Por
Alejandro C. Manjarrez
“Cuidado
candidato, las redes sociales te vigilan”.
La
frase debería figurar en los cuartos de guerra u oficinas de campaña de los
candidatos Enrique Agüera Ibáñez y Tony Gali Fayad. Quizás cuidarían más sus
expresiones y actitudes. E incluso exigirían mayor mesura e inteligencia
política a sus respectivos dirigentes partidistas, cuyo trabajo declarativo —según
dicta el “manual no publicado”—
debería despresurizar el propio ambiente y meter más presión a la campaña del
adversario. Me explico con los siguientes hechos que usted conoce bien:
Gali
Fayad recibió una andanada de críticas
en las redes sociales por su exabrupto ante los estudiantes de la UDLA, su alma
máter (lo tacharon de intolerante). Los panistas dijeron que le habían armado
el show con la deliberada intención
de sacarlo de quicio. Esto porque desde su arribo a la Universidad lo
recibieron a huevazos, acción que sus correligionarios consideraron como un
acto de provocación. Después, ya en el recinto de la conferencia, fue increpado
a sabiendas de que estaba “caliente” y respondería como lo hizo. (En la Puebla
política lo conocen bien, incluso están al tanto hasta de su forma de cantar debajo
de la regadera y, obvio, que es de mecha corta).
Si
acaso hubo mano negra en la UDLA, podríamos decir que al estratega del PRI le
resultó perfecto el primer episodio de esta serie. Y de ser cierto dicho
supuesto, resultaría raro su recule o frenada porque hasta ayer no habíamos visto
el segundo episodio, como el que sucedió cuando Enrique Peña Nieto estuvo de
visita en la Ibero donde —dijeron
los peñistas— sus rivales le
prepararon el teatro que produjo el movimiento #YoSoy132.
Ahí
quedó pues registrado el affaire. Tardía
o prudente, vaya usted a saber, la disculpa de Gali (que a muchos pareció
reclamo) tuvo el efecto que esperaban sus estrategas. Empero, los tuiteros de
una y otra parte siguieron con el tema, unos justificando el exabrupto y otros
valiéndose de él para llevar agua al molino del PRI. ¿Quién ganará esta
batalla? Lo sabremos después.
Lo
destacable del hecho enunciado podrían ser las respuestas del delegado del PRI
y del vocero de Gali. Uno y otro experimentados en el uso de la labia para
contestar, minimizar, agredir, burlarse, insultar e ironizar. No obstante, en
este caso ninguno de los dos pudo cumplir con éxito su a veces degradante y
refractaria misión. Tampoco recibieron el apoyo de sus respectivos presidentes
de partido, quizás porque éstos funcionan como las marionetas cuya ánima
depende del titiritero estelar.
De
Agüera trascendió que su equipo tiene un par de flancos. Uno lo forman los
priistas y el otro los universitarios con licencia. En el primer caso existen
dos que tres que operan como si fuesen aliados del abanderado de Puebla Unida.
Ahí está la participación de Socorro Figueroa que en el PRI le hicieron el
fuchi en tanto que en las filas galistas (o galianas) le abrieron las puertas
para aprovechar su capacidad de convocatoria. El resultado: organizó la comida
a la que asistieron miles de priistas, los mismos que, supuestamente, estaban
ahí para apoyar al candidato Tony. El otro bando lleva la marca de la BUAP y
funciona motivado por el liderazgo de Enrique, vocación o lealtad que puso a la
defensiva a los militantes comandados por Pablo Fernández del Campo.
Por
cierto, sobre Pablo (conste que no le digo Pablito) se han tejido todo tipo de
versiones, alguna de ellas en perjuicio de Fernando Moreno Peña, su jefe y
delegado del CEN del PRI en Puebla. Verbigracia: se maneja que las encuestas
para escoger candidatos fueron utilizadas mañosamente con el fin de designar a quienes
estaban bajos en conocimiento y aceptación. El propósito: que Puebla Unida
cooptara a los mejor posicionados, la mayor parte de ellos indignados con el
PRI, precisamente porque no se respetó la encuesta. Otro chisme (subrayo chisme
y lo cito para no caer en omisiones cómplices) es aquel que establece la
operación exitosa de los cañonazos obregonistas. Y ya que acudo a este vocablo,
digamos que histórico y patentado por el viejo PRI, de ser cierto semejante
comentario, habría que agregarle que Porfirio Díaz hubiese dicho orgulloso: “Esos
pollos querían su máiz, y se los
dimos”.
Dije
al principio: “Cuidado candidato, las redes sociales te vigilan”.
Y
sí, miles de tuiteros e internautas han puesto su ojo crítico en el actuar de Enrique
Agüera y Tony Gali, circunstancia que propicia la otra guerra, la de usuarios de Facebook y Twitter. El problema es que así
como estos espacios permiten a los políticos tener presencia digital
“gratuita”, también les obliga a estar presentes las 24 horas. Entrecomillo lo
de “gratuita” porque casi todos contratan sus bots para atacar, defenderse o conciliar e incluso con la
obligación de pensar por ellos, además de armar y difundir sus ideas. Y esto,
que conste, se nota y a la larga desgasta al contratante.
¿Es importante tuitear?
Claro que lo es. Basta echarle un vistazo al estudio que
la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) denominó: “El uso de redes sociales
en México y América Latina”. En él se establece que de los 35 millones o más de
usuarios de Internet que hay en México, el 61% usan las redes sociales; es
decir, alrededor de 21 a 25 millones de personas, “de las cuales 6 de cada 10
visitan las redes sociales, por lo menos una vez al día”. Pero cuidado porque
este universo se puede revertir si el político lo utiliza con la intención de
golpear o se vale de él aunque no sepa usarlo. Se nota cuando publican frases
sin fuerza ni contenido político. Y esto suele interpretarse como un atentado a
la inteligencia, la suya y la de los destinatarios del mensaje.
Cuídense, diría el clásico poblano.
acmanjarrez@hotmail.com@replicaalex