Grafico tomado de Radiografía Mundial.com
Por
Alejandro C. Manjarrez
Eran
tiempos de Guillermo Jiménez Morales.
“El
periodismo en Puebla tenía en Enrique Montero Ponce a un maestro de la
generación que junto con él trascendió al tiempo. Su capacidad y sensibilidad
reporteriles lo alejaron de la tentación que secuestró a otros dos personajes
de la época, los mismos que quisieron manejar la prensa escrita como si ésta
fuese un negocio de toma y daca o una actividad que por añeja hubiese sido
propia de la época del virreinato. La intemporalidad de don Enrique, premio nacional
de periodismo, se debe precisamente a su profesionalismo y visión periodísticas.”
Esto
lo dije durante la presentación del libro de Blanca Lilia Ibarra (Expresiones entre lo publico y lo privado), acto
que tuve el privilegio de conducir (2009). Manuel Bartlett Díaz, Guillermo
Jiménez Morales, Blanca Alcalá Ruiz y Enrique Montero Ponce, fueron los
presentadores de la obra que compila las entrevistas de la periodista, hoy en
funciones de presidenta de la Comisión para el Acceso a la Información Pública.
Viene
a cuento la remembranza porque don Enrique acaba de presentar su más reciente libro
¿Y ahora qué, Enrique?, un trabajo cuyo
contenido son las reflexiones del propio periodista, recuerdos escritos —como
dice Pedro Ángel Palou en el prólogo—
con la soltura que traza el laberinto político mexicano de las últimas décadas.
La
habilidad que refiere Palou me invitó a recorrer sus páginas para constatar
que, en efecto, Montero Ponce tuvo la oportunidad de navegar en la cresta de la
ola del entonces (como ahora) agitado mundo político nacional. Encontré en sus
textos la oportunidad de viajar del pasado al presente (y viceversa) en un
santiamén para concluir que han cambiado los hombres que ejercen el poder no
así la esencia que, con algunas variables, sigue siendo la misma aunque con una
venturosa diferencia compensatoria: la actitud de las nuevas generaciones cuyas
críticas y protestas se manifiestan al instante gracias a la inmediatez auspiciada
por las redes sociales.
Valiéndose
precisamente de esas redes sociales (Twitter), el gobernador Rafael Moreno
Valle Rosas dijo que se encontraba en el festejo del 43 aniversario de Tribuna, donde, por cierto, se presentó
el libro de marras. Fue uno de los cientos de mensajes informativos y auto
promocionales que vía el pajarito azul acostumbra a enviar el mandatario. Y así
como tal la esquela propagandística quedó en mi mente hasta que leí en ¿Y ahora qué, Enrique? lo que en seguida
transcribo:
El coronel me
presentó al doctor y general Rafael Moreno Valle, quien de secretario de Salud
en el sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz vino a Puebla como candidato a
gobernador del estado.
“El general
Rafael Moreno Valle es mi hermano y vamos a darle todo nuestro apoyo”, me dijo
el coronel. Se cubrió con esmero la campaña del candidato hasta que fue electo
gobernador.
A unos meses de
la toma de posesión, el coronel me llamó una mañana para ordenar: “¡Vamos a
darle con todo a Moreno Valle! La voz enérgica y la orden dictatorial me
desconcertaron. “Hace unos meses…” —me atreví a responder recordándole su recomendación
anterior—.
El periodista es un soldado y debe obedecer a sus superiores. La redacción me
pareció un cuartel. En poco tiempo, el general Moreno Valle me brindó su
amistad. No olvido su interés y sus atenciones cuando solicité una
recomendación para que atendieran a mi hija Alejandra en el Instituto Nacional
de Neurología. La gratitud es para toda la vida.
La campaña
contra Moreno Valle fue diaria y subía de tono. Las órdenes se cumplían, pero
una me desconcertó: “Dale con todo al gobernador y firma la nota”.
—Coronel, usted es el
dueño del periódico, pero no de mi nombre. No firmo la nota.
—¿Noooooo? —Preguntó.
—No, coronel.
El impacto del
teléfono para cortar la comunicación señaló lo que me esperaba. Mi nombre
desapareció del directorio y mis columnas dejaron de publicarse. Es el momento
crucial de un periodista. El editor cuida sus intereses y ordena
arbitrariamente. Es el choque entre el periodista y el dueño del diario. Si te
doblegas, pierdes tu independencia y tu libertad de expresión. Si te rebelas,
defiendes la dignidad de esta bendita profesión…
El
coronel José García Valseca era, literalmente, un soldado y por ello obedeció
sin rechistar la orden superior, o sea publicar y machacar sobre el evento que
produjo las decenas de muertes ocurridas durante el operativo de Huehuetlán el
Chico, acción llevada a cabo por el personal del gobernador Rafael Moreno
Valle.
Al
periodista Manuel Sánchez Pontón (decano del periodismo poblano), le
correspondió ser el primero en investigar in
situ el hecho, información que al otro día publicó el periódico Excélsior.
La fuerza bruta
La nota de “Manolete” produjo el escándalo
nacional pero también convocó la reacción de los vengadores, varios de ellos en
el papel de sicarios del gobernante, empleados que motu proprio o instruidos por su jefe decidieron golpear al
periodista con la deliberada intención de matarlo. Luis Echeverría era a la
sazón presidente de México y, dicen, ya había ordenado sacar de la bancarrota a
los periódicos de García Valseca (su gobierno los compró para después “vendérselos”
a Mario Vázquez Raña).
Cambiaron
los tiempos. Sin embargo, los nuevos gobernantes conservaron la esencia de
antaño. Claro, hoy con una venturosa circunstancia: las manifestaciones
políticas cruentas resultarían terribles para sus autores intelectuales debido
a la inmediatez de la información y, desde luego, a los millones de críticos
internautas que deambulan en la “gran nube”.
Montero
Ponce nos recuerda en su libro que “la gratitud es para toda la vida”. Respetable
y valiosa la opinión de don Enrique. Pero Manuel Sánchez Pontón sabe bien que
las huellas de la injusticia igual pueden ser herencia generacional, legado que
en muchos casos se ha convertido en un ejemplo, digamos que genético.
En
fin...
Algún
día alguien se atreverá a preguntar a Moreno Valle Rosas (si acaso éste se deja) lo
que piensa sobre ese tipo de dotes y qué
representan para él los periodistas Montero Ponce y Sánchez Pontón.
Ya
veremos, dijo un ciego.
Twitter: @replicaalex