Por Alejandro C. Manjarrez
Sin pretender asustar al duro, frío e implacable staff del gobernador de Puebla, hay que decir a quien corresponda que la sociedad poblana está inquieta y nerviosa; actitudes que en otras épocas fueron preámbulo de los problemas que produjeron la renuncia de varios gobernadores. Se lee y escucha la decepción popular. Y en el ambiente político, económico, social, empresarial y educativo puede percibirse cierta inconformidad, debido a que, entre otras cosas, el gobierno aún no ha podido cumplir con las expectativas que produjo el cambio político.
Aumentó el desempleo. Se alteró la tranquilidad social que hasta hace poco generaba certidumbre. Reapareció la corrupción burocrática que dio pie al fenómeno electoral anti marinista. El mandatario ha dejado en sus subalternos la enorme responsabilidad de gobernar cerca de la gente, lo cual no se ha cumplido. Es evidente la polarización de dos de los niveles de gobierno. El menosprecio hacia lo poblano es otra de las percepciones generada por la internacionalización en los contratos de obra pública que huelen o apestan a negocio. Y la presencia de funcionarios sin arraigo produjo ya el tempranero desánimo de los ciudadanos que en varias ocasiones escucharon la promesa del hoy gobernador, mismo que se comprometió a gobernar con poblanos.
¿Por qué tantos yerros?, se preguntan aquellos (me incluyo) que han sido testigos de los avances y recules la vida pública poblana.
¿Novatez? Me niego a creerlo.
¿Rechazo a las tradiciones locales? Ojalá que no porque esto implicaría un suicidio político.
¿Les pareceremos pueblerinos? Si esta fuere la razón cometerían un error terrible, una falla tan absurda como el suponer que la ropa de marca quita los genes indígenas.
¿Miran al grueso de la población con los ojos del pirrurris? Puede ser a pesar de que, diría el más “sensible” de los estrategas políticos que cobran en Puebla, los “nacos” son los dueños de la cancha.
¿Y entonces?
Es difícil saberlo con precisión no obstante las pistas que enuncié. Sin embargo, podríamos suponer que se trata de un problema con raíces culturales y educativas, raigambre aderezada con el desarraigo de quienes operan, sugieren, idean, proponen o inventan maniobras para sustentar las decisiones que pudieron haber sido tomadas poco después del mes julio del 2010; algo por cierto inédito en Puebla desde que cayeron tres gobernadores al hilo (Antonio Nava Castillo, Rafael Moreno Valle y Gonzalo Bautista O’Farril), inercia que fue frenada con la presencia política e intelectual del doctor Alfredo Toxqui Fernández de Lara, un hombre en cuya sangre corrían los genes de los cholultecas víctimas de la sangrienta y cruel conquista española.
Lo que hizo don Alfredo fue cubrir o sustentar sus decisiones valiéndose del consejo y asesoría de abogados oriundos del estado, empezando por su secretario general de Gobierno, el habilidoso Carlos Trujillo Pérez. Después siguió Guillermo Jiménez Morales, abogado de profesión, nacido en la Sierra Norte, cuya determinación fue integrar un gabinete muy poblano en el cual también hubo abogados. A éste lo suplió el guerrerense Mariano Piña Olaya, cuya experiencia abogadil le permitió cruzar los vendavales que él mismo provocó. Le tocó el turno a Manuel Bartlett Díaz, poblano por accidente, abogado también y con el plus de haber cogobernado al país. Melquiades Morales Flores, poblano en exceso, tomó la estafeta para concentrar y ponderar en su gobierno las buenas y malas experiencias que legaron sus antecesores. Y Mario Marín Torres, sin las luces jurídicas de los mencionados, cometió el error de olvidar aquella conseja que recomienda rodearse de gente más hábil que el jefe o el dueño del balón.
Este breve recorrido me lleva a suponer que la razón de los tropiezos del gobierno, por ahora reparables, se debe a la falta de abogados o de poblanos que así como dominen el derecho conozcan el modo de ser de los gobernados y desde luego la historia de Puebla. Es probable que por estas ausencias se menosprecie a los nativos de esta tierra que ha visto nacer a muchos hombres y mujeres ilustres, descuido o carencia oficial que en unos casos convoca la desconfianza y en otros produce el desconcierto de los ciudadanos. Y ello me lleva a deducir que, de no recular, corregir, enmendar o incluso reparar daños causados por los yerros, en algunos casos jurídicos y en otros políticos, el famoso ciclo o círculo histórico que acaba en tragedia alcanzará a este gobierno. Ojalá que no porque perderíamos a un buen prospecto de gobernante.
Twitter: @replicaalex