Por Alejandro C. Manjarrez
Sin llegar a ser la Domus Aurea de Nerón, el nuevo espacio donde despacha Rafael Moreno Valle Rosas, tiene, además del lujo contemporáneo, un cierto sabor a imperio monetarista.
No es casa de bolsa, empero, cuenta con monitores donde, escribió y exhibió Arturo Rueda, el mandatario puede vigilar el comportamiento financiero de cada una de sus Secretarías.
Tampoco es lobby de un hotel de Las Vegas; sin embargo, los amplios y espectaculares espacios invitan a pensar en que ahí se juega o apuesta el futuro político de su habitante principal.
Y sin ser uno de los templos faraónicos que resistieron el paso de los siglos, la arquitectura del inmueble nos remonta al mito del vellocino de oro, leyenda que por cierto pervive y forma parte de la orden caballeresca cuyos titulares son el Rey de España y el mero-mero de la casa de Habsburgo.
En fin, la parte remodelada de Casa Puebla se ha convertido en un sitio primermundista, quizás vedado para los poblanos sin pedigrí político. De ahí la duda sobre que a la sala de juntas, por ejemplo, lleguen para negociar con el “góber hermoso” (definición que le escuché a Marcelo García) los representantes de las etnias poblanas, o que sus mármoles sirvan de pasillos a los huaraches zacapoaxtlas, o que en la piel de los sillones “italianos” depositen su “mugroso” trasero los líderes de grupos populares como la 28 de Octubre o Antorcha Campesina.
¿Está mal que Rafael viva como príncipe?
No, de ninguna manera. El gobernador de Puebla tiene derecho a darse la buena vida que nunca soñaron ni Mario Marín ni Melquiades Morales, o el famoso Carlos I. Betancourt, mandatario que ganó para la residencia oficial (Casa Puebla) la definición de “la casa de las muñecas” (su esposa Teresita y él dedicaron una habitación para las muñecas de trapo, sololoy, porcelana, madera y pasta coleccionadas por sus hijitas). Claro, esto siempre y cuando contagie a los poblanos después de, valga la expresión, apoblanar su gabinete que, según lo acaba de analizar Fernando Pérez Corona, en su mayoría está conformado por individuos sin intereses, vínculos históricos, familiares o políticos con la Puebla de Zaragoza, de Lafragua, de Joaquín Ruiz, de Beristáin y Souza, de Clavijero, de Orozco y Berra, de Pérez Salazar y Venegas, de Manuel M. Flores e incluso hasta de Gutierre Cetina.
Así que no se vaya a molestar el lector si, como se dice, es cierto que se gastaron más de 17 millones de pesos del presupuesto estatal, en remodelar el famoso anexo construido durante la época de Alfredo Toxqui para, se manifestó entonces, hacer la estancia agradable a los invitados importantes, entre ellos el presidente José López Portillo (él lo estrenó). Mejor tome en cuenta el costo-beneficio de la inversión y que en ese nuevo ambiente habrá un hombre que, como lo propuso Leonardo Da Vinci, usará su mesa de juntas con la intención de articular el talento de otros hombres y mujeres cuya preocupación será precisamente Puebla.
No se ría, por favor. Esto es muy serio. Considere usted, y además pondere, la suerte de contar con un gobernador de lujo cuyo destino está engarzado a la necesidad de entender y tolerar las demandas sociales de sus gobernados, sin importar, consigno, que éstas sean las mismas que hace cuatro décadas escuchó su abuelo, el general, cuando estuvo al frente del gobierno. Y además medite en el éxito que podría alcanzar si Rafa demuestra que Nueva York ya es una de las sucursales de nuestra patriótica Puebla (de hecho lo es porque aquella ciudad está invadida de migrantes poblanos), ya que acá también tenemos nuestros barrios que equivalen al Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y Staten Island.
Lo que a mi juicio se le pasó al arquitecto contratado para la extraordinaria remodelación, fue construir los hoy tan de moda jardines verticales, con la intención de dar al ambiente gubernamental el sentido ecológico que ha festinado la administración morenovallista. Y de acuerdo con lo que escuché en los bromistas corrillos políticos, tampoco cuenta con el mecanismo automatizado para lanzar celulares a aquellos secretarios que no agarren la onda del jefe o que de plano se apendejen (vocablo éste de uso común en el poder, eh).
Concluyo con una idea publicada en la prensa a modo:
Esta no es una campaña ni a favor ni en contra de alguien. No, Dios nos libre. Son reflexiones obligadas por el brillo y la energía que emana nuestro mandatario, el único de los políticos poblanos que da la nota. Los demás, hay que decirlo, con el debido respeto, parecen patiños de carpa.
Twitter: @replicaalex