Por Alejandro C. Manjarrez
Caray, qué difícil es esto de escoger a un profesionista sin mácula y además con las características que requiere un ente público como el Órgano de Fiscalización Superior (OFS). Siempre habrá detractores contra los aspirantes; críticos que basan sus dichos en las expresiones de otras personas cuya vida no es del todo prístina. Los cargos como el de Auditor General son, pues, como las bodas nunca como los velorios. Por ello, en el proceso de selección, han salido a la luz todos los defectos de quienes aspiran al cargo, vicios que el tiempo podría transformar en virtudes.
De ahí que el cuerpo legislativo se las esté viendo negras para legitimar al hombre mejor posicionado gracias a sus amistades y parentescos. Me refiero a David Villanueva Lomelí, cuya capacidad profesional padece el lastre que forman sus padrinazgos. Por un lado, Rafael Moreno Valle, que fue quien le dio el espaldarazo para ingresar a la entonces Secretaría de Finanzas y Desarrollo Social. Y por otra parte, Melquiades Morales Flores, el gobernador que lo aceptó como yerno (una excelente chamba, decían sus paisanos tapatíos) debido a los buenos oficios de Rafa, a la sazón el colaborador más importante del mandatario dueño de la hacienda pública.
Tenemos así que David sufre de la incomodidad que a estas alturas representa el suegro. A ello incluya la amistad que ha mantenido con el gobernador en funciones, persona que, además de proponerlo, le ha dado el espaldarazo que significa su orden tajante a los diputados. Mis comentarios son dos asertos incontrovertibles a pesar de que los nieguen nuestros nuevos protagonistas de ésta que es una historia de poder y autoridad.
Parafraseo al senador y ex gobernador mencionado para, diría cualquiera de los líderes del Congreso, pedir al lector que lo leído quede aquí entre nos, en la íntima intimidad.
En fin, en este barullo de intimidades y secretos ahora compartidos por la canalla, apareció una voz innecesaria pero conciliable. Fueron las palabras de Jesús Morales Flores, tío político de David y tío abuelo de los hijos del matrimonio Villanueva-Morales. Y digo innecesaria pero conciliable porque el diputado plurinominal referido, por cierto uno de los políticos poblanos con más bagaje, tuvo la temeridad de hablar en favor del yerno de su hermano, opinión que sale sobrando dados los atributos del aspirante en cuestión.
A partir de estas circunstancias entre familiares y políticas, no cabe la menor duda de que Villanueva será el elegido por los diputados del PRI y del PAN, o sea la mayoría calificada que incluirá a los dos perredistas, uno de cepa y el otro de membrete. Todos le harán al cuento, decisión que será avalada por –diría Tartufo– el limpio y democrático consenso del Pleno legislativo. Empero, como lo escribió mi colega Alejandro Mondragón, el decreto legislativo otorgará a David legalidad no así legitimidad. Ésta podría darse después, siempre y cuando el titular de OFS demuestre a la sociedad que ni Rafa ni Melquiades ni Jesús ni nadie más influirán en sus decisiones honestas, verticales, éticas.
Está cabrón, ¿verdad?
A ver, para aclarar dudas pongámonos ante dos escenarios digamos que lógicos dada la práctica que se estila, “usos y costumbres” comunes en el ámbito del gobierno. Uno de ellos: “Integra el expediente de Perengano y lo consignas para que vaya a la cárcel”, instruye el jefe mayor al Auditor. Otro de la misma factura: “Ayuda a Mengano con su cuenta pública. Ya sabes, es medio tonto pero es nuestro cuate”.
Suponiendo sin conceder que Villanueva quisiera pasar a la historia y hacerlo como el Auditor que cumplió con su deber y respondió a la sociedad que sufraga el salario de los servidores públicos, tendría que taparse los oídos para no escuchar consignas. Y lo peor: convencer a los diputados, en especial a los de la Comisión Inspectora del OFS, para que ellos también adopten la ética, que es sinónimo de honestidad profesional.
También está cabrón, ¿o no?
De ese tamaño es el reto para esta nueva generación de gobernantes, representantes populares y servidores públicos. O son rectos, justos, equitativos, imparciales y éticos, o serán más de lo mismo; es decir, corruptos en el más amplio sentido de la definición que incluye la omisión al cumplimiento del deber que protestaron cumplir.
Por último y ya que hablo de justicia y equidad, pregunto a las instancias involucradas en este teatro estilo Ionesco:
¿Y por qué no propusieron a las mujeres que en eso de la ética e imparcialidad le dan las veinte y las malas a los machos que son muchos pero mucho menos que las féminas? ¿Y las diputadas se quedaron mudas?
Claro que hay respuestas oficiales para las preguntas enunciadas. Sin embargo, todo apunta que serían como las de Tartufo, el personaje de Molière cuyas actitudes crearon una las definiciones del diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
Hay que esperar para conocer la respuesta laboral de David Villanueva.
Twitter: @replicaalex