Por Alejandro C. Manjarrez
De acuerdo con lo que algunos llaman ley de probabilidades, en Puebla puede ocurrir uno de los tristes y espectaculares accidentes aéreos. Existe tal posibilidad si partimos de los antecedentes que enseguida le comparto, datos que inciden en las estadísticas que han ubicado a México como el espacio aéreo que en ese tipo de accidentes supera en tres veces la media internacional.
Una máquina Augusta fue el primer helicóptero que cayó en Puebla. Ocurrió durante el gobierno de Alfredo Toxqui quien se salvó de morir gracias a que poco antes del percance se había bajado en un pueblito. El aparato volvió a elevarse y minutos después se accidentó: los pilotos fallecieron. La empresa aseguradora pagó la póliza cuando Guillermo Jiménez Morales llegó al gobierno. Éste utilizó el dinero del seguro para comprar el “ratón loco” dándole a Puebla su pequeña montaña rusa que divirtió a los niños y adultos de aquella época, “juego” que Mariano Piña Olaya vendió a Reino Aventura, antecedente de Six Flags.
Piña Olaya se abstuvo de usar el helicóptero. Les tenía miedo y por ello casi nunca los utilizó. E incluso alguna vez se disculpó con el presidente cuando éste lo invitó a viajar en uno de los Puma; dijo que se sentía indispuesto.
Durante el gobierno de Manuel Bartlett el helicóptero se hizo necesario para darle tres vueltas a cada uno de los 217 municipios de la entidad (de pisa y corre, claro). En aquel mandato reapareció la tragedia después del percance en Izúcar de Matamoros (las pedradas y caída del helicóptero): según el peritaje, se soltó la hélice y ésta cercenó los cuerpos de los pilotos y del coordinador de giras de Bartlett. Todo ello a minutos de que el gobernador se había quedado en algún pueblo de la Sierra Norte.
Melquiades Morales Flores también tuvo suerte ya que él y sus invitados salvaron la vida de milagro*. E igual fue un Bell 412 el accidentado. Antes de este evento hubo varios avisos, todos originados por la impericia o irresponsabilidad del suertudo piloto que los protagonizó, por ejemplo: al salir del helipuerto del estadio Cuauhtémoc, el “capitán” de la nave despegó en contra de las reglas y la norma; es decir, se elevó en dirección a los tanques de Pemex, operación que lo obligó a “castigar” los motores para elevarse y poder librar la refinería de la paraestatal. En la maniobra se “torció” la flecha de la hélice principal. No obstante ello y la consecuente vibración que produjo el daño, Melquiades siguió el viaje para llegar de milagro al helipuerto del hotel Aristos en la ciudad de México, donde, como si se tratase de una película de terror, el mismo capitán estuvo a punto de estrellarse con uno de los edificios cercanos al helipuerto. Lo curioso es que el importante pasajero nunca se dio cuenta de nada (no tenía por qué debido a que era ajeno a ese tipo de maniobras). Sólo se asustó por estar en las manos (o patas) de un piloto que por primera vez operaba el Bell 412. En otra de las aventuras del mismo piloto, doña Socorro aterrizó en casa Puebla, justo en el momento en que se acabó el combustible del aparato: un minuto más de vuelo y la historia habría sido distinta.
En el gobierno de Marín ocurrió el lamentable accidente donde fallecieron las esposas de varios empresarios poblanos, incluida la cónyuge de Mario Montero, a la sazón secretario de Gobernación. Igual fue un Bell 412 el aparato accidentado.
Como dato curioso debo destacar el hecho de que las naves siniestradas cumplían los requisitos de aeronavegabilidad. Empero, sus percances se debieron a fallas mecánicas propiciadas, quizás, por el ahorro en su mantenimiento, acción “decretada” por quienes manejaban el dinero, en unos casos para reducir el gasto corriente y en otros con la corrupta intención de darle tarascadas al presupuesto.
Exceso de confianza
Con Toxqui los pilotos se estrenaron en el manejo del helicóptero italiano. Con Bartlett ocurrió lo mismo ya que el gobernador había solicitado al secretario de la Defensa Nacional que le comisionara la tripulación, solicitud que le fue concedida enviándole a dos tenientes que nunca habían volado el Bell 412, razón por la cual éstos omitieron la necesidad de someter el aparato a la revisión de las 15 horas, después del overholl mayor que le acaban de hacer (el accidente sucedió a las 16 horas de aquella reparación).
Como verá el lector, los gobernadores mencionados se salvaron de morir gracias a su buena estrella, ventura ahora en tela de duda, precisamente por la teoría de la probabilidad.
De ahí el ¡aguas Rafa!
Dice una de las leyes de Murphy: “Los helicópteros no pueden volar. Son tan feos que la tierra los rechaza.”
*Pronto la aventura aérea de dos periodistas, un empresario y varios colaboradores de Melquiades Morales Flores, hasta hoy el político más suertudo del quehacer público nacional.
Twitter: @replicaalex