Grafico tomado de Terra, Juegos de poder, Talina González
Por
Alejandro C. Manjarrez
La
gestión del gobierno de Rafael Moreno Valle Rosas (2011) inició al mismo tiempo
que aparecieron los internautas dispuestos a devorar a los políticos, con las
consecuentes funciones digestivas.
Sí,
me refiero a los nuevos críticos de las redes sociales que ven el éxito
económico de los servidores públicos con recelo y desconfianza debido, entre
otras razones, muchas de ellas contundentes, a que la mayor parte se ha enriquecido
mediante el uso “racional y sustentable de la corrupción institucionalizada”
(vaya eufemismo).
Contra
ese digamos que fenómeno nacional (el de los internautas) se enfrentan todos los
políticos incluido el gobernador poblano, un hombre de buen vivir, costumbre
que practica con éxito desde antes de que ingresara a los áureos espacios de la
burocracia selectiva. Rafa es pues un político que cuenta con varios pluses
pero que, sin embargo, tiene un problema grave: le cuesta trabajo comunicarse
con los gobernados porque es poco afecto a los tradicionales “baños de pueblo”.
Prefiere dedicar la mayor parte de su tiempo a cultivar a los factores del
poder fáctico, los cuales –él lo supone– podrían ayudarlo a convertirse en una
de las alternativas para gobernar al país.
Aparte
de las distintas expresiones en su contra –testimonios que parecen difíciles de
asimilar por quienes forman su círculo íntimo o burbuja de poder–, Rafa parece
una de las reencarnaciones de John F. Kennedy y al mismo tiempo producto profesional
de las enseñanzas de Milton Friedman:
en el primer caso sin Marilyn Monroe, y en el segundo sin el Premio Nobel de
Economía y, obvio, sin el talento economicista.
De pobres a ricos
¿Usted
cree que Moreno Valle sea un político de prosapia?
Yo
digo que sí lo es debido a que le anteceden dos generaciones de familiares
consanguíneos que labraron su arribo al jet
set (que es un estatus social) igual que lo hicieron algunas de las
familias famosas salidas de la pobreza lacerante para formar los capitales que más
tarde les permitieron integrarse a las élites del dinero. Por ejemplo, los
Rothschildn cuyo pie de cría nació precisamente en uno de los guetos más pobres
del siglo xviii. Y discúlpeme el
lector el parangón que, aunque exagerado, es válido sólo por el origen de ambas
familias distantes en el tiempo y desde luego en la forma.
El
clan judío que menciono tuvo su origen en Frankfurt. Y el éxito del primer
miembro de esta estirpe financiera, se debió a su vocación por servir a los
integrantes de la monarquía y desde luego a la gente económicamente poderosa,
riquezas que se acrecentaron gracias a la honradez y eficacia de Mayer
Rothschild, pie de cría de una de las grandes fortunas actuales cuya tradición
data de aquel siglo. Dicen sus biógrafos**, que en 1795
Mayer era el ciudadano alemán que pagaba más impuestos que nadie. Que sus
descendientes, además del dinero, heredaron la visión comercial y las
habilidades financieras de este icono que, igual que el rey Midas, trascendió
al tiempo porque convirtió en oro lo que tocaron sus manos, extremidades que
bien pudieron ser réplicas de una jamsa,
amuleto de los judíos y talismán de los árabes. O para no ser tan esotéricos
diré que fue el encuentro afortunado de las neuronas que se unen para
desarrollar la inventiva y la genialidad que suele distinguir a los
triunfadores, sino es que sabios.
La
cuna de Rafael no fue ningún gueto, pero sí la vida modesta y de trabajo de sus
ascendientes, empezando por la bisabuela que, según cuenta la historia
familiar, decidió sacrificarse para que el mayor de sus hijos pudiera estudiar con
el fin de eludir las penurias que le deparaba el destino hasta esos días
compartido con miles de poblanos marginados del progreso. Así ocurrió y el hijo
beneficiado llegó a convertirse en médico militar, profesión y uniforme que le
pusieron en bandeja de plata el conveniente matrimonio con Lucina Suárez, parte de una familia de rancheros
acaudalados. Junto con ello le llegó al general la oportunidad
de adquirir las alas que permitieron volar para nunca más arrastrarse. El
abuelo de Moreno Valle alcanzó la cumbre y desde esa cúspide dirigió las
campañas financieras de sus hijos.
