Por Alejandro C. Manjarrez
Sin darle vueltas semánticas dizque para evitar cartas aclaratorias o incluso alguna demanda por aquello del daño moral, debo decir que el gobierno está fallando en su relación con la sociedad, con el pueblo. Por ello las protestas y críticas a sus acciones que, arguye el gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, son en bien de los poblanos.
Las fallas se derivan de la falta de comunicación y la ausencia de dialogo con los grupos sociales y políticos cuyo interés se ha centrado en, por ejemplo, cuidar el patrimonio histórico de Puebla. Y este digamos que platillo también tiene como aderezo la ignorancia histórica de los asesores que, ya lo había escrito en este espacio, de Puebla y los poblanos sólo conocen sus dulces típicos y los chiles en nogada.
En descargo de lo negativo que pueda resultar mi comentario, enseguida le platico una de las experiencias entre el columnista y un gobernador, quizás el más difícil y preparado que haya tenido la entidad.
Era domingo cuando la imprenta me entregó un opúsculo sobre Carmen Serdán. Iba rumbo a mi casa y al pasar por la residencia oficial del mandatario, entonces Manuel Bartlett Díaz, detuve mi auto y acudí a la puerta para dejar con su ayudantía un ejemplar. “Es para el gobernador”, dije. “¡Espérese!”, me respondió seco el policía que sin decir agua va se metió a la casa. Cinco minutos después regresó para sorprenderme: “Pásele, el gobernador quiere hablar con usted”. Entré más asombrado que curioso y esto es lo que pasó:
El librito de marras estaba sobre su escritorio. El gobernador vestía sus pants domingueros. Lo acompañaba “El negro”, su fiel perro.
–Qué bueno que vino a visitarme –dijo sonriente–. Gracias por el libro. A ver, usted que todo lo sabe –jugó cuando empezaba a sentarme–, dígame ¿por qué los poblanos no aceptan que mi gobierno haga el Paseo del Río de San Francisco?
No tuve que pensarlo mucho para responderle con la verdad:
–No los ha tomado en cuenta, gobernador. Que yo sepa, nadie les ha preguntado o cuando menos corrido la atención para involucrarlos con su programa –solté confiado por la mirada amigable del labrador negro que acechaba echado a sus pies.
–¡Pero cómo que no! –Respingó don Manuel–. Durante mi campaña hicimos sondeos y encuestas sobre lo que querían los poblanos.
–¿También sobre el Angelópolis y el Río de San Francisco? –pregunté travieso.
–Bueno, eso no porque el presidente Salinas me aceptó el proyecto y en ese momento decidió venir a Puebla a ponerlo en marcha. Tuve dos días para preparar la visita y no me dio tiempo de informar a los ciudadanos: había que aprovechar el interés presidencial para que fluyeran los recursos federales…
Seguramente el lector conoce lo que vino después: una profusa difusión sobre las ventajas del Proyecto Regional Angelópolis, pero sin incluir el Paseo de San Francisco que ya había cobrado varias expropiaciones: aquel que fue un proyecto turístico-comercial copiado a San Antonio, Texas, tuvo que suspenderse debido, precisamente, a la actitud que por cierto se me ocurrió comparar –y así lo escribí– con la de los déspotas ilustrados del siglo XVII. Una de las razones para el recule oficial, la constituyó la declaratoria de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Bueno, pues lo mismo le está ocurriendo a Rafael Moreno Valle. En la premura o las presiones para cumplir en tiempo con sus propósitos de gobierno, su administración se ha olvidado tomar en cuenta a los afectados o beneficiados, incluido el ya discutido tema de la Unesco. Y si él no lo ha hecho, menos su staff que al parecer carece de la sensibilidad social e histórica que suele relegarse cuando se antepone la teoría a la práctica y a las tradiciones populares.
Aparte de esa falla todavía reparable, que conste, debe haber varios apremios gubernamentales más, como podría ser la terminación de, entre otras, la obra u obras propuestas para conmemorar los 150 años de la Batalla de Puebla (5 de Mayo de 2012), festejo que corresponde a todos los poblanos, incluido su gobierno, así en ese orden.
Lo curioso es que Moreno Valle tiene la oportunidad de superar a sus antecesores que hicieron bien su papel de gobernantes. Sin embargo, semejante posibilidad está en entredicho debido al carácter rijoso tanto de él como de varios de sus colaboradores. Y aunque el mandatario estatal lo haya puesto en tela de duda, aún creo -y muchos coinciden- que los poblanos no nos equivocamos de gobernador. La incertidumbre, si acaso existe, gira en torno a la posibilidad de que él se haya equivocado de gobernados.
Twitter: @replicaalex