Por
Alejandro C. Manjarrez
Elba
Esther Gordillo Morales no supo leer los
mensajes políticos del presidente Enrique Peña Nieto. Además se olvidó de que el dinero no proporciona amigos, sino enemigos
de mejor calidad. Su mal habida su riqueza personal le
tapó los ojos para no ver las novedades en el escenario político nacional.
Ese
su estilo le ganó varios de esos enemigos
de calidad, como por ejemplo Andrés
Manuel López Obrador. Ya lo sabe el lector pero vale la pena recordarlo:
cuando candidato, AMLO dijo que Peña Nieto era cómplice de
ella.
Y agregó que Gordillo sería secretaria de Educación Pública, siempre y cuando
el PRI ganara la Presidencia de
México. La Maestra quizá no entendió que
las palabras del Peje la apartarían del hoy Presidente que por aquellos
días quería alejarse de todo lo que le restara votos y simpatías, razón por la cual canceló su trato con el
Partido Nueva Alianza (Panal). A Peña le urgía librarse de ése y otros
sambenitos que, de haber persistido, le habrían quitado los votos que lo
llevaron a la victoria.
Primer mensaje
Tal
vez por soberbia o quizá por menospreciar a quien tropezó en la Feria
Internacional de Libro de Guadalajara (2012), Elba Esther no quiso tomar en cuenta los sentimientos políticos de
Enrique Peña Nieto, un hombre cuya esencia y entrenamiento lleva la carga del
priismo a ultranza; es decir, la vocación u oficio que incluye el castigo
ejemplar a los traidores y que, además, sabe cómo manejar los tiempos para cobrar
afrentas. Elba Esther omitió esa y otras circunstancias a pesar de haber sido
parte de la “cultura” priista. Y lo peor
es que se olvidó de su trabajo en contra del PRI, partido
que, gracias a su mano negra, perdió
la elección presidencial del 2006 y varias estatales como Puebla y Baja
California, por ejemplo. En este último caso, el candidato derrotado fue Jorge Hank Rhon, beneficiario y digno
representante de la herencia Atlacomulco.
Además
de otras señales, la señora Gordillo también
cerró los ojos cuando el presidente de México nombró a Emilio Chuayffet Chemor
como titular de la Secretaría donde ella metía mano y decidía o negociaba
posiciones. Le valió un soberano cacahuate que este mensaje fuera reproducido
hasta el hartazgo por exégetas, comentaristas y analistas políticos.
Segundo aviso
Aparte
del actual secretario de Educación Pública, Elba Esther tenía en José Antonio Meade Kuribreña, a otro servidor
público adverso a sus intereses. Como secretario de Hacienda que fue de
Calderón (noviembre de 2011 a diciembre de 2012), el hoy titular de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, pudo
haber integrado el expediente que usó el gobierno actual para denunciarla y
consignarla. Fueron pues luces de alerta que la Maestra tampoco percibió. Igualmente
soslayó las denuncias que hubo en su contra meses antes de la conclusión del
mandato calderonista, delitos cuyas evidencias (varias) pudieron ser las mismas
que formaron parte de la averiguación que la tiene en la cárcel. (Dicen que le echó la mano Marcelo Ebrard Casaubon,
entonces Jefe de Gobierno y, junto con Manuel Camacho Solis, uno de sus
viejos promotores).
Agregue
a esos acuerdos otro hecho conocido: el que
un mandatario hereda al sucesor los expedientes de asuntos en trámite. Podría
ser el caso del viejo legajo (2010-2011) sobre la investigación de la riqueza
de la dirigente. Eso de que en 90 días las autoridades hacendarias y de
justicia descubrieron la trama financiera de Elba Esther, parece un cuento chino
que ni Scotland Yard, el Mosad, la CIA
o el FBI se lo creerían.
Tercera señal
La
historia sindical fue otro de los
mensajes tachado con las crayolas de la soberbia: Elba ignoró el hecho de
que Carlos Jonguitud Barrios se hiciera senador para obtener el fuero que al
final del día le dotó de impunidad. Gordillo vivió aquel momento y su cerebro
lo borró. Se supuso eterna pues. Igual se
sintió elegida de los dioses. Y en un acto de amor filial hizo senadora a Mónica Arriola, su hija, cuando, por
aquello de las dudas y deudas políticas, ella debió serlo de acuerdo con las
lecciones de quien fuera su paradigma,
el que la hizo y le enseñó el camino del sindicalismo y cacicazgo magisterial.
Lo absurdo de semejante actitud de
menosprecio al Estado y a su poder, ocurrió en el momento
en que la señora cerró sus oídos a los avisos, señales o amenazas directas del
secretario de Educación Pública. Dos de
éstas salieron al aire y fueron nota de todos los medios de comunicación que
difundieron los mensajes del discurso sobre la Reforma Educativa; a saber: “La
no sujeción de la evaluación a caprichos e intereses particulares”. Y: “La
imposibilidad de pactar o diferir la evaluación”.
Ese
mismo funcionario le soltó la segunda advertencia en su discurso del
aniversario luctuoso de Francisco I. Madero (100 años): valiéndose de su retórica ampulosa, facunda, Emilio arremetió contra la
líder del SNTE al sugerir que
ella impedía el desarrollo educativo. Elba Esther, insisto, soslayó u olvidó
que Chuayffet es un miembro del gabinete y que sus palabras como tal fueron y serán palomeadas por su jefe, el
Presidente o ventrílocuo del poder nacional.
La bomba
Como
palo dado ni Dios lo quita, a la Maestra no le queda de otra mas que desquitarse
y revelar (en vida o post mortem) lo que
vio, negoció o pactó con los políticos que corrompió. Si así fuere, lo
primero que tendría que hacer es correr la cortina a los acuerdos que tuvo con Felipe Calderón. Esto permitiría que la
sociedad mexicana supiera cómo y por qué el ciudadano que representó a la
institución presidencial, cometió un
acto ilegal al aceptar la participación de los mapaches electorales del
magisterio. Y los ciudadanos nos enteraríamos de que manera y en qué condiciones el gobierno de la
República mercantilizó las posiciones administrativas y las concesiones
políticas que se le otorgaron a la señora Gordillo. O sea el pago de
favores.
Asimismo
conoceríamos los acuerdos que condujeron a la creación del Panal, y desde luego
los tratos que su dirigencia hizo con gobernantes y candidatos. Igual saldría a la luz pública cuánto
dinero recibieron de ella esos candidatos a cargos de elección popular y cómo
se aplicó el recurso para poder negociar desde dignidades hasta impunidades. Todo esto, que conste, sin que el IFE
metiera su digna cuchara. En fin.
Creo
que, de vivir, Carlos Fuentes, autor de
un libro financiado por Elba Esther Gordillo Morales (Por un progreso incluyente, 1997), ya habría expresado algo para atemperar su demoledora opinión sobre
Enrique Peña Nieto (“no puede ser presidente a partir de la
ignorancia") y lo que años antes había dicho exaltando el trabajo de la
maestra Elba Esther Gordillo Morales. No se hubiese quedado con esas dos espinas clavadas en su intelecto,
aguijones enterrados con la fuerza del marro de la Maestra.
Twitter: @replicaalex