domingo, 27 de enero de 2013

Las calabazas de Moreno Valle



Por Alejandro C. Manjarrez
Todos los días se despierta a las cinco y pico de la madrugada. Lo hace después de haber dormido acompañado de la satisfacción que propicia gobernar a un estado con seis millones de habitantes. Su primer pensamiento gira en torno a las decisiones que habrá de tomar este día (o mañana, o el viernes, o la próxima semana), medidas en apariencia fáciles pero que en realidad resultan complicadas debido a su impacto en la prensa.
Mil ojos mediáticos lo vigilan.
¿Qué hacer para ganar la presidencia municipal de la capital?, puede ser una de sus preocupaciones.
Otra: ¿cómo mover las piezas (las calabazas) para que el gabinete no se desarticule o desacomode?
La tercera: ¿cuál sería la respuesta política del presidente de la República?
Rafael Moreno Valle no la tiene fácil. Conoce los riesgos. Sabe que los medios de comunicación andan inquietos e incluso molestos desde que él llegó al poder Ejecutivo, razón por la que padece de marcaje personal. De ahí que en cada paso que dé use el huarache que le permita garantizar un proceso terso, tranquilo, amigable (aunque sea Prada, Louis Vuitton o Gucci, sigue siendo huarache). No hay de otra.
Especulemos:
Si Tony Gali Fayad deja la Secretaría de Infraestructura para ser candidato a presidente municipal, ¿quién podría suplirlo? ¿Jorge Aguilar Chedraui? Por su relación con constructores y proveedores afines, el secretario de Salud sería el cambio menos complicado y traumático porque lo mismo da Chana que Juana, ya que la dependencia de Gali (y la de Jorge) sigue el manual ideado y vigilado por Moreno Valle.
De los otros movimientos, el de Fernando Manzanilla Prieto parece el más difícil. Esto porque si el actual jefe del Gabinete decidiera insertarse en la política de representación popular, lo haría para coordinar la próxima legislatura, espacio desde el cual controlaría la sucesión de su amigo, jefe y cuñado, y desde luego la elección de dos gobernadores, proceso el segundo que se empata con el 2018. ¿Difícil? Pues sí porque a Luis Maldonado Venegas (otra de las calabazas) le gustaría ocupar esa cartera para convertirla en el “trampolín” que lo proyecte hacia la gubernatura (creo que ya se hizo ciudadano poblano). Y vaya que don Luis está confiado porque tanto Rafael como Fernando y el resto del equipo lo ven como si fuese su gurú iluminado.
Pero si Maldonado supliera a Manzanilla, el PAN alzaría pelo debido a que el secretario de Educación es todo menos panista: fue priista, dirigente de Convergencia, subsecretario de Gobernación federal en la época de Esteban Moctezuma Barragán, y además amigo de la controvertida Elba Esther Gordillo Morales. A esto agregue el sisma interno que provocaría su aspiración al cargo de gobernador, posición que también anhela Fernando Manzanilla. Y súmele la complejidad que conlleva el manejo electoral de este año. “Para ensuciarse los zapatos hay que conocer el terreno y estar dispuesto a sacrificarse”, diría cualquier experto en procesos electorales. O correr el riesgo de mancharse el plumaje, como lo anticiparía Salvador Díaz Mirón, su ilustre paisano.
Otra de las complicaciones que quita el sueño a Rafael, es la mini gubernatura: quiere que ésta quede en manos de alguien que lo admire y respete. Y que el elegido llegue al efímero pero determinante gobierno dispuesto a trabajar para dar continuidad al proyecto del 2018, etapa que —es la idea— formalice la aspiración presidencial del líder. ¿Maldonado, Tony Gali, Aguilar Chedraui? El que fuere primero tendría que ajustarse a este requerimiento y, al mismo tiempo, garantizar el triunfo en las urnas, o sea ganarle al gallo del PRI en la que podría ser una elección del Estado contra el gobierno estatal.
A lo anterior auméntele la selección de candidatos a diputados locales que garanticen dos cosas: a) el triunfo limpio e inobjetable; y b) la misma obsecuencia que hoy distingue a los actuales legisladores (36 de los 41). De ahí que Rafael trabaje y además se desvele pensando en cómo integrar un Congreso local, digamos que confiable. Sabe que sólo así podría consolidar sus proyectos o que, de lo contrario, si el Congreso poblano fuese conformado con mayoría priista, su interés político personal se aplazaría hasta su próxima reencarnación.
Todo ello deberá producir ajustes en el Gabinete. Subsecretarios que ascenderían a la titularidad. Movimientos y acomodos burocráticos. En fin, las calabazas acomodándose en el carricoche morenovallista.
En este escenario se me aparece un funcionario que —lo hemos visto— está considerado como uno de los eficientes colaboradores del gobernador: es digamos que operador político de confianza. Me refiero a Eukid Castañón Herrera, recién nombrado sub secretario general de Gobierno. ¿Y a dónde irá a parar Eukid después de este revoltijo de calabaza en tacha? Pronto lo veremos.

Twitter: @replicaalex