domingo, 2 de diciembre de 2012

Las sorpresas de Peña Nieto



Por Alejandro C. Manjarrez
Enrique Peña Nieto empezó su gobierno con el pie derecho, inicio que me obliga a rememorar algunos de los antecedentes políticos (buenos y malos) que pudieron haberlo formado, experiencias que lo llevaron al cargo que ostenta. Antes de ello cito al diputado constituyente Ignacio Ramos Praslow, quien nos regaló una frase que debería alertar a los gobernantes que gustan, que abusan de hablar en público:
“Al calor de la improvisación nacen con extraña fecundidad una sarta de pendejadas”.
Lo dijo en su calidad de orador invitado durante los festejos del 50 aniversario de la Constitución de 1917, conmemoración que se llevó a cabo en la Cámara de Diputados cuando ésta operaba en el edificio de la calle Donceles, allá en la ciudad de México.
“El chiste no es orinar sino hacer espuma”
El caso es que muchos políticos se han empeñado en comprobar lo fecundo de las improvisaciones retóricas. La lista es larga, sin embargo, baste mencionar a Vicente Fox y Felipe Calderón, dos ex presidentes en cuya función destacó su empeño en improvisar no obstante su responsabilidad republicana. El primero dicharachero y el segundo también. Las víboras y tepocatas y el haiga sido como haiga sido, frases que los perseguirán hasta el fin de sus muy cómodos días. Agregue como colofón, la traición de Fox a su partido y la canción que Calderón dedicó a sus paisanos.
El coco
Después del tropiezo de Guadalajara más otros “dislates” registrados por la prensa, parecía que Enrique Peña Nieto no remontaría la cuesta de esos “errores” exacerbados en las redes sociales. Empero, la libró gracias al oficio político que, supongo, aprendió de algunos de sus congéneres, los mismos que a su vez abrevaron de la tradición política que mantuvo al PRI en el poder. Me refiero a la concertación como método para desactivar problemas, y desde luego al discurso político preparado ex profeso para, diría Fox, no regar el tepache.
Recordemos, pues, a dos de los priistas en los que se concentran el error o falla personal y la responsabilidad republicana, ambas condiciones digamos que compensatorias.
Adolfo Ruiz Cortines implantó en México la cultura de la omisión. Como a los presidentes que le sucedieron, a él también le arrobó la malsana costumbre de ser leal y agradecido hasta la ignominia con quienes habían sido sus impulsores o cómplices en la lucha por el poder, actitud que sería loable si esos amigos o mecenas no hubiesen sido tan corruptos como lo fueron.
A ése lado oscuro se debe que sus subordinados le endilgaran el mote de “viejo zorro”. Empero, en este nuestro México de grandes contrastes, sobresalió la idea de que don Adolfo dio al cargo la dignidad republicana. Esa “buena fama” se debe a que, contra lo que hicieron otros presidentes, el veracruzano constriñó su oratoria a los actos donde el primer mandatario de México tenía la obligación de hablar en nombre de la República. El resto de las intervenciones se las delegó a sus colaboradores, dependiendo la temática de la reunión. Con ello y con discursos bien preparados evitó el desgaste que produce la verborrea política combinada con la improvisación, actitud que permitió a la sociedad olvidar las omisiones de don Adolfo, hasta considerarlo como un presidente sensible, serio, adusto, enérgico, honesto e inteligente.
El otro Adolfo de apellidos López Mateos, paisano del hoy Presidente, fue un caballero con carisma e inclinaciones sexuales que lo convirtieron en el garañón presidencial. “¿Qué toca hoy, Humberto? —era la primera pregunta de la mañana a su secretario particular—: ¿Viajes o viejas?”. Fue tal su afición por las mujeres, que en la última etapa de aquel gobierno (y de su vida), don Adolfo casó por la iglesia con una bella educadora con la que tuvo dos hijos. Los que nos enteramos de la boda fue porque el padre de la hermosa mujer (le decían el “suegro de la nación”) se justificaba y a la vez presumía de su parentesco político mostrándole a quien podía la película del enlace religioso entre López Mateos y su hija. La historia de ese gran romance es como para una novela de televisión. Todo esto, que conste, pasó desapercibido gracias a que López Mateos no hizo uso de la improvisación en el discurso presidencial.
Enrique Peña Nieto
Peña Nieto necesita eliminar todo lo que se parezca a lo malo de ésos y otros antecedentes digamos que históricos. Tendrá que convencer a la sociedad hoy mucho más despierta e informada por la inmediatez que permiten las redes sociales. Está obligado a desvincularse del gobierno que suple. Y también a cuidarse de las mujeres, y de las complicidades que ocultan los “pecados burocráticos”, y de los malos deseos que incitan a la venganza contra periodistas, y hacer hasta lo imposible para que su vida personal y pública no sirva de argumento a otra telenovela.
Por lo que escuchamos y vimos en el inicio de su gobierno no es arriesgado afirmar que adoptó algunas de las reglas de la vieja escuela dándole su toque de renovación generacional. Preparó bien sus primeras intervenciones (no improvisó). Armó y coordinó con eficacia de Estado el Pacto por México. Concertó con las fuerzas políticas del país, incluidas las beligerantes. Dio su lugar a los protagonistas del cambio que seguramente ocurrirá. No hizo leña del árbol caído y reconoció lo reconocible de Felipe Calderón. Bajó el perfil a líderes controvertidos como Elba Esther Gordillo. Por las características de su gabinete, el gobierno quedó desvinculado de los viejos vicios representados por los viejos políticos (de costumbre no de edad). Abordó problemas como la corrupción gubernamental y la prevención del delito. E instauró un proyecto para combatir la pobreza.
Todo ello en las primeras 48 horas de su recién inaugurado mandato, propuestas expresadas o sugeridas en dos discursos a mi juicio muy bien meditados.
Esperemos pues que el poder casi teocrático no induzca al Presidente de México a sentirse elegido de los dioses y que con esa condición decida “improvisar” para sin proponérselo obvio incrementar la lista de “dislates” o, incluso, darle validez y vigencia a lo que dijo Ignacio Ramos Praslow.

Twitter: @replicaalex