Por Alejandro C. Manjarrez
Llegó la hora de la verdad para los panistas: o se manifiestan como auténticos demócratas, o de plano quedan como el sapo aquel que criticó al cocodrilo por hocicón.
La definición deberá darse el domingo 5 de febrero, día en que –en términos parroquiales, diría Javier Lozano Alarcón– se festeja el onomástico de Felipe Calderón Hinojosa y, desde el punto de vista cívico-laico, se celebra un aniversario más de la Constitución General de la República Mexicana que, curiosamente, el gobierno actual quiere modificar para quitarle lo laico.
Sabemos, pues, que las encuestas ponen a Ernesto Cordero como el seguro perdedor de la contienda interna panista, y a Josefina Vázquez Mota como la ganadora indiscutible. La única posibilidad para Santiago Creel –el otro contendiente– está en que ocurra una especie de milagro a cargo de su tocayo, o sea de Santiago el Mayor, y que éste apóstol, a nombre de la Virgen María desde luego, decida resucitarlo.
En fin, dadas las diferencias y preferencias de los propios panistas, no existe ninguna posibilidad lógica que nos permita suponer un abrupto cambio de la tendencia que favorece a doña Josefina, y menos aun en las horas que faltan para la definición del candidato presidencial blanquiazul. Partiendo de esos mismos sondeos, la mayoría elaborados por firmas de prestigio público, resulta prácticamente imposible que ocurra un resultado que obligue la segunda vuelta estatutaria.
Sin embargo, como se han venido manejando las campañas y debates (o lo que sea) enmarcados por el antifeminismo, la guerra sucia y las declaraciones de don Neto y su socio Creel, no hay que desechar la posibilidad de que ocurra una sorpresota llamémosle burocrática, y que el buen Cordero del dios de Los Pinos resulte el ganador. Si así fuere, los dirigentes y la clase política del PAN, tendrían que tragarse sus críticas al PRI porque habrían caído en la misma costumbre, tradición o práctica “política” que tanto satanizaron: el dedazo. Y por qué no: Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Manuel J. Clouthier, Carlos Castillo Pedraza y demás padres fundadores e impulsores de la democracia partidista y mexicana, se levantarían de su tumba mentando madres para reclamar airados el gran recule antidemocrático a cargo, ¡oh paradoja!, del descendiente de Francisco I. Madero, el sumiso dirigente nacional del PAN. Bueno, también de Felipe Calderón, quien fuera uno de los mayores críticos de los 70 años del priato.
De darse este último escenario, estaríamos hablando de un PAN en decadencia y de algunos dirigentes que, faltos de recato y dignidad, decidieron empinarse para violentar lo que podríamos llamar la “pérdida de su virginidad política”. (En el pasado reciente sólo fueron, perdone usted la expresión, cachondeados y por ende manipulados por Elba Ester Gordillo Morales).
A la opinión que acaba de leer, exagerada o recatada, depende lo que diga el lector, le falta agregar lo que ocurriría en la elección constitucional, según esas mismas encuestadoras. Va:
a) Si Enrique Peña Nieto le gana a Ernesto Cordero (que es lo más probable) Acción Nacional tendría que remontar la enorme cuesta del desprestigio ocasionado por la imposición de un candidato sin personalidad ni poder de convocatoria (recordemos que para esas fechas Calderón ya no podrá meter las manos).
b) Si Josefina es la aspirante elegida, Acción Nacional y el resto de sus candidatos serían digamos que mucho más competitivos; sin embargo, de acuerdo con las encuestas, insisto, es difícil que el PAN gane la Presidencia.
c) Ahora bien, si apóstol Santiago hace el milagro para beneficiar a su tocayo Creel Miranda, tendríamos entonces a un panista maduro y con conocimientos políticos, características insuficientes como para triunfar sobre un rival joven, carismático y con capacidad de convocatoria.
Guerra de lodo
Lo que vendrá después de la decisión panista será, sin duda, una intensa campaña negra o guerra de todos contra todos. Los panistas se irán a la yugular de Peña Nieto, igual que el sector del perredismo combativo. En consecuencia el PRI se verá obligado a sacar sus armas para defenderse y contra atacar con una ventaja: el posicionamiento de su candidato. El concepto de República Amorosa de López Obrador quedaría rebasado u oculto por los sedimentos o fango de las hostilidades entre partidos, a menos de que ocurriese otro milagro, en este caso promovido por Lucifer, el personaje que antes de ser diablo fue un ángel: que la boñiga cruce el cielo nacional para ensuciar al puntero de las encuestas y, ante el exceso de estiércol, surja la figura de Andrés Manuel.
Este último escenario sin duda beneficiaría a Josefina Vázquez Mota, no así a sus compañeros de partido que han buscado derrotarla. La razón: Josefina es mujer y, guste o no a sus correligionarios, se ha mantenido ajena a la guerra de lodo.
Como lo digo al inicio de esta entrega, los panistas están ante la disyuntiva de quedar como auténticos demócratas o, en su defecto, arrogarse la figura del sapo que criticó al cocodrilo por hocicón.
Twitter: @replicaalex