Por Alejandro C. Manjarrez
Buscándole cómo musicalizar el ejercicio público poblano, encontré la creatividad popular del paisano Alex Lora. Éste es, me dije, el músico que enriquecería la praxis política de la Puebla actual. El problema se presentó cuando me topé con la variedad y abundancia de temas que ofrece el rock de Lora. Así que escogí al azar y vea usted lo que encontré:
Nadie sabe para quién trabaja: el título no así la letra de la canción (que habla de la profesión más antigua del mundo), se puede aplicar al efecto que produce la relación entre Eduardo Rivera Pérez y Rafael Moreno Valle Rosas. Esto porque mientras que el gobernador trata de imponer a los ciudadanos su estilo duro y ríspido, Eduardo nada de muertito para, sin hacer olas ni ruido, llevar agua a su molino aprovechándose de los agravios que provoca el poder, no el suyo, obvio, que por cierto está acotado, sino el de su otrora líder y puede ser que hasta actual paradigma.
Así se hacen los chismes: la frase retrata lo que se convirtió en una subcultura en Puebla después de que Maximino Ávila Camacho leyó la cartilla a los alborotadores que se oponían a cualquier cosa que hiciera el gobierno. Aquel que me critique –amenazó el general– haga su testamento porque se lo va a llevar la fregada. Hoy parece haber revivido el talante de triste memoria. Lo curioso de la rola en cuestión, es que habla del aniversario de un periódico y de una señora ofendida que apagó el sonido o bajo el swich. Nada que ver la letra con nuestra realidad, que conste. Sin embargo, cabe destacar el efecto industrioso del chisme. Aún no encuentro, lo confieso sin rubor, cuál o cuántos chismes le contaron al gobernador.
Mujer diabólica: insisto, la letra nada tiene que ver con el título que en este caso incide en la actitud del mandatario contra Ana Teresa Aranda Osorio. Empero, puede ser que Rafael vea a la doña como una mujer diabólica porque “una vez y otra más” le ha puesto (o revirado) la piedra en el zapato. La canción tiene una frase que bien puede aplicársele a estos dos personajes de la política nacional, por el momento concentrada en la ciudad donde las víboras cambian de piel (Cuetlaxcoapan); a saber: ambos tienen un extraño encanto.
Valle de lágrimas: ya que hablo de Puebla, el espacio geográfico que, como ya lo dije, antes de ser ciudad era un valle donde las víboras cambiaban su cuero, el nombre de la rola podría definir el sufrir del noventa y nueve por ciento de los habitantes de Cuetlaxcoapan. La razón: las puertas del cielo se encuentran cerradas para quienes no tienen el charm que adorna a la mayor parte de los servidores los públicos contratados por el gobierno morenovallista. De ahí que si alguien quiere ponerse a llorar, hágalo a sabiendas de que “las cosas pasan porque tienen que pasar… Todos tenemos nuestras malas rachas”.
Nada que perder: reveladora la letra pero, créame, no les afectaría si se atreviesen a cantarla. Sólo perturba a quienes desean volar aunque no tengan alas. O a los bonitos que cuando párvulos los rentaban para servir como niño dios. Imagíneselos ahora, ya de adultos, tratando de convivir con los feos… ¡Vaya problema para ellos! Me refiero, claro, a los tipos que a pesar de su facha de stripers tienen la obligación de sonreír y saludar a la bola de nacos que los miran como seres bajados del cielo azul para resolver sus problemas ancestrales. “¡Qué bueno que no fui más guapo porque sería más mamila!”, dice Lora.
No hay pedo: este título podría servir para un nuevo canto político, digamos que costumbrista y altisonante, porqué no. Sería coreado en cada evento a donde se filtrasen los ecos de críticas como, por ejemplo, la lanzada este jueves por el ex gobernador Manuel Bartlett: el no hay pedo respondería a frases como las siguientes:
“El mandatario (poblano) busca ser el Peña Nieto dentro de seis años y para ello paga miles de millones de pesos a las televisoras como Televisa y TV Azteca, y a los medios nacionales para lograr una imagen”.
O esta otra:
“Lo lamentable es que ante este escenario, el Partido Revolucionario Institucional en el estado no sea una oposición real porque en Puebla el PRI no existe, ya que el actual gobernador está empanizado y está tratando de empanizar a los priistas”.
“No hay pedo señor –le estarán diciendo al gran jefe del estado–, son los últimos coletazos del dinosaurio”.
Todo me sale mal: en efecto, igual que en la canción de Lora, nada le resulta bien al PRI. Ni siquiera las peticiones de piedad coreadas por sus candidatos perdedores. Menos aún los “soplados que casi siempre salen con premio”.
Que la información de este fin de semana nutra su optimismo.
Twitter: @replicaalex