Por
Alejandro C. Manjarrez
Al
inicio del año pregunté en este espacio:
¿Dejará
Rafael Moreno Valle que la política electoral de Puebla se maneje bajo el azar
producto de la democracia libre; es decir, sin
dirección, manipulación o adjetivos?
¿Maniobrarán
sus eficaces operadores para que se
cumpla el proyecto transexenal?
¿Sacrificará
a los sacrificables de su gobierno con la intención de taparle el ojo al macho?
¿Decidirá ser un gobernante democrático?
El
tiempo de las respuestas se abrevió debido a la estruendosa caída de Elba Esther Gordillo Morales, circunstancia
que puso en alerta roja a los dieciséis gobernadores identificados con el poder
que ejercía la Maestra, incluido, obvio, el de Puebla.
En
esa misma entrega dije que Moreno Valle
necesitaba afinar su relación con el presidente Enrique Peña Nieto y, al
mismo tiempo, deslindarse de la lideresa magisterial a quien de sopetón se le
oscureció su porvenir político (sobra mencionar las razones).
Antes,
en el 2012, apunté que el gobierno poblano requería mejorar su relación con la
prensa local ya que —dije entonces— de ello dependía la buena o mala fama de su
gestión, así como su prestigio personal que por aquellos días estaba en proceso de
deterioro debido, precisamente, a los
errores en la política de comunicación social (también sobra referir las
causas).
La escuela de Moreno Valle
No
se necesitaba ser brujo para intuir ese necesario cambio. Tampoco había que
consultar a los especialistas en el comportamiento humano para darse cuenta de
que en Rafael se impondría el
pragmatismo, escuela que forma parte de su entrenamiento profesional. Diría el filósofo de Chalchicomula, en
su calidad de vidente, alquimista y taumaturgo: “Ya se veía venir, chingao”.
El
golpe de timón ocurrió el pasado diciembre cuando el gobernador decidió mejorar su relación con los medios
de comunicación, al nombrar a Marcelo García Almaguer como su enlace con la
prensa, la una rebelde y la otra sumisa.
A partir de ello Marcelo —amigo y colaborador de confianza del titular del poder
Ejecutivo— empezó a operar para armar el rompecabezas que produjo lo que fue un
brutal choque con los periodistas ajenos
a los intereses de Rafa, como se le conoce en el grupo que se formó en
Boston donde, creo, los principales armaron el proyecto político todavía en
funciones.
Marcelo
se puso la chaqueta y actuó con eficacia el llamémosle primer acercamiento. Hizo las veces de puente. No le costó
trabajo porque conoce el medio y la lleva bien con la mayoría de los
periodistas. En esas estaba cuando ocurrió lo que menciono arriba, o sea la estruendosa caída de la dirigente del
magisterio nacional.
¡Ay
cabrón!, fue la expresión que resume las decenas de palabrotas que seguramente
estremecieron los muros de la casa del poder, locuciones que apuraron los trabajos destinados a deshacer ese imprevisto,
vertiginoso y aterrador perjuicio cuya secuela pudo haber ocasionado un
irreversible desgaste político.
Adiós Elba
Semejante ramalazo obligó a
rediseñar el esquema que había empezado a mejorar la
relación prensa-gobierno. Urgía hacerlo a partir de ése que fue un evento cuyos
daños resultarían irreparables para el grupo siempre y cuando éste se hubiese
atolondrado. En el necesario reacomodo reapareció
el nombre de Fernando Alberto Crisanto, de los comunicadores de casa quizá el
más cercano a los afectos de Moreno Valle. Así se amalgamaron el pragmatismo con la necesidad de llevar la fiesta en
paz y el apremio de quitar aristas, limar asperezas y dar papachos o
palmadas que nutran el optimismo de los otrora llamados tundemáquinas. Ello además de los siguientes temas de cuyo impacto —positivo
o negativo— dependerá del manejo de la comunicación oficial:
- No meter ruidos extraños en la percepción sobre el ejercicio de la democracia. Esto para que en Puebla se afiance como una actividad libre, sin dirección ni manipulación.
- Conservar el proyecto transexenal ya sin los lastres que produjo el cacicazgo de la Maestra.
- Sacrificar a los sacrificables del gobierno en aras de la democracia y la buena relación con el poder presidencial.
- Crearle a Moreno Valle la imagen de un gobernante concertador, incluyente, socialmente sensible, laboralmente amable y tan amistoso como Melquiades Morales, por citar un político (perdón si exagero) paradigmático.
Aparte
de lograr lo que acaba usted de leer, está la apreciación que sobre el
gobernador poblano tenga Enrique Peña
Nieto, por ahora el político pragmático más importante del país, el
presidente cuya filosofía —valga la propuesta del columnista— incluye el histrionismo empático.
En abono a lo de histrionismo
empático, le recuerdo al lector una de las frases que registró
la prensa escrita, palabras atribuidas a Peña Nieto (regañó al escolta que
maltrató a la mujer que quería abrazar al candidato presidencial): “Chingada madre,
estos son tiempos de política”.
Si
usted los observa, verá que allá en el fondo Peña Nieto y Moreno Valle se parecen ya que los dos son pragmáticos y saben que la política llegó para
desplazar a la tecnocracia revanchista e irreflexiva.
Ojalá.
Twitter: @replicaalex