Por Alejandro C. Manjarrez
El príncipe Félix Yusupof encontró
la oportunidad de salvar su prestigio cuando Rodzianko, presidente de la Duma,
le dijo: “¿Qué se puede hacer cuando todos los ministros y todos los que rodean
a Su Majestad son hijos de Rasputín? La única probabilidad de salvación sería
matar a ese miserable, pero en toda Rusia no se encuentra un hombre que tenga
el valor de hacerlo. Si yo no estuviera tan viejo me encargaría de ello”.
Estas palabras detonaron la conjura
que encabezó el príncipe referido, autor del crimen más espeluznante de la
Corte rusa de aquellos entonces. Primero lo envenenó con cianuro. Al ver que el
veneno no surtía efecto, disparó su arma en pleno corazón, pero el monje loco siguió
vivo. Uno de los cómplices del príncipe jaló el gatillo dos veces más; sin
embargo, el odiado asesor de la zarina se negó a morir. Preocupados por la
resistencia física de la víctima, Yusupof decidió envolver con un tapete al
agonizante místico y atarlo para entre varios aventarlo al río. Finalmente Gregorio
Efimovitch Rasputín murió ahogado.
Lo espeluznante de este crimen está
en que el propio príncipe contó la historia en el libro que publicó ex profeso
(El esplendor perdido). Quiso
librarse así de los rumores que ponían en duda su virilidad e incluso
aseguraban que él había sido sodomizado por el monje.
Por eso el odio y su extrema y malévola forma de defenderse de la homofobia que
existía en la corte rusa, actitud común en las mentes poco iluminadas o con
algún problema de identidad sexual.
La Suprema Corte
De alguna manera ese tipo de historias son parte del entramado del tema que
recién abordó la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). De ello ha dado
y seguirá dando cuenta Carlos Meza Viveros, abogado consultor de la causa en
cuestión que en última instancia ganó Armando Prida Huerta.
Seguramente el lector se enteró de que los ministros determinaron que
independientemente de que las
expresiones sean coloquiales, su sola manifestación en un medio de difusión
masiva tiene una connotación homofóbica y por ello lesiona los derechos humanos
de ese sector social. Asimismo ha quedado establecido que las palabras
“maricón” y “puñal” representan expresiones de odio frente a quienes tienen
preferencias sexuales no heterosexuales.
Como al lector le costa, la resolución de la SCJN ha sido comentada en los
medios de comunicación de México, España y Latinoamérica. En algunos casos por
“defensores de la libertad de expresión” que no entendieron o no quisieron
entender el fondo de la sentencia porque, supongo, la decisión de la Corte atentó
contra su falta de ingenio o inteligencia para expresarse y escribir sin hacer
uso del insulto procaz y burdo.
Lo que viene
Ahora sigo con el digamos que proemio al tema que ampliaré cuando se cumpla
la otra sentencia, la que antes se dictó a mi favor misma que no fue recurrida.
Mientras llega ese día le cuento que mi demanda fue consensuada con mi esposa e
hijos ya que ellos compartieron conmigo la indignación de semejante referencia,
epítetos sin más sustento que la absurda imaginación aderezada con el deseo de
ofender.
La inteligencia en la expresión escrita permite el uso de figuras incluso
mucho más agresivas que los rústicos vocablos “puñal” y “maricón”. La de sor
Juana Inés de la Cruz, por ejemplo, una mujer vilipendiada por quienes
envidaban su talento e hicieron mofa de su origen paternal. A esos seres
menores la poetisa les mandó el siguiente mensaje que bien podría interpretarse
como una sutil pero contundente mentada de madre:
Más piadosa fue tu
madre / que hizo que a muchos sucedas; / para que, entre tantos, puedas / tomar
el que más te cuadre.
Refiero a sor Juana porque no ha faltado el historiador que haya
supuesto en la musa un cierto lesbianismo. Si acaso esa fue su condición, es
obvio que ésta hizo las veces de pie de cría intelectual al talento literario
de poetas y escritores homosexuales. Es el caso de Óscar Wilde, André Gide,
Marcel Proust, Paul Verlaine, Arthut Rimbaud y Salvador Novo, por citar a
cuatro talentosos europeos y un mexicano. O de otros que aún viven a los cuales
respeto aunque yo sea heterosexual.
Bueno, hasta aquí la introducción que busca atemperar los
efectos de la boñiga periodística condenada por la SCJN, expresiones comúnmente
usadas con la deliberada intención de insultar no así para señalar la condición
de las personas. O peor aun cuando detrás del vilipendio existe algún
titiritero que le molesta el ejercicio responsable y honesto de la libertad de
prensa.
Se lo comento después.
Twitter: @replicaalex