jueves, 28 de febrero de 2013

Agüera y Moreno Valle, ¿choque de trenes?



Por Alejandro C. Manjarrez
Enrique Agüera Ibáñez ha resistido todo tipo de ataques a su persona. Pareciera que su estructura anímica y profesional fue diseñada para que opere como blindaje contra las diatribas, el fuego amigo, la artillería de sus adversarios y hasta los chismes que en Puebla suelen acabar con prestigios, dignidades y virginidades.
Y no sólo eso.
El tipo también cuenta con la capacidad mimética que le ayuda a confundir a sus detractores, unos poderosos y otros tozudos. Al final del día los hace amigos o, en el peor de los casos, enemigos civilizados, corteses, benevolentes, sinceros y piadosos.
Estos llamémosle atributos le permitieron seducir a los dueños del dinero que en principio lo veían con las características del improvisado en lides financieras, los mismos que pasado el tiempo descubrieron que Agüera Ibáñez tenía facultades y la visión que para ellos forma parte de los liderazgos de su sector. Con esa cualidad empresarial transformó a la Universidad, tanto en el aspecto arquitectónico (igual que en su tiempo lo hicieron los jesuitas) como por su presencia académica en el ámbito nacional. Y lo más importante: logró que el grupo encabezado por el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, se despojara de su acritud para cambiar la crítica hacia él (a veces mordaz, ofensiva e incluso con las perversiones elitistas) por una simpatía y empatía a todas luces apoyada en el interés político. Sobrevino así una conveniente alianza entre el poder gubernamental y la razón universitaria, el primero preocupado por llevar la fiesta en paz, y lo segundo como consecuencia de la modernidad que obliga a entender y convencer a los dueños del presupuesto nacional, recursos que incluyen los subsidios que permiten detonar e impulsar la excelencia universitaria, ni más ni menos.
El resultado de esas coincidencias produjo la amalgama que formó el gobierno morenovallista con la buap; es decir, Enrique Agüera Ibáñez y Rafael Moreno Valle Rosas, ambos en las antípodas cuando inició la campaña que llevaría al segundo a la titularidad del poder Ejecutivo.
Aclaro lo de las antípodas:
En el ámbito universitario, la preparación de Moreno Valle fue considerada como una amenaza contra la esencia de la universidad pública. Pero cuando en el 2010 inició la campaña que propició la alternancia de gobierno, Enrique Agüera y Rafael Moreno Valle llegaron a un conveniente acuerdo en beneficio de las instituciones, pacto que cabe en la definición de pragmatismo (de la misma manera lo hubo con el candidato del PRI). A ninguno de los dos les costó trabajo ponerse de acuerdo. Moreno Valle porque consideró que con la BUAP de su parte podría fomentar la gobernabilidad del estado e incluso promover el desarrollo científico y económico. Y Agüera Ibáñez porque entendió que para no frenar el impulso académico y cultural, era necesario convencer al jefe del poder Ejecutivo. De ahí que el “agua y el aceite” se amalgamaran a partir del practicidad del gobernador y la constancia del rector universitario, un hombre que dejó los dogmas atrás.
Esto último él mismo lo dijo en la entrevista que le concedió a Blanca Lilia Ibarra, conceptos que me permito transcribir:
Creo que los dogmas lastiman, los dogmas son como candados que se ponen a las puertas y que, a veces, corres el riesgo de perder la llave y no poder después abrir la puerta a un horizonte más amplio que te permite encontrar mejores respuestas a tu responsabilidad social. Creo que el mundo requiere hoy de un pensamiento libre, comprometido con la búsqueda de soluciones y respuestas en lugar de reclamos de la sociedad. Hoy se requiere un oído muy sensible para poder escuchar a aquellos que nos debemos y poder interpretar cómo responder a sus expectativas; creo en eso y creo que las ideologías nos sirven para poder tener elementos conceptuales que nos permitan interpretar la realidad, cada quien a su manera, pero, insisto, con una gran apertura, pluralidad y respeto a todas las ideologías.
A esta forma de pensar, Agüera agregó a su administración lo que Moreno Valle considera una obligación para lograr la eficiencia y eficacia en la función pública. O sea las evaluaciones a cargo de organismos dedicados a revisar para calificar, desde la calidad de los procesos hasta la honestidad y claridad en el manejo de las finanzas públicas.
No obstante estar en esas antípodas, los dos pudieron ponerse de acuerdo, actitud que inquietó a los grupos políticos de la entidad, empezando por los panistas y los priistas.
Si las señales políticas no nos engañan, los poblanos tendremos la oportunidad de constatar si aún persiste ese pragmatismo, conveniencia, inteligencia o civilidad, como al lector le guste definir al talante. Esto debido a que Enrique Agüera contendería por la presidencia municipal de la capital bajo las siglas del PRI; y dado que Tony Gali Fallad lo haría por la alianza multicolor, incluido el ahora satanizado Panal. Un ex rector con las características que enuncié, contra un empresario impulsado por el gobernador.
¿Choque de trenes?
Responderé la pregunta en la próxima columna sobre Puebla.
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