“No hables mal del puente hasta
haber cruzado el río”
Por
Alejandro C. Manjarrez
“… al gobierno (del estado de Puebla) le urge un golpe de timón para
cambiar no de rumbo sino de rutas que igual conduzcan hacia los objetivos que
se ha trazado Rafael Moreno Valle Rosas. Lo digo, que conste, porque el
mandatario es un hombre inteligente y dispuesto a valorar las diversas opiniones,
aunque éstas no estén en la frecuencia o sintonía de su asesor de imagen, el
máster Marcelo García Almaguer…
Este
párrafo y el que sigue lo escribí el 6 de septiembre de 2011.
“Si no da ese viraje, podrían
aumentar los problemas provocados por la incomprensión a las características
enunciadas. La ventaja (veámoslo con optimismo) es que ya se encendieron varios
focos rojos, precisamente para mostrar al poder político las rutas fallidas que
de prevalecer, conducirán al fracaso…”
Un año después de aquella columna (“El timón
morenovallista”) ocurrió la debacle electoral del PAN: ganó la Presidencia
Enrique Peña Nieto y se eclipsaron los propósitos del gobernador basados en
mantenerse ligado al poder para afianzar la sucesión en el 2018. Y lo peor: el
nuevo gobierno abrió sus cartas y en ninguna de ellas apareció Elba Esther
Gordillo Morales, quien hasta el 1 de diciembre pasado había sido uno de los más
importantes factores de negociación política. Como lo sugiere Javier Gutiérrez Téllez
en su columna “Elba Esther, Moreno Valle, los medios” (e-consulta), en los
números que soportan las posibilidades para la “grande”, el titular del poder
Ejecutivo perdió un cincuenta por ciento.
Durante ese lapso (septiembre 2011 a diciembre 2012) el
vocero oficial dedicó su tiempo a pelear con los periodistas no controlables.
En algunos casos los insultó, en otro hizo mofa de su calidad e incluso los
demandó o amenazó con hacerlo y, como para adornar su heterodoxo estilo, tuvo
la osadía de usar las redes sociales para “competir” y antagonizar con varios no
obstante su calidad de representante del mandatario poblano. Ello además de
cancelar la propaganda oficial a los medios considerados críticos o incómodos
para el gobierno y de usar amanuenses dispuestos a hacerle el caldo gordo.
En la columna de marras dije “fracaso político” pensando
en las reacciones en contra de los objetivos trazados por Rafael Moreno Valle.
Una de esas reacciones fue “el despertar de los
medios que se habían dormido en sus laureles financieros”. Aquel pleito,
disputa mediática o menosprecio profesional, desgastó la imagen morenovallista,
deterioro que meses después se manifestó en los medios nacionales, donde el
gobernador empezó a tener menciones negativas sustentadas en la información
tomada, precisamente, de columnas, periódicos escritos y digitales editados en
Puebla. Se prendieron los focos rojos pues.
Ante la urgencia de lo evidente se produjo la respuesta
que sorprendió a la prensa, sector en apariencia considerado como pueblerino,
chambón y mediocre: Marcelo García Almaguer entró en sintonía con su amigo y
jefe (o tal vez al revés) para tender el puente entre los periodistas y el poder
político. Lo hizo en cuanto recibió la responsabilidad de la comunicación
social decidido (eso creo) a romper los paradigmas que construyó Sergio Ramírez
Robles, el “comunicador” considerado por los colegas como un tipo bravucón inspirado
en lo que escuchó o le ordenaron, vaya usted a saber. La obvia intención de
Marcelo: establecer un diálogo inteligente con los medios escritos y electrónicos.
El primer paso de García Almaguer fue convocar a todos, periodistas
y medios de comunicación, al “festejo navideño” que en Casa Puebla encabezó
Moreno Valle, reunión en la que éste se mostró cordial, saludador,
comunicativo, laxo y hasta amigable, tal y como lo acostumbró cuando buscaba
posicionarse como aspirante primero y candidato después.
De prevalecer esta intención y actitudes, llamémoslas
reivindicatorias (por no decir inteligentes), podría mejorarse la relación
prensa-gobierno partiendo de la asertividad en materia informativa, interlocución
que desde luego no frenaría el avance del periodismo poblano, independencia y
profesionalización fomentada gracias, paradójicamente, a la incorrecta política
de comunicación que el gobierno del estado puso en práctica.
Usé el término “asertividad” porque éste concentra lo que
los poblanos esperan de su gobierno y los medios de comunicación: la verdad sin
ofensas contra el servidor público, afirmaciones que también deben estar exentas
de los tamices que agradan al gobernante.
Como propongo en el epígrafe de esta columna, habrá que
dar el beneficio de la duda a Marcelo García Almaguer, y al poder que éste
representa.
Twitter: @replicaalex