Por
Alejandro C. Manjarrez
La
columna pasada (El karma del Gobernador), produjo una comedida carta
aclaratoria enviada al director de e-Consulta, el periodista Rodolfo Ruiz. La
información familiar que contiene dicha misiva oficial no altera las historias
documentadas tanto por el protagonista que menciono en el texto (Manuel Sánchez
Pontón), como por los antecedentes que moran en las hemerotecas de Puebla y del
Distrito Federal, empolvados unos y olvidados otros.
En
efecto, el general y doctor se enfermó cuando ejercía el poder. Uno de los
médicos que estuvo cerca de él política y profesionalmente, fue el doctor
Gonzalo Bautista O’Farril, quien por cierto lo sucedió en el cargo.
Entrevistado por el que esto escribe, Bautista me dijo que Moreno Valle había
desarrollado una alergia a los caballos, reacción que después le fue
diagnosticada, además de los otros males que lo recluyeron en el hospital,
mismos que están mencionados en la carta de marras. Digamos que esto coincidió
con el barullo periodístico que produjo la muerte de varios pobladores de
Huehuetlán el Chico. Y que para abundar en las coincidencias y consecuencias,
aquel desafortunado evento publicado por Excélsior
bajo la firma de Manuel Sánchez Pontón, le permitió a Luis Echeverría usar su
poder con el fin de presionar el permiso o renuncia del entonces gobernador.
Era el estilo del ejercicio político presidencial de la segunda mitad del siglo
pasado, cuando se obligaba a los gobernantes antipáticos o rebeldes a renunciar
por enfermedad o caídas de caballo.
Después
de que los policías del gobierno golpearon a Sánchez Pontón con la intención de
matarlo, éste emprendió una intensa campaña en contra del general y doctor señalándolo
como el autor intelectual de la golpiza. Los defensores del Moreno Valle dijeron
que él nunca había dado orden alguna en contra del periodista porque tenía como
principio el respeto a la libertad de prensa.
Esos
son los antecedentes a vuelo de pájaro. Hay otros que podrían validarse si, por
ejemplo, Melquiades Morales Flores hiciese un ejercicio de moral pública y nos dijera
la verdad sobre lo ocurrido cuando él era diputado local y líder del Congreso.
Esto porque antes de llegar al cargo, Melquiades había sido secretario
particular o auxiliar (no lo recuerdo con precisión) del gobernador Moreno
Valle, puesto que dejó para hacer campaña y ganar la diputación, obviamente con
la venia, directriz y apoyo de su jefe, el gobernador.
Ya
como diputado electo, Melquiades fue llamado por el general Moreno Valle. Según
comentario que el propio Morales Flores hizo al que esto escribe, el mandatario
le entregó 15 mil pesos para cada diputado. La justificación giró en torno a
que con ese dinero se podrían reponer de los gastos de campaña, además de
ganarle la simpatía y aprecio de sus compañeros, precisamente para que lo
aceptaran como coordinador de los esfuerzos políticos y legislativos. De ahí
que Morales Flores fuera nombrado presidente de la Gran Comisión y, en
consecuencia, líder de los legisladores. Todo ello, subrayo, con la venia y
apoyo del titular del poder Ejecutivo.
Dije
ejercicio de moral pública porque como parte de la historia moderna de Puebla
(varias veces diputado y senador, además de gobernador gracias al voto popular),
Melquiades debería contarnos lo que ocurrió el día en que su jefe Moreno Valle
le dijo que tramitara su renuncia al cargo de gobernador. Si es cierto que el a
la sazón diputado local le pidió al mandatario que no renunciara ofreciéndole
que el poder Legislativo haría un manifiesto público para apoyarlo. Y si es
verdad que el general le comentó con la tristeza y emoción entreveradas, que la
decisión venía de arriba por lo cual ambos como soldados de la República
estaban obligados a acatar las órdenes del Presidente.
Así,
pues, tenemos varios testimonios de aquella época. Lo importante para el caso
que me ocupa, es que la batalla emprendida por Sánchez Pontón en contra del
abuelo del hoy mandatario, pudo haber dejado la huella que se me ocurrió llamar
“karma” debido a que los ejemplos, historias, frustraciones, reconcomios, éxitos,
molestias, enconos, disgustos, acrimonia, fobias y filias suelen formar parte
del legado familiar. Y por lo que hemos visto e incluso documentado, el actual
gobernador, nieto de aquel, aunque diga que respeta la libertad de prensa, alza
pelo cuando de periodistas se trata.
¿Herencia
o novedad?
Tarde
que temprano se sabrá y publicará porque, como dice Sánchez Pontón, los
periodistas lo siguen siendo y los gobernantes dejan de serlo.
Twitter: @replicaalex