Cualquier poder, si no se basa en la unión, es
débil.
Jean de La Fontaine
Por
Alejandro C. Manjarrez
Los
priistas podrán criticar y quejarse del control político, casi absoluto,
ejercido por Rafael Moreno Valle... Y no pasa nada.
Las
plañideras del PAN lloran y gimen porque el gobernador de Puebla les “arrebató”
el manejo de su partido… Y no pasa nada.
El
PRD y la pipitilla política han puesto el grito en el cielo azul, amarillo,
negro, rojo o naranja para manifestar su coraje ante la hegemonía rafaeliana… Y
no pasa nada.
Las
organizaciones no gubernamentales elevaron sus protestas (incluso a nivel
internacional) contra las decisiones unilaterales del mandatario estatal… Y no
pasa nada.
La
parte no comprometida del “cuarto poder” satura las ondas hertzianas y las columnas
de los diarios de papel y electrónicos con críticas, denuncias y señalamientos –directos
o tangenciales– contra el ejercicio político del titular del poder Ejecutivo… Y
no pasa nada.
¿Y
entonces –preguntará el lector– qué es lo que está ocurriendo en Puebla?
Nada
y todo, sería la respuesta.
Nada,
porque Moreno Valle simplemente ejerce a plenitud el poder que el pueblo le
confirió. Y lo hace sujetándose a los términos del derecho (“hecha la ley, hecha
la trampa”, reza la sentencia).
Y
todo, porque en ese ejercicio legalmente respaldado, tanto quejosos como
irritados, gemebundos, afectados, llorones y agraviados aún no encuentran la
coyuntura jurídica por dónde meter sus denuncias, imputaciones, pruebas, daños,
mañas y aquello que podría conducir a judicializar con éxito el resultado o las
consecuencias de las decisiones de gobierno.
La
razón de ese llamémosle blindaje es simple:
Rafael
se rodeó de personas con experiencia y conocimientos cuyo talento sirvió para
armar el proyecto de gobierno bajo las siguientes premisas:
Control político:
ejercerlo sin violentar la ley pero valiéndose de ésta con el fin de impedir
que grupos y grupúsculos alteraran la gobernanza (paz social). De ahí que el
PRI se quedara sin líderes que pudieran encabezar la rebelión esperada. Como si
fuesen “testigos protegidos”, la mayoría de esos “jefes de línea” quedó marcada
con el sello del presunto delito que propicia el manejo heterodoxo de los
recursos públicos, estatales y federales. Tenían (y aún tienen) cola que les
pisen.
Cooptación política:
practicarla bajo el principio de la pluralidad y la inclusión en el reparto de
una de las rebanadas del pastel. La alianza Puebla Unida es una muestra irrebatible.
Prospectiva política:
desarrollarla a partir de la participación de líderes de grupos y partidos, los
afiliados y los disidentes. Esto permitió al gobierno estar preparado para
enfrentar eventualidades (Plan B u otro alterno) como la que se produjo con el
encarcelamiento de Elba Esther Gordillo Morales. E inventar el nuevo membrete
que lleva el nombre de la frase de campaña (“compromiso por Puebla”) utilizada
por la alianza que hizo gobernador a Rafael Moreno Valle (recuerdo haber leído
por ahí que la “marca” quedó registrada en la Dirección General de Derechos de
Autor, mucho antes de que naciera el partido de marras).
Participación política:
incluir en el plan de gobierno a los principales organismos y consorcios de
comunicación interesados en adicionarse a la dinámica productiva y de
construcción del proyecto político de largo aliento representado por Rafael
Moreno Valle Rosas.
Impulso a la economía social:
en el ideario del actual gobierno se incluyeron las acciones conducentes a
detonar el desarrollo económico con hechos de gran impacto mediático. El CRIT
uno de ellos. Otro: el rescate de sus bienes en manos de o concesionados a los “enemigos”
(Parque Fantástico, el principal). Uno más: la construcción de obras visibles,
grandotas y quizá hasta útiles (ya lo veremos). El cuarto: el cabildeo de altos
vuelos que condujo a lograr inversiones espectaculares, como es el caso de la
empresa AUDI. Y el último de esta lista: haber logrado convertir a Puebla en
sede de reuniones, concursos, ferias y congresos de relevancia nacional e
internacional.
Pasos con huarache
A
lo anterior incluya el lector el armado del proceso electoral que vivimos: se
modificó la ley electoral y la Constitución para ampliar el ejercicio de la
próxima legislatura y los ayuntamientos que ganen las elecciones de julio
(cuatro años ocho meses); se hizo la redistritación electoral del estado con el
objeto de mejorar los controles políticos; se estableció la mini gubernatura de
un año ocho meses, lo cual ampliaría el mando del líder del grupo; se
prepararon a los candidatos que deberán cuidar el prestigio de la
administración morenovallista; y se consolidaron los grupos políticos que
defenderán la bandera de Rafael.
En
este último punto llama la atención el “sacrificio” hecho por Moreno Valle al
“permitir” que abandonaran el tren sus principales colaboradores: Fernando
Manzanilla, Jorge Aguilar Chedraui, Antonio Gali, Ángel Trauwitz, Pablo
Rodríguez, Eukid Castañón, Marcelo García y otros funcionarios más de segundo y
tercer niveles, los mismos que formaron parte del trabajo descrito arriba. La
intención: conservar el poder controlándolo desde los ayuntamientos y el
Congreso local. Para ello tuvo que impulsar como candidatos a la crema y nata
de su equipo cercano.
¿Está
mal?
No,
si partimos de que el poder no se comparte. No, si consideramos que ninguno de
los mencionados violentó la ley aunque ésta haya sido hecha a la medida de las
circunstancias por venir. No, mientras los tribunales fallen a favor del
gobernante en cuestión o se declaren incompetentes para el tema que les
planteen los abogados de las partes agraviadas. No, si nos basamos en que el
poder prueba el carácter de quien lo ejerce (lo dijo Abraham Lincoln).
Lo
único que puede desgranar esta gran mazorca de poder, es la derrota que podría
infringirle el PRI a través de Enrique Agüera Ibáñez, candidato a gobernar la
capital del estado de Puebla. Por ello se alistó y ha empezado a funcionar la
artillería pesada morenovallista, la electoral y la oculta en las redes
sociales. Su misión: todos contra Enrique Agüera.