Por
Alejandro C. Manjarrez
¿Ya
le dieron la luz verde a Enrique Agüera Ibáñez o éste, precavido y estratega
como lo es, presentará su dimisión a la rectoría de la BUAP para estar en
condiciones de elegibilidad?
Cualquiera
de las dos circunstancias es válida. Sin embargo, como se atraviesa el periodo
vacacional de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, y ante la
posibilidad (si acaso no se lo ha dicho el influyente pajarito) de escuchar las
“palabras mayores”, Agüera tomó la decisión de adelantar la sesión del Consejo
Universitario para que los tiempos no le agarren papando moscas. Esto porque la
ley exige que el aspirante a cualquier candidatura renuncie a su cargo público noventa
días antes de la elección. En este caso la fecha fatal caerá precisamente en los
días del asueto de la Benemérita.
Conociéndolo
como se le conoce, es obvio que el rector no daría paso sin huarache. Así que
veámoslo ya como candidato del PRI a la alcaldía de Puebla capital. Y además como
oponente de Tony Gali Fayad, sin duda el hombre que postulará el PAN.
Si
este fuere el escenario tendríamos entonces una contienda llena de encuentros y
desencuentros entre dos “civilizados candidatos”. Pero…
Dejo
el acartonamiento del análisis político y acudo al símil boxístico porque,
supongo, los dos se habrán de pegar hasta con la cubeta mediática:
En
este contexto veo a Gali como el fajador que buscará un golpe de suerte para
noquear a su rival. Y Agüera se me figura como el estilista que medirá la pelea
esperando que su oponente no baje la guardia en pos de cuidarse el rostro dejando
sin protección la zona blanda, donde curiosamente podría estar su debilidad. Me
explico:
Al
todavía rector le han dado todo tipo de golpes bajos, razón por la cual ya está
curtido y difícilmente le haría daño su rival cuyo entrenador –hay que
subrayarlo– le dirá que dirija sus golpes a esa zona e incluso ordenará a sus
ayudantes que pongan en acción todas las mañas posibles. Si esto ocurre el
panista recibiría una sopa de su propio chocolate y entonces sí que quedaría expuesto
a recibir el golpazo que lo deje con las piernas de trapo y el prestigio en los
suelos.
Diría
un experto en marketing político: tanto uno como el otro tienen sus negativos. Y
puede ser que le asista la razón. La diferencia está en que Agüera los ha
resuelto mediática, fiscal y contablemente, mientras que a Gali aún no se los
han sacado a la luz pública a pesar de sus presunciones de multimillonario
(posee la mejor casa del condado y de la entidad y puede ser que hasta del
país).
Ya
sabemos que Agüera Ibáñez es un emprendedor que en ocho años logró cambiar el
rostro de la BUAP a partir de las calificaciones de organismos nacionales e
internacionales, así como de la obra arquitectónica cultural que él concibió y
consensuó de acuerdo con los lineamientos de la Ley Orgánica de la Universidad.
Lo mismo es del dominio público que es socio de universidades privadas, mismas
que sin tener ningún vínculo con la BUAP le han redituado pingües ganancias.
Gali
Fayad también es un tipo hacendoso pero condicionado a las instrucciones y directriz
de su jefe el Gobernador. No hace nada sin el visto bueno del Jefe.
Otra
de las peculiaridades del par, es que Enrique lleva ocho años en el ajo de la difusión
del trabajo universitario, en tanto que Tony fue metido en una especie de olla
exprés publicitaria. O sea que mientras el primero ha forjado su imagen
institucional, el segundo lo ha hecho a la sombra del mandatario poblano.
¿Cuál
de estos gallos es el bueno?
Antes
de responder con un viejo chiste, le comento que con cualquiera de los dos
Puebla tendría un despegue definitivo. Los cuatro años ocho meses que durará el
gobierno municipal, impedirían la búsqueda de obras modestas y acciones de
relumbrón, como las que hemos visto en el ejercicio municipal que corre. Lo
paradójico es que Rafael Moreno Valle podría convivir en paz y en excelentes
términos con cualquiera de ellos.
Ahora
el chiste:
Le
pregunta el novel jugador a uno de los galleros del palenque:
–Oiga,
¿y cuál de los gallos es el bueno?
–El
giro, mi amigo. Ése es el bueno –responde el amarranavajas.
El
apostador mete todo su dinero al giro y nada que su gallo pierde la pelea. Va a
ver al asesor casual y le reclama airado:
–¡Ya
ni la jode usted! ¡Me engañó! ¡Perdió el giro!
–No
amigo, no lo engañé –contestó el increpado–. Usted preguntó cuál era el bueno y
yo le respondí. Si me hubiese preguntado cuál ganaría le habría dicho que el
colorado, que es un gallo jijo de la chingada.
Así
que hagan sus apuestas.
@replicaalex