Atento recordatorio
Las siguientes ideas son como las viejas recetas de la abuela, fórmulas por cierto más efectivas que los modernos y agresivos medicamentos que inventó la tecnocracia. Así que hoy renuevo una vieja columna que, espero, sirva de mensaje para quien quiera ponerse el saco: funcionario o amanuense del poder.
Si echamos un vistazo a lo que ocurrió con el periodismo de hace 100, 50 o 25 años, veremos que sigue vigente el gatopardismo de Lampedusa, ya que se han hecho muchas cosas pero todo sigue igual.
Igual que antaño, los periodistas de nuestro tiempo son asesinados.
Igual que antes, los informadores sufren el escarnio, la persecución y hasta el efecto de delitos preconcebidos con la intención de encarcelar, perseguir o asustar a quienes critican al gobierno (Veracruz, Puebla y Tabasco, por ejemplo).
Igual que en los tiempos de nuestros abuelos, el poder sigue haciendo de las suyas cuando se trata de aplacar al periodismo auténtico.
Y lo peor: igual que hace un siglo, hay periodistas (los tontos útiles, claro) que por encargo o de motu proprio desprestigian al oficio arrogándose el papel de jueces del llamado cuarto poder, sin reparar en que ellos mismos son atropellados por su propia miseria y poder.
Ahí están, pues, los asesinatos de periodistas; las auditorias para periodistas; la "ley del hielo" en contra de periodistas; la proliferación de rumores en perjuicio de la fama pública de periodistas; las negociaciones cupulares para aplacar periodistas; las censuras pactadas con el objeto de silenciar a periodistas; y los acuerdos entre políticos y directores de medios cuyo objetivo casi siempre es "moderar" las opiniones de los periodistas, pactos con frecuencia basados en las prebendas y complicidades que suelen darse entre propietarios de empresas periodísticas y el poder Ejecutivo.
En fin, la eterna, soterrada y perversa lucha en contra de la prensa, conflicto que Rafael Loret de Mola –hijo de una de las víctimas de la represión del poder político– refirió con su característico estilo, cita que recuerdo con el lector:
"La coerción impuesta a los delitos de difamación y calumnia, también en cuanto al daño moral, varía en la medida en que el sector gubernamental se ve afectado por las opiniones disidentes. No hay duda de que una de las grandes trampas contra la democracia y la libertad es la interpretación sesgada de los contenidos jurídicos para usar la ley, sí, usar, de acuerdo a las consignas en boga y con el propósito, siempre, de proteger a los usufructuarios pasajeros del poder público.
"La polémica sobre el particular tuvo unos de sus momentos estelares durante los debates previos a la promulgación de la Carta Magna de 1917 en Querétaro. Allí, en el Teatro de la República, el diputado y periodista Froylán C. Manjarrez expuso, acaso como un mal presagio, cuál debía ser el punto de partida para entender las relaciones entre la prensa y el gobierno como parte sustantiva de las garantías individuales:
"La misión del periodista –dijo el constituyente Manjarrez– está precisamente en exhibir todo aquello que haya de malo y de podrido en las esferas oficiales. No es la misión del periodista ir a quemar incienso en el altar de los poderosos; al contrario, tiene la obligación de ir a señalar las llagas. Señores: si el ofendido, que tiene que ser el gobierno, es el que nos va a juzgar, ¿cómo podremos disfrutar de esa libertad? El gobierno no puede ser juez y parte".
"A casi nueve décadas de aquella discusión, los periodistas permanecen en la indefensión ante el gobierno. Es sencillo para el poder público escarnecer, perseguir y hasta inventar delitos para inhibir a los críticos; pero éstos carecen de recursos jurídicos para plantear cara a los represores y enemigos de la libre expresión. En este punto permanecemos anclados."
En 1857 Francisco Zarco dijo que la libertad de prensa permite la existencia de las otras libertades, incluida la de disentir con los periodistas, reclamo que debería de ajustarse a la Constitución no así a leyes hechas para espantar periodistas.
Cada día es una nueva oportunidad para que nosotros y los funcionarios públicos promovamos y protejamos las libertades consagradas en la Carta Magna.
Cada día tenemos que anteponer a nuestras acciones la ética y la honestidad, que es la mejor de las fórmulas para que la prensa y el poder público cumplan con el deber de informar y gobernar, respectivamente, nunca al revés.
En el periodismo no hay paraísos y menos aun infiernos. Lo que nos guía es la opinión pública cuya influencia regula y modera las acciones de quienes fueron designados para ejercer el poder, potestad que hoy le corresponde a Rafael Moreno Valle. ¿Va bien?, preguntará el lector. De ello hablaré en el siguiente “atento recordatorio”.
Twitter: @replicaalex