Por
Alejandro C. Manjarrez
Pongámonos
en los zapatos del gobernador de Puebla, y pensemos en el futuro inmediato.
Una
vez mostrada la decisión del primer
priista del país (vuelve esta definición mediática), coraje que incluye el
rescate de las posiciones políticas que su partido perdió, todo indica que tanto
para él como para su equipo, el estado de Puebla representa la “joya de la
corona”. De ahí que Enrique Peña Nieto haya decidido recuperarla para, cuando
menos, satisfacer su ego político y de paso inyectar bravura y optimismo a sus desanimados
y desmoralizados congéneres de ésta y de
las otras entidades gobernadas por los adversarios del hoy partido oficial (término éste que también regresa).
Esa
es la lógica.
Y
en ella me baso para decir que el mandatario Rafael Moreno Valle, tendrá que
operar con cuidado y sin perder el estilo.
La razón: cualquier movimiento político en falso equivale —valga
la figura— a rascarle las
criadillas a un toro miura. Pero lo peor para el grupo que comanda Rafael, está
en que el nuevo partido —Compromiso
por Puebla— lleva su sello de
fábrica: cualquier ciudadano más o menos informado (incluso hasta los despolitizados),
sabe que este organismo político tiene la marca Made in Casa Puebla. Y
que además haría las veces de catalizador
para las ya no tan populares alianzas partidistas en contra del PRI.
A
grandes rasgos, según el columnista, este sería el escenario y desde luego el motivo de preocupación del Ejecutivo estatal,
circunstancias que obligan a preguntar: ¿cómo armarán la estrategia para pasar
la prueba electoral sin las máculas que suelen producir los procesos amañados o
dirigidos por el poder de los gobiernos locales, mañas que bien conoce el Presidente
de México?
Antes
de lucubrar sobre la respuesta, le cuento al lector una de las últimas
anécdotas del ex gobernador Mario Marín Torres:
Excepto
el PRI, obvio, los demás partidos le exigieron al entonces mandatario, alias El Precioso, que no metiera las manos en
el proceso electoral, mismo que por cierto perdió. Con su acostumbrado estilo
socarrón y taimado, según me contaron, Marín dijo a quienes le habían puesto al
tanto del asunto: “¡Ah, si serán pendejos!
No tengo por qué meterlas si nunca las he sacado”.
Sigo
con los Prada puestos.
Pensemos,
pues, en que dentro del cuarto de guerra o tanque de cerebros morenovallista,
ya consideraron esta situación y que su análisis inicial se centró en la
elección de Puebla capital. Si así fuere, el buen Jorge Aguilar Chedraui y el extraordinario Antonio Gali Fayad, tendrían que aceptar que sus perfiles políticos
apenas y les dan para una diputación local, misma que hasta podría depender de
la lista plurinominal. Queda Fernando
Manzanilla Prieto, en cuyo fuero interno debe estar dudando de lo que
parecía una aspiración garantizada. “Fer: como bien los conozco —le
habrá dicho su amigo, el talentoso y hábil Luis Maldonado Venegas, considerado
como el gurú del grupo—, más vale que dejemos pasar este tsunami y nos dediquemos
a resolver la sucesión de un año ocho meses”.
Y
sí: el próximo será sin duda un tsunami parecido a lo que el PAN primero
criticaba definiéndola como elección de Estado, esquema que después adoptó para
mejorarlo valiéndose —entre otras estrategias—
del apoyo de Elba Esther Gordillo Morales.
¿Quién
cree usted que tenga más saliva para tragar más pinole: Enrique Peña Nieto o
Rafael Moreno Valle?
Hasta
la pregunta ofende, dirán mis lectores benévolos.
Por
aquello de los malos pensamientos aclaro: propuse la duda precisamente para
concluir que —como conjeturé que dijo
Maldonado— “lo mejor está por
venir”, algo que podría ocurrir hasta el proceso electoral del 2015, cuando
Moreno Valle haya demostrado que Puebla requiere de un gobernador dispuesto a
no frenar la inercia del desarrollo que él impulsó. O sea el mandatario efímero
que prepare el camino al escogido del equipo de la gobernanza que usted y este
columnista observamos preocupados.
Y
ahí, en el párrafo anterior, aparece la clave del futuro de Puebla y del grupo
en el poder. Resumo: ahora, Moreno Valle y adláteres, están más obligados que
nunca a preparar el terreno para la trascendencia sexenal, léase Cámara de
diputados y presidencias municipales, excepto la “joya de la corona” que, como
ya lo sugerí, podría quedar en manos de un priista con aspiraciones de
gobernador, aunque sea el efímero.
Esto
último es otro tema, en el cual subyace lo que podría ser el “Plan B” del
mandatario en funciones.
Lo
dejo para la próxima entrega.
Twitter: @replicaalex