Por
Alejandro C. Manjarrez
Es un buen día para rememorar los errores de quienes se sintieron o se sienten paridos por los
dioses del Olimpo.
Así que rescato algo de lo que el tiempo ha convertido en anécdota.
Se trata del culto a la personalidad, la costumbre cuyo costo no tiene cifras ni
parangones. Simplemente se da en
mentes enfermas de megalomanía.
Quien
impuso la moda, digamos que moderna, pudo haber sido José Stalin. Nadie podía
increparlo y menos aun rebatirlo. El
tipo se sintió el único juez de la ley suprema. No obstante la represión a
la que se arriesgaban quienes discrepaban con él, hubo algunos que lo hicieron, atrevimiento que incluyó la buena suerte ya que sobrevivieron para después de la muerte del dictador recibir una especie de premio al valor. Durante su mandato se murieron asesinados o por "fuego colateral" 23 millones de personas.
Mussolini,
Hitler, Franco, Trujillo, Mao Tsetung, Idi Amin, Bokassa, Mobutu, Duvalier,
Marcos y Hussein son otros de los adoradores de ellos mismos. La historia registra a Hitler como el responsable de la muerte de 17 millones de seres humanos.
He aquí un digamos que postre histórico del dañino culto a la personalidad:
Rafael
Leonidas Trujillo Molina, presidente de República Dominicana, genocida que
mandó asesinar a más de 30 mil haitianos que se atrevieron a ingresar al país,
se hizo llamar “Generalísimo y Doctor Benefactor de la Patria Nueva”. Sus seguidores nombraron a su madre
“Matrona de Vientre Privilegiado”, la misma que sus víctimas recordaron en
no muy buenos términos.
Jean-Bedel
Bokasa tiene un apartado especial en la historia de África: gobernó la
república centroafricana durante catorce años. Lo hizo entre la sangre, el dolor, el canibalismo y su crueldad
demencial, características que acompañaron sus crímenes. Se declaró apóstol
y santo y nombró emperador. Dijo ser católico y tuvo 17 mujeres y 55 hijos. También
se auto proclamó como: “Emperador
de África Central por la voluntad del pueblo centroafricano, unido al partido
político nacional…”.
Mobutu Desiré Joseph implantó el récord en el poder
omnímodo y brutal. En Zaire su efigie prevaleció años después de muerto (1997).
Él mismo se definió como el “todopoderoso guerrero que gracias a su resistencia
e inflexible voluntad de vencer irá de conquista en conquista dejando tras de
sí una estela de fuego”. Fue el ejemplo
perfecto de la cleptocracia, fenómeno que por cierto vivimos en
Puebla durante el pasado sexenio.
Uno de los actos políticos más espectaculares de Sadam
Hussein, consistió en el plebiscito que convocó para que su pueblo decidiera si
continuaba o no en el poder. Aquella consulta produjo el siguiente resultado
que, obvio, tuvo el aval de la autoridad electoral designada por él: el 99.96 por ciento de los ciudadanos
dijeron “sí”. Y sólo 3 mil 52 de los ocho millones de votantes, sufragaron
por el “no” (que yo me acuerde, hay una
votación superó a la del Irak de Hussein: la del distrito de Ciudad Serdán donde se implantó lo que debería figurar en el libro de récords de Guinness: 110 por ciento dieron el triunfo al candidato del PRI).
Y ya que hice el paréntesis sobre Ciudad Serdán, ahora me
ubico en México para traer a colación los siguientes datos:
Por acá tuvimos a don Antonio López de Santa Anna, alias el “Quince Uñas”: se hizo
llamar “Su Ilustrísima”. Porfirio Díaz no cantó mal las rancheras y de ser un
hosco y vulgar general cimarrón, pudo transformarse en un exquisito gobernante cuyos modales y modo de hablar cautivaron a
los diplomáticos extranjeros de aquellos entonces: así gobernó durante 27 años
ininterrumpidos. Arnulfo R. Gómez, otro general menos pomposo que Díaz, plagió para
firmar como propia la máxima romana: “Si
quieres la paz prepárate para la guerra”. Y qué decir de Victoriano Huerta,
conocido como “el chacal”, un hombre que en su locura por el poder ordenó matar
al presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez:
fue inspirado e inducido por el embajador estadunidense que le lavó el cerebro
diciéndole que su país lo haría el mejor gobernante de México.
Una vez hecho este recorrido histórico a vuelapluma, al
mirar nuestro entorno político, he concluido que el culto a la personalidad forma parte del proyecto personal de los
hombres de Estado. ¿Cómo convencer a los electores si se presentan como
simples mortales? ¿De qué manera trascender cuando la modestia forma parte de
la personalidad? Ante esta disyuntiva concluyen que no hay de otra mas que echarle crema a los tacos o lana a los medios de
comunicación electrónicos. Y nosotros, los simples mortales, somos los que
pagamos los platos rotos (ahora impuestos) para que siga vigente el culto a la personalidad. Entre esas víctimas incluya el lector a los burócratas corridos bajo la chambona idea de adelgazar la nómina con la intención de tener más dinero disponible, precisamente para el culto a la personalidad. ¿O
no?
*Columna publicada en junio de 2011, ahora con algunos cambios dado que su vigencia debería alertar a la sociedad. Se aceptan sugerencias para
ampliar y actualizar la lista de políticos megalómanos.
Twitter:
@replicaalex