lo perjudica debido a que
el grupo nacido en Puebla, concluyó su lucha contra el comunismo y los
supuestos enemigos de la religión. A cambio de esa digamos que misión o cruzada,
ahora los yunquistas batallan contra el desprestigio
causado por los curas pederastas y
la corrupción religiosa. De ahí que el trabajo de todos ellos podría haber
cambiado para centrarse en tratar de borrar la mala impresión que propiciaron las desviaciones sexuales de miles de
clérigos, unos denunciados, otros solapados, varios perdonados y muchos más
encubiertos en un supuesto arrepentimiento y perdón religioso.
Para
acabarla de amolar, después de seis siglos ocurre un hecho extraño y por ende
sorpresivo: el Vicario de Cristo renuncia
a seguir luchando contra los males de su Iglesia, o sea contra los nuevos
jinetes de la apocalipsis representados por la mayor parte de la jerarquía
eclesiástica, incluidos algunos
cardenales. Esto vulnera o lastima la poca o mucha buena fama de los conspicuos
miembros del Yunque, el munícipe entre ellos. ¿Cómo recuperar la credibilidad en los representantes de Dios que eran
sus ejemplos morales? ¿Qué hacer después de que ocurra el cisma que planeó
Ratzinger para amputar del Vaticano la corrupción?¿De qué forma solventar el bien común que dio sustento a la actividad
de los políticos que tanto ponderaron al padre Maciel y a los patrocinadores
del clero mexicano?
Además
de estos fenómenos más humanos que divinos, Eduardo Rivera está ante otro
escenario que, supongo, nunca imaginó: el
poder político del gobernador Rafael Moreno Valle, un neopanista cuyo pragmatismo le ha permitido mantenerse en la cresta
de la ola. A muchos panistas tradicionales (tal vez él incluido) se les echó a perder la ilusión sustentada
en el posible desgaste que suele producir el poder ejercido a contrapelo
(no fue poca cosa derrotar en las urnas a la estructura del gobierno que estaba
en funciones). Moreno Valle resistió
esos embates (o los negoció, vaya usted a saber) para convertirse en el
salvador del PAN y de sus militantes poblanos, entre ellos Rivera Pérez.
A
lo anterior debo agregar que pronto saldrán a la luz pública los priistas cuya misión será la misma que anticipó el
diputado Enrique Doger Guerrero, ex alcalde y uno de los políticos
satanizados por los yunquistas. Por ello, insisto, el prestigio de Rivera ha quedado en
las manos del gobernador quien, según parece, será el paradigma tanto de Lalo como de sus adláteres, hasta ayer anti Moreno Valle...
Twitter: @replicaalex