lunes, 15 de abril de 2013

Los candidatos del góber


Senos turgentes, Ernest Chiriaka (1913-2010)


Por Alejandro C. Manjarrez
“El amor en tiempos de política”, podría llamarse el episodio electoral que estamos viendo. Amor, cariño añejo, afición crónica, pasión malsana, fuerza espiritual, o como se le ocurra al lector definir al atractivo del proceso que ya inició cuya intención es conservar el control del gobierno. Al final de cuentas seremos testigos de una lucha para conquistar a esa mozuela siempre joven y bella llamada poder, cuyos pechos permítaseme recordar a Federico García Lorca, en cuanto se tocan, se abren como ramos de jacintos.
Pues sí, se trata de la gran ubre que ha amamantado a miles de servidores públicos, misma que los actores no sueltan hasta que se mueren o la sociedad termina por retirársela valiéndose de la crítica, las denuncias y el sufragio efectivo y secreto.
A partir de este antecedente por cierto bien conocido y, en algunos casos, dominado por las estrellas del PRI, PAN y PRD, los políticos se han preparado a conciencia para prevalecer asidos a los pezones de semejante mama. Unos, los previsores, manejándose bajo el principio del estadista preocupado por la próxima generación. Y otros, los pragmáticos, vendiéndose como renovadores empeñados en modernizar todo, incluidas las leyes que convierten en trajes a la medida.
Lo curioso es que en Enrique Peña Nieto y Rafael Moreno Valle Rosas, coinciden las características enunciadas. Esto porque uno y otro parecen estadistas y a la vez políticos pragmáticos empeñados en no permitir la injerencia en sus ámbitos de poder, en este caso el electoral: eso de que no meten mano en los procesos, nadie se los cree. Y si por alguna extraña razón se hubiesen abstenido de hacerlo, simplemente nunca habrían llegado hasta donde están.
Menciono al Presidente y al Gobernador porque en Puebla los veremos enfrentándose para demostrar a la sociedad cuáles son los chicharrones que habrán de tronar después del próximo mes de julio. En uno y otro caso valiéndose de las leyes acondicionadas ex profeso (los trajes a la medida). Las nacionales para controlar el poder de los gobernadores. Y las locales con la intención de atemperar (o eliminar) los efectos del máximo poder, el presidencial.
Los candidatos serán el vehículo para llegar a esa meta. Y en algunos casos los conejillos de indias que servirán para probar si funcionaron bien los cambios que se han hecho tanto a los estatutos partidistas como a las leyes. Las alianzas electorales, uno de ellos. Otro: el acondicionamiento de periodos de gobierno para hacer coincidir la elección local con la federal. Uno más: la autorización de la autoridad electoral para que se deforme el nombre de los postulantes y no se pierda el efecto de la propaganda anticipada. Y el más visible empatado con el anterior: la manipulación de la ley electoral con el objetivo de anticipar la promoción de quienes resultaron beneficiarios por, valga el eufemismo, la candidatura por consenso o unidad.
¿Marionetas, robots o qué?
Lo que no tiene nada de romántico pero que obedece a ese “amor en tiempos de política”, es el cambio de tálamo a que fueron obligados (o convencidos, ya se verá) los servidores públicos que habían protestado cumplir con la Constitución y las leyes que de ella emanan: así como arribaron al puesto con la bendición del gobernante, con esa misma bendición lo abandonaron para participar en las próximas elecciones. Su inspiración: validar y fortalecer el proyecto morenovallista que hoy se enfrenta a otro proyecto: el de Peña Nieto.
Decía un apreciable amigo y profundo conocedor de los intríngulis de la política local y nacional: Rafael y Peña Nieto lanzarán a la contienda a sus perros. Pero mientras los de uno son French poodle, los del otro son Gran danés.
Para quitar el sentido peyorativo al comentario anterior diré que el tamaño de los ejecutores del gobernador es menor a la estatura política de los agentes del presidente. De cualquier forma unos y otros se manejarán de acuerdo con la directriz de sus jefes atentos a esta lucha donde el que no acepte la función de títere adoptará la de robot u otra que le asignen. ¿Exagerada la figura? Puede ser y por ello anticipo mi disculpa a quienes se sientan ofendidos. Sin embargo, créame el lector que no encontré otra opción para definir lo ocurrido, fenómeno político que resumo con el siguiente ejemplo:
Los secretarios morenovallistas de Salud, Gobierno, Infraestructura, Turismo y Contraloría, quienes por cierto antes de serlo nunca habían concebido la idea de pedir el voto ciudadano para ellos, se les aceptó la renuncia o licencia (otro eufemismo) para darles oportunidad de ser electos a un cargo de elección popular. También se separaron algunos de los mandos medios que habrán de adicionarse a las campañas con el fin de manejar los cuadros que lucharán contra el priismo de Peña Nieto. Todos ellos encariñados con la camiseta variopinta.
¿Gobernante kamikaze?
Visto con los ojos de la tradición política, la próxima elección podría ser terrible para el mandatario poblano: si gana dejaría ofendido y muy mal parado al presidente de la República, con las consecuencias presupuestarias y draconianas que ello conlleva. Y si pierde, la derrota mermaría ya no sus posibilidades de sucesión presidencial (que son mínimas), sino la realización de los proyectos que requieren del aval de los diputados y el consenso de la opinión pública.
El lector podría cuestionar al que esto escribe diciéndome que Moreno Valle no es candidato. Y así fuese el columnista respondería: No, no lo es pero quienes sí lo serán o están en el ajo lo representan en presencia, pensamiento y obra; es decir, son sus clones y como tales participarán en el proceso electoral. Y obvio, sienten por él desde el cariño añejo hasta el afecto crónico o la atracción espiritual, depende. Es el líder pues.
He omitido los nombres de los candidatos del góber porque cada cual merece una mención especial.
En esas andamos.
@replicaalex