Al
padre de Rafael Moreno Valle Rosas le tocó disfrutar la época de oro del mílite
y galeno, o sea su progenitor. Gracias a ese estatus y relaciones personales pudo
codearse con la crema y nata de la política nacional, entonces ligada a los
grandes negocios auspiciados por el gobierno, espacio que procreó personajes
como Carlos Hank González –por citar al más conspicuo de aquella época. En su
calidad de beneficiario de ese digamos que embrujo, Rafael hijo (II) decidió
que Rafael nieto (III) se dedicara a la producción y manejo del dinero. Empero,
el problema surgió cuando Moreno Valle Rosas se mostró más interesado en la herencia
política del abuelo, dote mezclada con el ejemplo financiero que finalmente lo
convirtió en un gobernante sui generis, tanto por su estilo empresarial como
por sus anhelos de poder político y económico.
El conquistador del poder
Sus
amigos definen a Rafael III como un adalid imbatible cuyo objetivo es el éxito.
Si para cumplir con esa meta es necesario sacrificar a uno o más de sus generales, se coloca en su rostro la más
seductora de las sonrisas con la intención de dar ánimo al mártir. Y cuando la
situación lo amerita suele ser implacable, sobre todo si se trata de aplicar
castigos que van desde la ley del hielo hasta la persecución legal. Hete ahí su
pleito con Ricardo Henaine, confrontación que entre los morenovallistas incrementó
el respeto hacia su líder. Y también están sus diferencias con la prensa que él
juzga incómoda y por ende sujeta a sus venganzas personales y reacciones gubernamentales
cismáticas.
Moreno
Valle Rosas nos ha demostrado que es un político pragmático. Por ese su
pragmatismo decidió romper con el pri,
acción en la que se llevó de corbata a sus ex correligionarios con más o menos
cierta representatividad dentro del sector románticamente llamado “clase
política”. No reparó en que por crecer bajo su protección debía lealtad a
quienes lo impulsaron, todos ellos con la filiación partidista de la que
después renegó justificándose con el affaire
protagonizado por Mario Marín Torres y Kamel Nacif Borge (asunto Lydia Cacho).
Por ello, lo que para unos fue traición y para otros una especie de oportunismo
electoral, para él y su equipo resultó una necesaria maniobra de sobrevivencia
política.
Destino y desatino
“Si buscas
resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, dijo Albert Einstein. Y casualmente
Moreno Valle siguió esta recomendación para cambiar su destino que parecía
haber llegado a su fin cuando el entonces gobernador Marín desconoció el trato
que ambos habían hecho, pacto que incluyó la candidatura priista al Senado de
la República, misma que al final se le dio pero por parte del pan cuya directiva tuvo que apechugar la
indicación de Felipe Calderón, y éste a su vez la petición de Elba Esther
Gordillo, tutora política de Moreno Valle. (Como verá el lector, la democracia
partidista en una de las manifestaciones de su a veces incomprendido “realismo
mágico”.)
Meses
después, el mismo destino le hizo a Rafael III una mala jugada cuando Enrique
Peña Nieto ganó la presidencia de México para, junto con el
pri, ejercer el poder nacional casi absoluto. Y aquí debemos preguntar:
¿Qué
hará Moreno Valle para negociar con los priistas eliminados por él, unos sometiéndolos
a una “purga”, otros convirtiéndolos en desempleados y no pocos metiéndolos al
sótano del desprestigio? ¿Cómo evitará la venganza electoral de los miles de
despedidos sin más explicación que su manifiesto priismo? ¿Qué reacción tendrá el
sector de la prensa declarada por él como su enemiga, sólo porque lo criticó,
en algunos casos con cierta saña?
La
lógica permite suponer que el final de esta historia tendrá facetas y
consecuencias por demás interesantes. Una de ellas será la protagonizada por los internautas, misma que cambiará
el esquema morenovallista inspirado por la estrategia mediática de Enrique Peña
Nieto. En este caso Rafael III corre el riesgo de ser devorado
por las redes sociales con las consecuentes funciones
digestivas. Lo curioso o paradójico, usted dirá, es que cualquier cosa que
haga lo pondrá en la balanza del escrutinio popular, grupos y personas que ya
le empezaron a levantar la ceja, precisamente por su estilo caprichoso y dominante
con el cual hasta ayer gobernaba a los poblanos.
*Este artículo
publicado por la revista Réplica en
circulación; forma parte del libro La Puebla variopinta próximo a publicarse.
**Lottman,
Hebert. The Rothschild. The Great Banking
Dynasty Through Two Turbulent Centuries. Ed. Tusquets,
1996.
Tuiter: @replicaalex