Por Alejandro C. Manjarrez
Por primera vez en lo que va de este gobierno, vi al Rafael Moreno Valle Rosas que conocí hace ya varios años. Ocurrió en televisión Azteca durante la primera aparición del día tanto de él como de Ivonne Ortega, gobernadora de Yucatán, los dos acompañados por el yerno de Elba Esther Gordillo, subsecretario de Educación Pública, y Esteban Moctezuma Barragán, presidente de la Fundación Azteca. El tema: llevar computadoras a las zonas rurales y, obvio, recaudar dinero para poder hacerlo.
En un momento de franqueza, Moreno Valle recordó su paso de la máquina de escribir al ordenador y de ahí a la computadora. Dijo que al ingresar a la preparatoria (imagino que en Estados Unidos) se sintió muy mal porque nunca se había acercado a esa tecnología, razón por la cual uno de sus maestros lo conminó a modernizarse presentando sus trabajos como lo marcaban las reglas del highschool. Como lo digo líneas arriba, la actitud del hoy mandatario de Puebla fue sincera, franca, humana y hasta simpática, talante que como van las cosas difícilmente le volveremos a ver ya que, según parece, está sufriendo las ineptitudes de algunos de sus colaboradores.
Más tarde me reuní con Carlos Meza Viveros para comentar sobre los tópicos donde a mi juicio él es el principal protagonista. El caso de Valle Fantástico, por ejemplo.
En la conversación con el jurisconsulto salió lo que podría ser una de las causas que han cambiado o agravado, depende como lo vea el lector, el carácter del gobernador poblano. “Lo han estado engañando –me dijo–. Y lo peor es que en el asunto de Henaine, hicieron lo que nunca debieron hacer: trastocar la esencia del gobierno convirtiéndolo en un ente particular. Una pretendida metamorfosis que ni a Kafka se le hubiera ocurrido”.
El nombre de Manuel Bartlett le iluminó su rostro. Salió cuando le platiqué mi primer encuentro con quien a la sazón era gobernador electo. Recordé con Carlos el día en que su ex jefe me dijo que le habían hecho llegar varios ejemplares de mi libro Puebla, el rostro olvidado. “¡Exageró!”, fue el comentario que me dio la oportunidad de decirle que pasado un mes de su toma de posesión nos volviéramos a reunir para que confirmara o cambiara su apreciación. Y así lo hicimos. Y en cuanto ingresé a su despacho me recibió con la siguiente frase: “¡Se quedó corto!”
El gobierno de Bartlett había cancelado todas las operaciones comerciales realizadas por su antecesor Mariano Piña Olaya. Y al hacerlo tuvo peticiones o reclamos para que, además del dinero reintegrado, el gobierno pagara lo que por debajo del agua los compradores le habían dado a uno o dos intermediarios.
“Fue sencillo recuperar los predios –dijo Meza– porque la ley faculta al gobierno para llevar a cabo una acción lesiva o de posesión administrativa. Si hubiésemos hecho lo mismo que acaba de hacer la administración actual, todavía estaríamos en litigio.”
Le pregunté a Meza cómo veía Bartlett el tema de la audiencia de conciliación. “Está muy molesto –respondió– y seguramente lo veremos dando conferencias para demostrar que los gobernadores que lo sucedieron actuaron mal. E incluso dirá cómo actuó el gobierno de Piña y por qué se le echaron abajo todas las operaciones que realizó transgrediendo la ley. Es más –agregó enfático quien fuera secretario de Gobernación de Bartlett–, yo veo que con sus acciones jurídicas, el hijo de Mariano intenta desfacer el entuerto aquel que hoy podría mostrarse con pelos y señas.”
¿Qué hará Manuel Bartlett?, le pregunté.
“No lo sé con precisión, sin embargo, casi te puedo asegurar que dirá muchas cosas de impacto mediático porque no va a permitir que se le atribuyan actos ilícitos o al margen de la ley”. ¿Cómo cuáles?, cuestioné. “Como los que hicieron los gobernadores subsecuentes”. ¿Estás seguro?, lo provoqué. “Lo estoy porque cada acto jurídico de su gobierno, me consta, fue minuciosamente revisado tanto por él como por el abogado Salvador Rocha Díaz, que en paz descanse. Incluso a mí me tocó cancelar algunos compromisos de Mario Marín porque violentaban la ley, precisamente”.
Respetado lector: este es sólo uno de los episodios que tendrá el pleito judicial organizado por el gobierno morenovallista asesorado o jurídicamente dirigido por Juan Pablo, el hijo de Mariano Piña Olaya y, reveló el notario Meza, el despacho Farell Cubillas.
¿Qué harán Blanca Alcalá, Eduardo Macip, Melquiades Morales, Mario Marín y el resto de los conminados a asistir a la audiencia de conciliación? Sólo ellos y su mala cabeza lo saben. Lo interesante está en la reacción de Manuel Bartlett quien, además de no asistir a la referida audiencia, seguramente dedicará su tiempo libre a exhibir a quienes se sintieron elegidos de los dioses. Por eso digo que esto apenas empieza, circunstancias que sin duda alejarán a Rafael Moreno Valle de aquella naturalidad y simpatía que lo llevó hasta el cargo que hoy ocupa y, creo, padece debido a los trapos sucios que le afean su entorno.
Twitter: @replicaalex