domingo, 1 de abril de 2012

Puebla y Miguel de la Madrid



Por Alejandro C. Manjarrez

Ya estarán tranquilos Carlos Salinas de Gortari y Emilio Gamboa Patrón: se murió Miguel de la Madrid dos años después de haberle dicho a Carmen Aristegui cosas terribles del primero, mismas que el segundo se encargó de desvirtuar al declarar a los medios que su mentor político estaba senil y sufría confusiones mentales.

Esa es una de tantas historias. Hay otras más en las que el ex presidente metió mano, mismas que incidieron en Puebla; a saber:

Cuando De la Madrid fue nombrado candidato presidencial, Mariano Piña Olaya le pidió ser senador de la República. “No seas flojo —respondió Miguel—, tienes que ponerte a trabajar. Mejor te hago diputado y después… después ya veremos”.

Mariano Piña fue electo diputado federal por ¡Huauchinango!, y tuvo el honor de colocar la Banda Presidencial a su amigo y compañero de aula. Dos años después el Presidente lo “designó” gobernador de Puebla.

Amor con amor se paga

Lo curioso es que en los preludios de aquella designación, Manuel Bartlett —entonces secretario de Gobernación— recibió órdenes de don Miguel para que ayudara a Piña Olaya, a la sazón diputado federal. Así, el poderoso jefe del Gabinete cuidó a Mariano como si fuese su hijo, vigilancia que duró hasta que el presidente hizo a Piña candidato a gobernador. Este fue el pago de Miguel en favor de Mariano, quien en los días estudiantiles fungió como el “guarura” siempre dispuesto a defenderlo y responder a los insultos o burlas por su ostensible delicadeza. De la Madrid formó parte del grupo que la “plebe” llamaba “Los polveados”, y por ello fue objeto de lo que pudo haber sido el primer bullying universitario; por su parte, Piña resultó testigo de calidad de esa malhadada costumbre.

Pacto de Insurgentes

Un lustro más tarde Manuel Bartlett arribó a la entidad después de haber pactado su designación con Salinas. La República le “debía” parte de la estabilidad electoral que permitió a Carlos Salinas de Gortari ser presidente de México. Por ello hubo un acuerdo para que gobernara a los poblanos, pacto que se hizo en las oficinas de Raúl Salinas de Gortari, convenio validado cuando Raúl le encargó gestionar para Puebla los beneficios sociales que entonces promovía el Estado Mexicano. Al poco tiempo de esta oportuna comisión, Manuel fue designado candidato al gobierno del estado.

Libertad de prensa, de mentiritas

“Estoy muy preocupado. Me dicen que el presidente Miguel de la Madrid Hurtado se molestó con lo que publicamos —me dijo Mario Sojo Acosta—. Me acaba de llamar Mauro Jiménez Lazcano y en sus palabras iba implícita la amenaza del Estado...”

Con la cara compungida por el temor, don Mario agregó:

“Hablé con Bartlett y me comprometí a bajar los ataques al Presidente. Esto ocurrió el martes pasado. Y hoy explotó la bomba… por la portada.”

Por primera vez Impacto había ilustrado su portada con la efigie de Miguel de la Madrid. En las páginas interiores había dos o tres artículos que daban cuenta de los errores de su gobierno. Parecía que Sojo se estaba burlando del trato hecho esa semana por lo cual insistió:

 “Le expliqué a Mauro que no podemos dar un viraje de 180 grados de la noche a la mañana... Ni él ni sus jefes creyeron que la revista ya estaba impresa cuando hicimos el trato.”

Lo que pasó después ya lo he comentado en este espacio: la existencia de Mario Sojo Acosta se complicó debido a las presiones que alteraron su relación con el poder. De ahí que días después me confiara:

 Temo por mi vida. Mi casa está vigilada. Todos los días me siguen dos tipos. Estoy preocupado por mi familia. Es el poder del Estado lo que ahora pesa sobre mí.”

Al poco tiempo de este último encuentro entre articulista y director, su socia, la viuda de Regino Hernández Llergo, lo demandó. Fue notorio el apoyo oficial a la señora. Don Mario ya no pudo hacer nada para conservar el control del hebdomadario que con el tiempo pasó a ser propiedad de Juan Bustillos, el colaborador de Impacto a quien Sojo le había asignado el manejo de la sección política, así como las relaciones institucionales con el sector público.

Fueron los días en que el gobierno de Miguel de la Madrid decidió desaparecer los periódicos no afines a su proyecto, y cuando asesinaron a Manuel Buendía, columnista de Excélsior y un hombre muy bien informado. Dicen que de no haber muerto, Buendía hubiese publicado un tema comprometedor para el Presidente.

En fin, Manuel Buendía y Miguel de la Madrid tendrán mucho de qué hablar allá, en la dimensión donde se encuentren. Lástima que tales reclamos no tengan registro.


Twitter: @replicaalex