Grafico tomado de la página: www.spiritual-knowledge.net
Por Alejandro C. Manjarrez
Antes de justificar el subtítulo que acaba de leer, tomo
del sitio Terra (Mafev) la definición-respuesta-propuesta —positiva y sencilla por cierto— de la “Ley de causa y efecto”. Edito y transcribo
algunas ideas:
En el futuro,
propongámonos que por cada acto negativo que provenga de nuestra parte,
efectuar un acto positivo con el fin de equilibrar nuestra balanza. La segunda
acción es perdonar: debemos hacerlo para ser perdonados. El tercer y último
paso es compensar, cambiar el menos por el más; sembrar conscientes de que cosecharemos
lo que sembramos.
Parto de ello y digo:
Rafael
Moreno Valle Rosas trae un karma muy
fuerte. La herencia de su
abuelo, para ser preciso. Supongo que a ese legado debe su animosidad hacia los periodistas (la mayoría) y en consecuencia
el encono que le impidió actuar con la sabiduría que —me pongo
romántico— plasmó en una frase Pedro Calderón de la Barca, noble, soldado y culto sacerdote: “Vencer y
perdonar, es vencer dos veces”.
Recordemos
que el general tuvo que dejar el cargo de gobernador precisamente por
el reportaje que escribió en Excélsior
Manuel Sánchez Pontón —entonces reportero—, información que una vez publicada le costó a Manolete la golpiza que le dieron los
genízaros del gobernante, agresión que por poco lo manda al otro mundo donde,
pudo haber sido la orden, tendría que alcanzar a los muertitos de Huehuetlán el Chico. Además de perder la chamba de gobernador, al médico militar no le
quedó de otra mas que resistir las andanadas que en líneas ágata y durante su
mandato (e incluso en los siguientes años) le dedicara Sánchez Pontón, entre
ellas su terrible calificativo: “costal de excremento”.
El
agua de los camotes
La herencia de ese reconcomio debe haber producido en el
nieto del general y médico, la necesidad de “castigar” a los periodistas
quienes —dirá allá en su íntima
intimidad, frase ésta de su maestro Melquiades Morales Flores—, no
le dieron el tratamiento que merecía por
ser él un hombre “elegido para gobernar y trascender”. Ocurrió la cerrazón oficial y la mayor parte de los
medios escritos sufrieron el menosprecio, reacción que compartieron los tunde máquinas que se atrevieron a
criticarlo. Con esta su actitud el
mandatario sacudió a los periodistas que —salvo honrosas excepciones— durante dos décadas habían estado blanditos gracias a los convenios financieros y los papachos del
poder.
Antes de que Moreno Valle llegara al gobierno (2011), a
varios reporteros y columnistas se les retribuía por dizque pegar para
enseguida curar la huella con algún comentario melifluo. “Te pago para que me pegues quedito y después me acaricies bonito”,
hubiese dicho José López Portillo.
Lo
bueno del cambio ríspido que protagonizó Rafael iii, es que mejoró el trabajo de la prensa escrita ya que
desapareció la línea editorial (excepto en el diario que se transformó en
boletín del gobierno) así como la castrante censura o autocensura. Sin llegar al extremo que indujo a Manolete a responder como lo hizo,
los periodistas poblanos sufrieron la “desventura” que, verbigracia, incentiva
el ingenio y la sensibilidad de los escritores. Para apoyar el ejemplo exagero
con las siguientes frase y paráfrasis: “La neurosis hace al artista, y el arte
cura la neurosis”, escribió André Maurois en Tierra de promisión. De ahí que la persecución —donde ésta se dé— desarrolle los sentidos del periodista y que la verdad se convierta en el único
escudo contra la nociva y estúpida cacería.
Así, sin habérselo propuesto, Moreno Valle Rosas sembró en el gremio lo positivo que
significa repeler las presiones diseñadas para frenar la libre y auténtica libertad
de prensa, ejercicio a cargo de periodistas en pleno uso de su criterio y
ética profesionales.
Gracias, pues, al uso inteligente de la libertad de
expresión, la mentira y el maquillaje perdieron su fuerza como atenuantes de la
información. Asimismo se produjo un fenómeno por demás interesante: bajaron de tono los atentados contra la
inteligencia de los lectores. Los periodistas que desdeñaron ese venturoso
cambio producto del despertar de la sociedad (las redes sociales), se pusieron de pechito ante la crítica que
suele ser satírica e hiriente; se quedaron pasmados en el espacio que es la
frontera del desprestigio y la credibilidad.
Ayer inició una nueva etapa en el periodismo poblano,
fase que a pesar de incruenta, no es mejor que la de hace cuatro décadas,
cuando gobernaba el general y médico Rafael Moreno Valle. Sin embargo, la vertiente judicial adoptada por el
gobierno, obliga a los periodistas a responder con inteligencia y hurgar en
la administración gubernamental donde ocurre una contradicción sensacional: lo que el Jefe dice con la boca, los
subordinados lo borran con la cola.
Es la tarea.
*Ni modo mis queridos y respetados lectores. Las líneas
que leyó también forman parte del libro La
Puebla variopinta, con un agregado: el último y obligado párrafo.
Tuiter: @replicaalex