Por
Alejandro C. Manjarrez
Todos
los días se despierta a las cinco y pico de la madrugada. Lo hace después de haber dormido acompañado de la satisfacción que
propicia gobernar a un estado con seis millones de habitantes. Su primer
pensamiento gira en torno a las decisiones que habrá de tomar este día (o
mañana, o el viernes, o la próxima semana), medidas en apariencia fáciles pero que
en realidad resultan complicadas debido a su impacto en la prensa.
Mil
ojos mediáticos lo vigilan.
¿Qué hacer para ganar la
presidencia municipal de la capital?, puede ser una de sus
preocupaciones.
Otra:
¿cómo mover las piezas (las calabazas)
para que el gabinete no se desarticule o desacomode?
La
tercera: ¿cuál sería la respuesta
política del presidente de la República?
Rafael Moreno Valle no la tiene
fácil. Conoce los riesgos. Sabe que los medios de
comunicación andan inquietos e incluso molestos desde que él llegó al poder
Ejecutivo, razón por la que padece de marcaje personal. De ahí que en cada paso que dé use el huarache que le permita garantizar
un proceso terso, tranquilo, amigable (aunque sea Prada, Louis Vuitton o Gucci, sigue siendo
huarache). No hay de otra.
Especulemos:
Si Tony Gali Fayad deja la
Secretaría de Infraestructura para ser candidato a presidente
municipal, ¿quién podría suplirlo? ¿Jorge
Aguilar Chedraui? Por su relación con constructores y proveedores afines, el
secretario de Salud sería el cambio menos complicado y traumático porque lo mismo da Chana que Juana, ya que la
dependencia de Gali (y la de Jorge) sigue el manual ideado y vigilado por
Moreno Valle.
De
los otros movimientos, el de Fernando
Manzanilla Prieto parece el más difícil. Esto porque si el actual jefe del
Gabinete decidiera insertarse en la política de representación popular, lo haría para coordinar la próxima
legislatura, espacio desde el cual controlaría la sucesión de su amigo,
jefe y cuñado, y desde luego la elección de dos gobernadores, proceso el
segundo que se empata con el 2018. ¿Difícil? Pues sí porque a Luis Maldonado
Venegas (otra de las calabazas) le
gustaría ocupar esa cartera para convertirla en el “trampolín” que lo proyecte hacia
la gubernatura (creo que ya se hizo
ciudadano poblano). Y vaya que don Luis está confiado porque tanto Rafael
como Fernando y el resto del equipo lo
ven como si fuese su gurú iluminado.
Pero
si Maldonado supliera a Manzanilla, el
PAN alzaría pelo debido a que el secretario de Educación es todo menos panista:
fue priista, dirigente de Convergencia, subsecretario de Gobernación
federal en la época de Esteban Moctezuma Barragán, y además amigo de la controvertida Elba Esther Gordillo Morales. A
esto agregue el sisma interno que provocaría su aspiración al cargo de
gobernador, posición que también anhela Fernando Manzanilla. Y súmele la
complejidad que conlleva el manejo electoral de este año. “Para ensuciarse los zapatos hay que conocer el terreno y estar dispuesto
a sacrificarse”, diría cualquier experto en procesos electorales. O correr
el riesgo de mancharse el plumaje, como lo anticiparía Salvador Díaz Mirón, su ilustre
paisano.
Otra
de las complicaciones que quita el sueño a Rafael, es la mini gubernatura: quiere que ésta quede en manos de alguien que lo
admire y respete. Y que el elegido llegue al efímero pero determinante gobierno
dispuesto a trabajar para dar continuidad al proyecto del 2018, etapa que —es
la idea— formalice la aspiración presidencial del líder. ¿Maldonado, Tony Gali, Aguilar Chedraui? El que fuere primero tendría
que ajustarse a este requerimiento y, al mismo tiempo, garantizar el triunfo en
las urnas, o sea ganarle al gallo del
PRI en la que podría ser una elección del Estado contra el gobierno estatal.
A
lo anterior auméntele la selección de candidatos a diputados locales que
garanticen dos cosas: a) el triunfo limpio
e inobjetable; y b) la misma obsecuencia que hoy distingue a los actuales
legisladores (36 de los 41). De ahí que Rafael trabaje y además se desvele
pensando en cómo integrar un Congreso local, digamos que confiable. Sabe que sólo
así podría consolidar sus proyectos o que, de lo contrario, si el Congreso poblano fuese conformado con
mayoría priista, su interés político personal se aplazaría hasta su próxima
reencarnación.
Todo
ello deberá producir ajustes en el Gabinete. Subsecretarios que ascenderían a
la titularidad. Movimientos y acomodos burocráticos. En fin, las calabazas acomodándose en el carricoche
morenovallista.
En
este escenario se me aparece un funcionario que —lo hemos visto— está
considerado como uno de los eficientes colaboradores del gobernador: es digamos
que operador político de confianza. Me
refiero a Eukid Castañón Herrera, recién nombrado sub secretario general de
Gobierno. ¿Y a dónde irá a parar Eukid después de este revoltijo de calabaza en tacha? Pronto
lo veremos.
Twitter: @replicaalex