Por Alejandro C. Manjarrez
Entre los mensajes que circulan en la red, encontré el siguiente enviado por Alejandro Armenta Mier: “A tan sólo 24 horas de iniciar la campaña Presidencial, los priistas estamos listos para trabajar y llevar a Enrique Peña Nieto a la victoria”. Le respondí a quien es coordinador de su campaña en el estado de Puebla, que era al revés porque Peña Nieto tendría que llevar la victoria a los candidatos de ese partido. Esto porque después del manejo patrimonialista que acostumbró el PRI poblano, se produjo la desbandada que nunca imaginó ninguno de los dirigentes anteriores a Juan Carlos Lastiri. La histórica fuga de “valores” tuvo las siguientes causas: El desgaste del marinismo cuyos miembros activos manejaron al Revolucionario con el estilo de Mario Marín Torres; es decir, como si fuera un negocio o club privado
La pérdida natural de los fondos oficiales y extraoficiales que sufragaban el trabajo de proselitismo, la organización y el gasto corriente que incluye salarios y prestaciones.
La corta visión política que impidió a su dirigencia conservar el poco o mucho prestigio, así como mantener vigente las propuestas políticas que alientan a sus militantes, como es el caso de la lucha por sus principios, actitud que incluye comportarse como partido de oposición, algo que se olvidó.
La vergonzosa entrega al gobernador poblano, actitud que también ahuyentó a los militantes que toleraron la derrota porque suponían que iban a encabezar las demandas sociales y políticas que, supuestamente, habrían de rescatar la presencia pública o popular de esa organización.
La connivencia de sus dirigentes con el mandatario estatal, tratos que incluyeron el tradicional palomeo del poder y hasta la imposición de varios de los candidatos que hoy contienden por las diputaciones federales.
Estos cinco enunciados más otros que expondré conforme pasen los días, provocaron la salida de un montón de priistas (que no priistas del montón), mismos que hoy participan en otros partidos valiéndose de la experiencia que incluye las mañas y/o habilidades electorales para organizar y manejar elecciones, plus que les fue inculcado y trasmitido en seminarios diseñados ex profeso y, obvio, en el trabajo de campo. Si cuantificáramos esas destrezas estaríamos hablando del 25 por ciento de producción y competitividad en la cosecha del voto estatal, duro e indeciso.
Van cinco de esos valores:
Víctor Hugo Islas Hernández, varias veces diputado local y federal. Fue delegado general del CEN del PRI en varios estados, presidente del CDE y coordinador de campañas (una de gobernador), además de diversos procesos electorales. Contiende por el Partido Nueva Alianza (Panal) para una de las senadurías.
Enoé González Cabrera, también ex diputada y ex presidente municipal de Huauchinango, cuenta con el plus de conocer las entrañas de la acción electoral. Fue secretaria general del PRI estatal y municipal y, como Víctor Hugo, a quien acompaña en la fórmula, experta en el manejo de los intríngulis electorales.
América Soto López, ha participado en varias campañas incluidas dos en la que ella resultó electa diputada local y federal. Es una de las mujeres que dominan la teoría y tienen experiencia en la praxis política. También va por el Panal.
Marcela Jiménez Avendaño cuenta con la trayectoria profesional y partidista que la convirtió en estratega política. Ha sido candidata y posee lo que en estos tiempos es una ventaja: conoció la derrota electoral, circunstancia que hizo las veces de la enseñanza que agrega experiencia. Pertenece a un equipo de intelectuales y profesionales de la política nacional, grupo que suele dar asesorías sobre políticas públicas. El Panal la reclutó.
Luis Alberto Arriaga, ex diputado local, médico de profesión, comunicador por vocación y político por convicción, dejó el PRI “aterrado” por las prácticas caciquiles para, igual, contender por el Panal en uno de los distritos de la capital.
Agregue el lector que también emigraron a Nueva Alianza varios de los expertos en el manejo de elecciones, hoy más duchos gracias a la capacitación cibernética (cuántica, digo yo) adquirida en el pasado proceso que hizo gobernador a Rafael Moreno Valle.
Al panorama anterior, nada halagüeño para el PRI, habrá que adicionar la necesidad u obligación de Elba Esther Gordillo para conservar el registro de su partido, compromiso en el que está involucrado el mandatario de Puebla, su amigo y protegido. Y por si fueran pocos estos llamémosle nubarrones para el PRI, auméntele la participación de los panistas obligados a ganar porque contarán con el “apoyo moral” del Gobierno calderonista.
Por todo ello y algunas otras cositas más, dije que Peña Nieto tendría que llevar a la victoria a los candidatos del PRI, dicho al que agrego: lidiando con los estrategas de Moreno Valle.
¡Vaya follón!
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