Por Alejandro C. Manjarrez
Cuando conocí al capitán Carlos Camacho yo era entonces un mozalbete entusiasmado con la fauna selvática en cautiverio. Acompañé al mayor Arturo de la Rosa, hermano de mi madre, a presenciar el trabajo que Camacho realizaba con el sueño de crear uno de los zoológicos más importantes de México. El lago de Valsequillo daba a Africam el toque mágico y al paisaje un marco lacustre con diversas tonalidades.
Han pasado poco más de cuatro décadas y hoy el lago es la gran cloaca de Puebla, mientras que Africam representa el gran esfuerzo generacional cuya sobrevivencia se debe, en parte, al interés de los gobiernos estatales entusiasmados con la idea original del capitán Camacho. La contaminación acabó con los deportes acuáticos que ahí se practicaban, y expulsó a los poblanos que invirtieron en las elegantes mansiones reflejadas en las aguas de la presa, y afectó la salud de las familias originarias del lugar, especialmente los niños.
Poco después, durante el mandato de Guillermo Jiménez Morales, Klaus Feldman Petersen, propietario de Flor del Bosque, se puso de acuerdo con el gobierno para que éste aceptara en donación y convirtiera en reserva territorial alrededor de 600 hectáreas, en su mayoría cubiertas de encinos: era eso o ceder a las presiones comerciales de inversionistas inmobiliarios que decían tener derecho por haber comprado parte del predio. Después se convirtió en reserva territorial creada precisamente para evitar que el crecimiento urbano engullera al bosque. Con ello propiciarían la conservación y desarrollo de las especies endémicas, entre ellas pájaros, liebres, conejos y otros ejemplares de la fauna que se le escapó a cazadores y fraccionadores voraces. El nombre original, según el Periódico Oficial del 24 de diciembre de 1985, es Parque Ecológico Recreativo Lázaro Cárdenas. Posteriormente, el 8 de abril de 1994, Manuel Bartlett emitió un decreto donde ese bosque se convierte en área protegida y de preservación ecológica.
Viene a cuento esta apretada síntesis para protestar porque parte de esa reserva (22 hectáreas) se destinó a la Academia de Policía que desde luego no va a sembrar arbolitos ni a cuidar la fauna del bosque y menos aún a usar armas con silenciadores para sus prácticas de ataque y defensa.
Y aquí regreso a la familia Camacho, en especial a Amy, ahora titular de la Secretaría de Sustentabilidad Ambiental y Desarrollo Territorial (SSAOT).
Es obvio que, si acaso le cayó el veinte, la secretaria Camacho tuvo que apechugar la decisión del mandatario entusiasmado con la idea de la Academia de marras, e incluso quedarse calladita para no alterar a su jefe. Lo mismo pudo haberle ocurrido a Gerardo Tapia Hervert, coordinador de Recursos Naturales de la SSAOT y, curiosamente, ex director del Zoológico de Chapultepec en el Gobierno del Distrito Federal encabezado por Marcelo Ebrard. Ambos guardaron silencio, quizás contra su voluntad ecologista. Se quedaron sin objetar no obstante que, entre otros daños, las aves de ese bosque verán interrumpido o afectado su proceso de apareamiento porque el ruido de las balas afectará sus trinos acortándolos o modificándolos. Dicen los especialistas que si esto sucede, la hembra ya no va a entender los cantos del macho y se abstendrá de copular. Algo parecido ocurrirá con el resto de las especies endémicas.
Si le dio risa no se preocupe ni se sienta apenado: cuando se entere el gobernador de lo aquí escrito, también se soltará la estruendosa carcajada antes de lanzar al aire un explosivo “¡no mamen!”. Es digamos que la actitud de los hombres del poder preocupados por el desarrollo industrial y, por ende, medio ausentes u omisos de la realidad ecológica que azota al mundo, y en especial a estados como Puebla, donde la basura es un buen negocio, tan bueno como la venta o usufructo de los bienes inmuebles. De esto último, que por cierto le quita el sueño a Amy, podrá asesorarla José Antonio Gali, en una época concesionario de la recolección de basura en la zona urbana de la ciudad de Puebla, años en los que el hoy flamante secretario de Infraestructura (antes Desarrollo Urbano) fue declarado “enemigo público número uno” del vecino Tlaxcala, cuando su empresa tiraba la basura en La Resurrección, tierras enclavadas en esa entidad.
En fin, los funcionarios mencionados tienen en sus manos el futuro del medio ambiente poblano. Uno, el Gobernador, obligado por lo insoslayable que él mismo respira y comparte: la contaminación. Otro, la Secretaria, cuya herencia familiar y experiencia personal la inducen a tomar decisiones importantes, como el resolver la problemática de la gran cloaca que a ella y a su negocio afectan, además de conservar y evitar que se perturbe a las especies endémicas. El tercero, coordinador de Recursos Naturales, especialista en apareamiento de gorilas, como celoso e intransigente guardián de la conservación de la fauna –que no del zoológico poblano–, incluidas las tepocatas, cascabeles, tarántulas y alacranes que pululan en Flor del Bosque. Y Gali, como el ave de Díaz Mirón, en este caso la que cruzó por los montones de basura y que hoy camina orondo en los escenarios del límpido poder.
Si hay alguna duda al respecto, recomiendo a quien la tenga que pregunte a Verónica Mastretta, destacada ecologista poblana. O a Manuel Bartlett, el ex gobernador que emitió el último decreto sobre las reservas ecológicas.
Twitter: @replicaalex